En los últimos 30 años, el nivel de lo que ahora se ha dado en llamar Contaminación Sonora, ha crecido hasta el infinito, quizás en la misma proporción que el respeto, la consideración y los valores morales se han reducido.
Con el paulatino aumento de la población, en los centros urbanos, este problema se fue agravando hasta proporciones realmente impresionantes.
Y aunque las consecuencias de su problemática no se detectan de inmediato, con el correr del tiempo, va irremediablemente impactando de un modo directo en la calidad de vida, tanto de una persona como la de una comunidad.
Los primeros signos que se pueden apreciar a simple vista, serán un acelerado incremento en los niveles de estrés, por lo que con seguridad generará un pésimo mal humor.
Esto por lo tanto, motivará espontáneas peleas entre amigos, parientes, compañeros de trabajo e incluso enfrentamiento con los vecinos, por cosas pequeñas y sin sentido.
Una vez que nuestra psiquis lo adopta, ya lo deja de rechazar, hasta tal punto que lo que antes parecía un ruido espantoso ahora será tomado nada más que como un simple “sonido de fondo”. Casi tan natural como el canto de los pájaros a la mañana.
Ahora bien, convengamos que aunque sonido y ruido parezcan tener un mismo significado, en realidad no lo tienen. El sonido es aquella vibración que estimula el órgano del oído.
Mientras que ruido es una perturbación sonora, periódica, que resulta de una mezcla de sonidos discordantes que provocan una sensación sonora desagradable al oído.
Por lo tanto, la contaminación sonora es el producto de todos aquellos sonidos ambientales nocivos con que es bombardeado nuestro oído. Los orígenes de la contaminación acústica provienen de distintas fuentes, dentro de una sociedad altamente ruidosa y a la que pareciera que este fenómeno, de los últimos 30 años no le importa en lo más mínimo.
Es que posiblemente por ignorancia o estupidez, desconoce los peligros que esta nueva plaga le puede llegar a traer a su salud.
Casi el 75 % de la actual contaminación sonora proviene de los vehículos de motor, luego le seguiría muy lejos, a las industrias con un 8 %, a continuación los ferrocarriles con un 7 %, con un 6 % a bares, locales públicos, pubs, talleres industriales, estadios de fútbol y finalmente con un 4 %, a taladros neumáticos, motocicletas con escape libre, autos con equipos de sonidos a todo volumen, estallido de pirotecnia o sirenas policiales, ambulancias o de bomberos.
Pero en los barrios, contra todo lo pensado, al menos hace 30 años atrás, cuando aquellos eran sinónimos de una total paz y tranquilidad. Hoy es mucho más ruidoso que el mismo centro de cualquier ciudad.
Los vecinos no dejan de quejarse por el constante bombardeo de ruidos molestos durante las 24 horas del día.
Ruidos de motores y motocicletas ruidosas a altas horas de la noche, Aire acondicionados o ventiladores de techo muy bochincheros. Vecinos desconsiderados y bastante sordos que ponen sus equipos de audio a todo vapor, en horarios bastante inoportunos. Las obras en construcción también contribuyen para hacer de las suyas.
No hay que olvidarse el largo ulular de las alarmas de autos y locales comerciales que pueden durar un buen tiempo, hasta llegar a ser desconectadas, ante cualquier falso aviso.
Aullidos lastimeros o ladridos de todos los perros de la manzana ante cualquier individuo que pase por la vereda.
No hay que descuidar que a medida que se acerquen las fechas patrias o las fiestas de fin de año, la cantidad de petardos y demás artillería pirotécnica, se irá desplegando por todos los rincones de la ciudad.
Pero no solo los seres humanos pierden su calidad de vida y se estresan, también las mascotas y todos los animales que conviven en el mismo hábitat. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OSM), el nivel máximo de sonido tolerable por los animales y seres humanos no puede superar jamás los 70 decibeles.
El oído de los seres humanos tiene una capacidad limitada para soportar determinados niveles de ruido, pero desgraciadamente este sobrepasa lo tolerable en algunas ciudades, llegando a superar incluso los 120 decibeles.
Es por ese motivo que muchas especies de aves han desaparecido por completo de los parques y jardines públicos.
Y las personas que sean expuestas a una mayor cantidad de decibles, por un tiempo prolongado, pueden llegar a tener graves consecuencias para su organismo.
Entre las enfermedades ya reconocidas hoy en día, a consecuencia de la contaminación sonora, pueden encontrase unas 40, aunque existen también una indeterminada cantidad de trastornos de orden somático que también deberían integrase a dicho grupo.
Entre las enfermedades más conocidas a consecuencia de la contaminación sonora pueden ser trastornos hormonales, falta de concentración para el aprendizaje, dificultades para conciliar el sueño, un incremento constante del estrés, evidentes signos de depresión, afonía y disfonía, clara muestra de problemas cardiovasculares, fatiga auditiva, dificultades auditivas que van desde la disminución de la audición-fatiga-hasta la sordera.
No hay que olvidarse que el primer efecto causado por el ruido, en un individuo, es el cambio brusco de comportamiento, ya que de inmediato se presentarán la irritación, la ansiedad, la angustia, que traerán como una consecuencia directa a la gastritis, ataques asmáticos, migrañas y cambio humor.
Con la desaparición casi total del follaje en las grandes ciudades, ha permitido que se destruya una gran barrera natural, que en cierta manera amortiguaba los efectos más graves y dramáticos de la contaminación sonora.
Por desgracia, todas las hermosas leyes ambientales, gozan de buena salud en los papeles, pero casi nunca son aplicadas con el rigor que deberían tener.
Mi recomendación personal es que si usted logra reconocer alguno de estos síntomas en usted o alguien de su entorno cercano, no dude un solo instante en acudir a su médico de confianza. Mucho mejor es prevenir que curar.
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