martes, 25 de diciembre de 2012

MONGOBOOK


Mientras hacía grandes esfuerzos por actualizar mis conocimientos, y ponerme al tanto de una realidad tecnológica galopante, donde lo que hoy es nuevo, mañana no lo es.

Escuchaba a la lejanía, un cierto rumor de una actividad en la que muchos de mis amigos participaban y a la cual, yo no le prestaba la más mínima atención. 


La verdad es que apenas sabía usar a la computadora, y era ella quien hacía lo que se le venía en ganas conmigo. Pero a medida que iba aprendiendo, notaba, a mis espaldas, que los rumores se hacían más y más fuertes, más mi interés no se motivaba. Eso se estaba convirtiendo en un furor, en todo Paraguay; hasta tal punto que saturaba de clientes, cuanto “ciber” estuviera abierto. 

Pasó el tiempo y por el camino, aprendí unos cuantos programas informáticos. Con más empecinamiento y constancia que inteligencia, allané el camino, y a partir de allí, las cosas se me fueron simplificando. Sin embargo, por las maravillas que mis amigos me contaban, parecía que tocaban el paraíso con la puntas de los dedos. 

A pesar de sus insistencias y burlas por resistirme a aquella maravilla de la comunicación, no sentía ese imán que me atrajese o despertara mi curiosidad. Pero confieso que hasta hace poco tiempo, seguía oponiéndome a ese “boom”, pero tanto, tanto me insistieron y ponderaron sus virtudes y bondades, que finalmente no tuve más remedio que ceder ante tanta presión e incorporarme a las fabulosamente célebres redes sociales. 

Para mí, la necesidad de comunicación mediante el correo electrónico y los mensajes de texto, estaba cubierto. Pero el motivo que hizo bajar mi guardia, fue que el nivel de comunicación, publicidad y trascendencia de mi trabajo, se vería reflejada rápidamente en la red, según lo afirmaban mis amigos. 

Solo tenía que encontrar un círculo de personas deseosas de intercambiar información, conocimientos y vivencia personal. Por lo tanto, al volcar a la red, esos elementos; todos y cada uno de nosotros aprenderíamos uno del otro. Entonces pensé que si podía difundir mis ideas y continuar absorbiendo conocimientos al mismo tiempo, satisfacía mi insaciable sed de saber. 

Por lo tanto comencé con mis amigos del correo electrónico, con quienes me unen gustos y preferencias afines. Para luego ir ampliando el círculo, eligiendo “amigos”, de una extensa lista que aparece al costado derecho de la pantalla. 

Por desgracia, me crearon tantas expectativas, que cuando me topé con la realidad, toda esa magia de la que, amigos y conocidos, me habían hablado, se disipó tan rápidamente, así como había iniciado. 

Salvo pequeñas diferencias, Orkut, Twitter y Facebook son el mismo perro pero con distinto collar. Para llegar a esta conclusión, tuve que esperar dos meses, ya que hice un seguimiento bastante detallado de la cosa. De mis actuales 83 contactos, solo con 8 de ellos puedo obtener conversaciones sustanciosas que me permiten opinar, debatir y estar bien informado. 

O sea un mísero 9.61%. De los restantes 75 “amigos” que me quedan, 25 nos enviamos mensajes de texto, uno o dos veces por semana y consisten en un saludo nada más que protocolar. De los últimos 50 contactos, solo intercambiamos alguna que otra palabra el mismo día que los acepté o que fui aceptado. Luego, nunca más he tenido noticias de ellos. Es como si se los hubiera tragado la tierra. 

Pueden pensar que no vale la pena ponerse nervioso por tan poca cosa. Y tienen razón, sin embargo me molesta que a un elemento tan interesante como sería una red social, se la utilice para la pavada, cuando en algunos países árabes la usan para obtener la libertad y nosotros que la tenemos, no la sabemos usar ni valorar. 

Ellos, al menos, la emplean en la lucha para alcanzar un derecho inalienable de todo ser humano, algo que nosotros no sabemos valorar. Parecería que las cosas cobran su verdadero valor cuando se las pierde. Y es lamentable que esto suceda, olvidándose la gente que esto mismo nos pasaba a nosotros, antes de febrero de 1989. 

Volviendo a los 8 primeros; ellos te informan al subir a la red, sobre las noticias más destacadas, y recién producidas. Está además, la posibilidad de comentarla, según el parecer de cada uno y abrir, si es posible, un ardoroso pero leal debate. Eso siempre dependerá del “gancho” que tenga la noticia, por supuesto. 

El resto, o sea los otros 75, lo utilizan para subir fotos de sus hijos, en multi-variadas posiciones, vestimentas, lugares y tipos de sonrisas. Todas graciosas y simpáticas. Luego los que prefieren los recuerdos de casas antiguas, visitas en sus vacaciones, festejos de cumpleaños, bodas, bailongos diversos, “festicholas” en discos de onda. 

Propaganda de ropa deportiva, cursos de capacitación de diversa índole, fotos de comidas típicas, de los más variados postres, flores y animales de todo tipo, pelo, raza, especie y maña. Invitaciones a participar en encuentros políticos de distinto color, bandería e ideología. Fotos de señoras exhibiendo con orgullo sus panzas hinchadas, casi a punto de dar a luz. 

Todo este arsenal mercachifle, que a mi modesto entender, ha bastardeado la idea original, y que trunca las infinitas posibilidades que tiene esta tremenda herramienta. Es una pena que esto sea así. Pero a mal tiempo buena cara. Y pensar que hay gente que tienen más de 4.000 “amigos”. No veo el sentido de coleccionar tantos nombres si no se puede tener un contacto algo más personal. 

Al final, la promoción de mi blog, que pensé sería brillante, se vio frustrada, ya que de las 10.200 visitas, que he tenido, solo 33 lo han hecho por vía de la red social. Es decir nada. Otra cosa molesta es el condicionamiento a ciertos esquemas fijos que existen dentro del perfil, y no permiten que te salgas de él. Por ejemplo, me preguntaban que tipo de juego electrónico me gustaba. 

Solo tenía 8 juegos electrónicos para elegir, nada más. Pero cuando escribí que solamente me gustaba jugar al doctor, con mi vecina, el programa de la red me lo rechazó de plano. En fin, no estoy conforme para nada. Así que he resuelto hacer una muy buena limpieza de fondo y me quedaré solo con los contactos que realmente valgan la pena y me aporten algo de más de sustento que un simple saludito de compromiso cada tanto y de manera forzada. Caso contrario, crearé mi propia red social a la que llamaré: MONGOBOOK. 


1 comentario: