sábado, 18 de septiembre de 2010

LA DEMOCRACIA NO ES PUTA

Esta fue mi contestación al editorial del Diario ABC Color de Asunción, del día domingo 07 de octubre de 2007. Envié dos copias; una a su director y otra a su editor en jefe. Nunca recibí una respuesta.
Con absoluta tristeza he leído días atrás, un editorial, publicado en la tapa de un matutino líder capitalino. Su título fuerte no me asustó de ninguna manera, ni siquiera llegó a impresionarme, solo que noté que algo no andaba bien. El hecho que una “chipera” o un “panchero”, (sin desmerecer para nada sus respectivos trabajos) puedan confundir ideas y conceptos no es importante y no tienen una real trascendencia.


Pero para un medio masivo de comunicación que es un referente en cuanto a la formación de la opinión pública en este país, es verdaderamente imperdonable. Las palabras tienen mucho más fuerza que cualquier tipo de arma hasta hoy inventada. Por lo tanto, mal empleada, puede enmarañar aún más, a la ya muy confundida y castigada sociedad paraguaya. 

Estos términos extremos y explosivos, tienen una relativa razón de ser y pecan de generalizar y revolver ideas puntuales que carecen de sentido común. La democracia no es puta, como tampoco este es un país de mierda y que el partido colorado no es el culpable del atraso, la ignorancia y la corrupción por más de 60 años, aunque haya sido gobierno durante ese tiempo. 

Para que sea aún más entendible lo que quiero expresar, vamos a ejemplificarlo mejor. La democracia no es puta porque no tiene realmente la culpa que las personas estúpidas, sin ningún tipo de preparación tanto académica como espiritual, confundan términos o ideas como libertad, libre expresión, activar como ciudadano con sus derechos y obligaciones, tener acceso a la información irrestricta de cualquier tipo, con la promiscuidad y el libertinaje. 

La democracia no la hacen ni los estados, ni los partidos políticos, solo lo realizan los ciudadanos ejercitando sus peticiones y cumpliendo con sus deberes. Son los malos individuos los que empañan a la democracia tanto como lo hicieron con el comunismo. Ambas formas son estupendas, al menos en los papeles, pero los hombres, con ese dejo de maldad ancestral y codicia desmedida es la que corrompe cualquier tipo de postura ideológica, por más coherente y sensata que sea. 

Este tampoco es un país de mierda, porque tuvo la mala suerte de tener que soportar a cinco cruentas tiranías y dos grandes guerras de las que aún hoy, sus cicatrices no se ha cerrado. Por lo tanto el pueblo paraguayo se encuentra condicionado a un temor genético del cual solo se desprenderá con el correr de las sucesivas generaciones, si es que se sigue manteniendo aún, este muy particular, imperfecto y criollo sistema de gobierno. 

Un país que tiene grandes reservas de agua, suelo fértil no agotado, clima benigno, gente que si quiere trabajar, sin dramas de religión, raza y otras nimiedades, con energía suficiente para emprender cualquier proyecto ambicioso, cerca de dos monstruos consumidores de todo lo que se produzca. En fin, no estamos en el paraíso, pero podríamos estarlo. 

Solo que aquellos mismos hombres ambiciosos desmedidos, con poco o nada de escrúpulos y sin ningún tipo de reserva ética o moral se han adueñado de todos los cargos ejecutivos de la Nación y están estrangulando lentamente a este país. Una prueba de ello son los 1500 pasaportes solicitados por día para emigrar a donde sea, con tal de salir de semejante sofoco y buscar nuevos horizontes. 

El partido colorado tampoco tiene la culpa que, una cierta cantidad de gente de la peor calaña, se haya infiltrado en sus filas y prostituyan diariamente a este centenario partido como también se la conduzca erráticamente, contradiciendo una y otra vez, los sanos propósitos con los que fue creado. Aquellos mismos postulados que han quedado por el camino, como un trasto viejo y ya nadie se acuerda de ellos. Volver a las raíces y expulsar a la hierba mala no sería entonces una mala idea, por en cuanto. 

Retomando el hilo en cuestión, como ya dije antes, no son las palabras fuertes las que me asustan, si no confundir ideas y torcer opiniones. De lo que se hablaba en aquel editorial bien poca importancia tiene, lo real y concreto es llamar a las cosas por su nombre verdadero. Lo que se debe corregir es hacia donde se apuntan las palabras. 

Nuestros gobernantes por desgracia solo miran el árbol y no el bosque (no solo me refiero a Paraguay, si no a todas la naciones hispanoamericanas) y van diez pasos atrás de las necesidades de sus respectivos pueblos. Como algún sesudo dijo alguna vez: “Nuestros dirigentes solo piensan en la próxima elección y no en la próxima generación”.



Este comentario marca el fin de mis primeros 42 comentarios que fueron recopilados en un libro al que titulé: “Las columnas de Riste” (Nace la leyenda); por lo tanto este artículo, me sirve perfectamente de bisagra.  

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