Esta es una de las expresiones más bajas, sucias y prejuiciosas que existen en nuestro idioma castellano.
Por desgracia está tan difundida y empotrada en la mente de la gente que es muy difícil desterrarla. Ya que etiqueta y expone a toda persona mayor a la vergüenza y el escarnio público.
Es muy lamentable que esto ocurra, pero también es inevitable en cualquier sociedad que haga culto de la juventud y la lozanía del cuerpo.
Ahora bien, se usa la expresión de “viejo verde” para identificar aquellos hombres que superan los 65 años y se dedican a acosar a las jovencitas con piropos subidos de tono y que son impropios de una persona de edad madura.
Pero que también les coquetea o las ve con una mirada sumamente lujuriosa hacia las mujeres ostensiblemente más jóvenes que él.
También se dice eso de las personas mayores a los que les gusta abordar temas de sexo tomado de revistas, películas, chistes o de la vida diaria.
Debo aclarar que esta expresión también se aplica a las mujeres mayores que miran a los jóvenes galanes.
Pero con la salvedad que ellas saben disimular perfectamente sus caras y embates de “calentonas” mucho mejor que los varones.
Estos demuestran una supina torpeza y una falta total de tacto. Tal vez porque al varón, la sociedad siempre le permitió casi todo su proceder, demostrando así, a nivel inconsciente, toda su virilidad intacta.
Pero al llegar a la tercera edad y su capacidad y rendimiento sexual sensiblemente disminuidos, él lo notará y entonces este lo reemplazará con cierto tipo de acometidas y bravatas.
Sabe que positivamente será rechazado una y mil veces, pero aunque lo repudien o le pongan “cara de asco”, no desistirá.
Está en su naturaleza animal, además que en el riesgo siempre estará la ganancia, al menos eso dicen.
Pero antes debo hacer una pequeña, pero importante aclaración; estoy hablando de personas mayores comunes y silvestres, con un ingreso medio que apenas le permite mantenerse y solventar todos sus gastos, incluida su larga lista de medicamentos.
Ahora bien teniendo un buen dinero en su cuenta de banco, estará en la categoría de recio galán maduro.
En caso de ser más pobre que un ratón, será simplemente un viejo rabo verde.
Mirando al tema desde otro ángulo tenemos que cualquier persona, varón o mujer que vea como su lozanía, su juventud o su vitalidad se le escurren con el mero transcurrir del tiempo, comienza a desesperarse.
Eso hasta que acepte su nueva condición, cosa que no es muy fácil. Probablemente sea un paso tan violento como fue de la infancia a la adolescencia,
Solo que en aquella etapa de confusión, cada día se sentía más y más poderoso. Mientras que con la vejez nacen ciertos temores que antes no los sentía.
Temores como caminar mucho más lento por miedo a caerse y fracturarse. Temores a ser rechazado por creerlo inútil para ciertos trabajos que antes los hacía con los ojos cerrados.
Temores a no poder complacer o satisfacer a una eventual pareja.
Porque eso sí, el cerebro sigue funcionando a mil por horas y por lo general con una gran claridad, pero el resto del cuerpo no siempre responde a las órdenes que aquel le imparte.
Y eso lo hace un ser totalmente inseguro, por más pastillas azules que tome.
Si bien en la antigüedad el hombre mayor que buscaba una relación con una jovencita era bien visto, al menos en todas las culturas antiguas.
Para los autores como Baltasar Gracian (1601-18579 "los clásicos antiguos calificaron de “verde” a la ancianidad vigorosa, de primavera tardía, sin achaques notables [...]
Pero como a esos viejos afortunados les aguija aún la libido, jugueteando con el adjetivo verde se le añadió en seguida el rasgo irónico de la malsana lascivia”.
Pero fue a partir del siglo XVIII cuando nace aquello de “viejo rabo verde” al que se lo utilizaba como un insulto o un modo muy despectivo, para desaprobar ciertas conductas lujuriosas de las personas ya entradas en años.
A partir de ahí, el término se hizo muy popular usándose muy frecuentemente en el lenguaje cotidiano de hoy en día.
Pero como antes dije, las mujeres tampoco se salvan de la denominación de “viejas verdes”.
Con la llegada de la liberación sexual femenina, a partir de la década de los 60, del siglo pasado, estas tomaron la iniciativa en muchos campos, que hasta hace 70 u 80 años atrás les estaba totalmente vedado.
Hoy existen clubes para mujeres donde desnudistas masculinos hacen sus delicias visuales y cuando pueden, realizan algún que otro pequeño acoso, al actor, poniéndole forzadamente su teléfono dentro de su bóxer, junto con un jugoso billetito.
Pero la cosa no para por allí, ahora la moda es hacer lo mismo pero en cumpleaños de amigas o bien en las despedidas de solteras.
Ahora las mujeres los reciben disfrazados de policías, bomberos o tal vez médicos ginecólogos.
Todo en medio de un griterío ensordecer y manitos que quieren tocar y tocar.
Como antes dije, es muy difícil distinguir a una vieja verde de las que no lo son, ya que las mujeres de por sí son mucho más disimuladas que los varones.
Ellas con un rápido vistazo con el rabillo del ojo, ya inspeccionaron nuestras nalgas y lo que haya de abultado en la entrepierna.
Y su única forma de exteriorizar su impresión agradable o desagradable es una simple sonrisa pícara o bien de lo contrario sacando la lengua, cuando sabe que no es observada.
Mientras que con el varón, esta es una historia completamente distinta.
Antiguamente, el “viejo verde” estaba estereotipado en un ancianito que lucía una vieja boina negra, su inseparable bastón y unos gruesos antejos, con el marco negro.
Que por lo general se los encontraba en las plazas, dándole de comer a las palomas, esperando a que pasase alguna jovencita como para largar alguna osada frasecita.
Hoy día ya no se visten así y hay muchos más lobos disfrazados de corderos que antes, pero totalmente mimetizados.
Pero eso sí, existe un lenguaje corporal que los identifica desde 300 metros.
Por ejemplo, en el mismo momento que pasa una jovencita de atractiva silueta, se quedan con los ojos desorbitados, una sonrisa media libidinosa y posiblemente escurriéndole saliva por la comisura de los labios.
Probablemente su piel se le ponga de un color verde que tanto los identifica y caracteriza.
También se le puede escuchar algún que otro silbido o bien ciertos aullidos andropáusicos.
O largar a quemarropa frases como ¡Hola nena como estás!- ¡Qué bonita que sos!-
Recién cobré la jubilación, ¿No queres venir a pasear conmigo?. O una serie de piropos bien pasados de modo, acompañados de diversos sonidos guturales.
Intenté darle una visión menos trágica del llamado viejo/vieja verde y espero que haya sido de su completo agrado. En fin…
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