viernes, 2 de octubre de 2015

EL ROMANTICISMO ESTÁ MUERTO

Nunca estuve muy de acuerdo con aquella frase pomposa y almidonada, que se les atribuye generalmente a los adultos mayores nostálgicos de los buenos momentos pasados. Esa frase decía que “siempre toda época pasada fue mejor”.

Analizándola muy fríamente, hasta me resulta bastante estúpida, el tener que comparar períodos de tiempo, totalmente distintos, ya que cada uno de ellos tiene su propio y particular encanto. 

Ya que puedo elegir de cada uno de ellos hechos positivos y negativos. Les puedo dar un ejemplo. 

En la época del Renacimiento, el talento estaba casi a flor de piel, en la mayoría de los países europeos. 

A donde uno fuese se encontraba con artistas de todas las disciplina. Sin embargo, nos encontramos que todo lo que fuera salud, era una verdadera tortura. 

Extracciones de piezas dentarias sin anestesia y con un primitivo arsenal de herramientas sin ningún tipo de asepsia. No quieran saber que sucedería con una apendicitis o una herida de guerra, cosa muy frecuente en ese tiempo. 

Tampoco la higiene personal era muy tenida en cuenta; por dos motivos fundamentales. 

Primero porque mirarse su propio cuerpo era pecado y segundo era muy problemático contar con agua corriente. No todos tenían acceso a un río o un arroyo en las cercanías de sus casas. 

Digamos a favor de esa época pre-industrial que todos los espejos de agua no estaban contaminados, viviendo en ellos una rica fauna de peces. 

No existía la tala indiscriminada de árboles, del mismo modo que los agro-químicos tampoco descomponían el ecosistema y por lo tanto, la capa de ozono estaba totalmente enterita.

No había chimeneas arrojando humo tóxico ni plantas atómicas con fuga de de material de baja radiactividad, pero igualmente peligroso. 

Por lo tanto, como antes había dicho, cada época tiene su propio encanto, del mismo modo que lo tiene para el ser humano, que lo aprecie. 

Sin embargo con el correr del tiempo, he podido comprobar como se fueron perdiendo, uno a uno, valores éticos y morales, muy importantes en un tiempo y que ahora tienen tanto valor como el costo de un pasaje mínimo en ómnibus. 

Esto se le atribuye probablemente, a un mundo que se ha vuelto perdidamente materialista y que desecha totalmente, cualquier toque espiritual. 

Y ello es más notado, en el trato interpersonal, entre hombres y mujeres. 

El viejo arte de la seducción ha caído definitivamente en desuso y todo se ha vuelto demasiado grotesco y directo, quitándole todo ese halo de misterio que este tenía. 

Esa aventura maravillosa que proporcionaba a un hombre tener que seducir a una mujer y esta, jugar con él, en un sutil combate de habilidad y estrategia. Del mismo modo que lo hacían ellas, pero usando la sutileza y la astucia como sus principales armas. 

Sin permitirle al varón adivinar, que era precisamente ella quien tomaba la iniciativa. Hoy eso ha quedado muy atrás. 

Ahora todo es más directo, sin esa maravillosa gracia, pudiendo por momentos, resultar tan burda y grosera que ya quita todos los deseos de conocer a alguien. 

También es muy probable que luego de la Segunda Guerra Mundial, la mujer, habiendo logrado muchas reivindicaciones sociales, hasta esos momentos negadas, quiso equipararse. 

Pero no con un espíritu de igualdad sino más bien como un acto de competitividad y revanchismo, en contra del hombre. 

Muchos siglos de sometimiento a las pautas machistas, provocaron, en ellas, un exceso. 

Tal vez justificado, por tantas arbitrariedades cometidas en su contra, comenzando entonces una etapa de rebeldía. 

A fines de la década del 60, las jóvenes universitarias quemaban sus corpiños como modo de protesta, pero también criticando la confección de una prenda femenina por parte de varones que pensaban en un jugoso lucro, pero no en la comodidad de ellas.

Luego vendría la revalorización de sus cuerpos, al acortar sus faldas, y quitar enaguas a su ropa. 

Sus trajes de baños se fueron haciendo cada vez más pequeños, dejando ver, una superficie de piel tal, como nunca antes había sido vista en público. 

Pero no solo se fue liberando poco a poco de todos los prejuicios que la sociedad le había inculcado y que esa misma sociedad le recriminaba. 

También comenzó a ser económica y financieramente autónoma, logrando independizarse del poder monetario del varón. 

A partir de allí las cosas comenzaron a mutar el estilo de vida conservador que se tenía. 

Un ejemplo claro de esto fue la pérdida de un montón de códigos establecidos. 

Cuando se iba a buscar a una chica a su casa o la encontraba en un baile, el varón estaba muy bien arreglado, usando lo mejor de su ropero. 

Hoy día las chicas también siguen coquetas y femeninas, pero los varones se visten como mendigos reciclados. 

En otro momento, las mujeres lo hubieran mandado a cambiarse, pero hoy la competencia entre ellas es mayor que hace 30 o 40 años atrás. Por lo que no les queda otra cosa que resignarse. 

Los llamados “bailes lentos” han desaparecido, por lo que ya no existe dialogo en la pareja y mucho menos la seducción de tener a una mujer tomada de la cintura. 

Ahora solo se baila suelto y con coreografías que bien semejan estar tocando un cable pelado de 220 voltios. 

Eso sin contar que se corre el riesgo que durante el baile en la pista, la señorita quede embarazada. El refregarse con ritmo uno contra el otro, es lo más anti-romántico que he visto. 

Tampoco puedo observar que se les envíen flores a sus novias, ni que les escriban cartas o esquelas de amor. Algo que parece haber quedado solo restringido a los museos. 

No se les cede más el asiento a las mujeres, y no porque estén embarazadas sino por simple caballerosidad. 

También es seguro que al subir un ómnibus o un ascensor, los varones no le cederán más el paso. 

La tecnología destruyó totalmente la comunicación entre los seres humanos, quienes prefieren comunicarse a través de un aparato que personalmente. 


Tanto como que ellas eligen mostrar más pechos y nalgas en las fotos de sus perfiles, en las redes sociales, pensando mucho más en una próxima aventura sexual que en atraer a alguien con una sonrisa sincera y unos ojos bien expresivos. Por eso sostengo que el romanticismo está bien muerto. 

4 comentarios:

  1. Un muy buen artículo, felicidades por ello.

    Alguien me dijo una vez " la gente no está preparada para vivir sin normas" no puedo sino darle la razón; Al desaparecer los valores personales e instalarse la igualdad (ojo, estoy totalmente de acuerdo con la igualdad, pero no con subirse a la 'chepa' de nadie) la gente y sobre todo los chavales 'nini' confunden la libertad con el libertinaje, y yo ahora me pregunto ¿dónde están esos padres que deberían inculcar los valores a sus hijos? esos valores que harían que el romanticismo resurgiera y recuperásemos un poquito esos valores que en verdad nos daban felicidad en los pequeños detalles.

    Saludos.

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  2. Réquiem por el romanticismo...
    Sí, está bien muerto, y enterrado...
    A veces aparecen unos chispazos de gentilezas, caballerosidad o llamémosle "romanticismo", pero sólo en gente de nuestra generación...La demás, no tiene ni idea cómo conquistar un corazón femenino... Las mujeres somos independientes, es verdad, hasta financieramente algunas, otras profesionalmente, pero, aún muchas sueñan con el Príncipe azul, ese mismo que destiñe a la primera lluvia...
    Creo, que es justamente la gente de nuestra generación la que por muy ocupada que andaba ganando "independencia", olvidó traspasar a la siguiente generación: NUESTROS HIJOS, un ápice de humanidad, conciencia, y algunas reglas básicas de cómo comportarse instinto gregario mediante... :'(
    Pero, sí, Ricardo, cuánto añoramos esa época pasada tan viva aún en nuestra memoria.... ;)

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  3. Me ha gustado mucho esta reflexión si se le puede llamar así, deja mil posibilidades de pensar e ir más allá de toda percepción. Gracias por esta posibilidad de pensarnos, aunque no estoy totalmente segura de que todo tiempo pasado haya sido mejor.

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