Nos pasa muchas veces que desfilamos mil veces por un lugar y ni siquiera reparamos en algo que si debería llamarnos la atención.
Todo aconteció luego del incidente en el Semanario Charlie Hebdo, cuando empecé a tomar conciencia de cómo la gente confunde cierto tipo de conceptos, no sabiendo si es por ingenua o por mal intencionada. Medida que aún no he podido calibrar.
De la tan famosa libre expresión, a la falta total de respeto, existe solo una línea muy delgada, que divide lo correcto de la ofensa y el insulto gratuito. Muchos confunden libertad con hacer lo que se les viene en ganas y en realidad las cosas no son así.
Incluso los animales nos dan un verdadero ejemplo de respeto cuando ellos viven en sociedad. Tal el caso de los lobos, elefantes, leones y ni que decir de las hormigas y abejas.
Sin embargo, los seres humanos que se jactan de tener raciocinio y la mayor inteligencia sobre este planeta, no sabe convivir con sus semejantes. Voy a ir citando ejemplos así, al azar, sin ningún orden específico, solo a medida que los voy recordando.
Empecemos con cederle el asiento a una mujer embarazada, en un ómnibus de pasajeros. Pareciera que fuera eso un verdadero pecado.
Tenemos muchos irrespetuosos, cuando estando sentado a la mesa, el resto de los comensales, en vez de comer o conversar con nosotros, tiene su vista pegada a la pantalla de su celular, mientras sus dedos no dejan un segundo de digitar.
Estamos en la fila del banco y está lleno, sin embargo alguien salido de la nada, se coloca delante de nosotros, como si estuviéramos dibujados.
Porque mi vecino tiene un acontecimiento social en su casa, debo imperiosamente soportar que su equipo de audio, me aturda toda la noche.
Que toda la basura de su patio y jardín aparezca mágicamente esparcida en la vereda de mi casa.
O por una de esas casualidades, se le haya ocurrido prender una fogata para quemar todas las hojas secas y el humo blanco y espeso se cuele en mi garganta y mis ojos.
Cuando en lo mejor de tus sueños, pasa por la calle, un automóvil con su equipo de sonido a todo volumen o bien alguna perdida motocicleta, con el escape libre, que nos sobresalta y termina ya con nuestro bendito sueño.
El enorme perro del vecino que no deja de ladrar todo el santo día y que nos tiene ya, con todos los nervios de punta.
Sin embargo, es el mejor de todos los vecinos, por su comportamiento, pero su perro es inaguantable.
Otra gran falta de respeto es cuando le hablas a una persona y ella no deja de rumiar un chicle, masticando con la boca abierta, como si fuera una vaca, comiendo su pasto.
O cuando viene el ómnibus y los varones atropellan la fila, dejando que las mujeres asciendan en último lugar.
Cuando alguien recibe una llamada a su celular y nos hacer partícipe de una conversación que no nos interesa ni deseamos escuchar. Sería de buena educación retirarse al menos un par de metros, solo por delicadeza.
Es muy común ver, en las redes sociales, que cuando existe un tema polémico, uno de los participantes, por lo general intenta desmerecer los conocimientos del otro, no con argumentos válidos, si no con insultos o bien frases irónicas hirientes.
Esto mismo nos conduce a preguntarnos si nuestra sociedad está realmente preparada para lidiar con el disenso.
Cuando alguno se jacta de haber matado a un animal silvestre, solo por el gusto de sacarse una foto, muy al estilo “Indiana Jones”, privando al mundo de la vida de un ser totalmente indefenso. O bien torturar a cualquier animal domestico o silvestre, en un sádico maltrato que no se justifica.
Las corridas de toros, las peleas de gallo o de perros son una total falta de respeto hacia la dignidad, no solo de los mismos animales si no también a todos aquellos quienes amamos toda forma de vida.
Cometer faltas de ortografía, forma parte de aquel bagaje de cosas, que constituyen parte de la personalidad de cada uno. Sin embargo dependiendo de la sensibilidad personal, puede llegar a ser tan ofensivo como hablar con alguien que tenga mal aliento o bien que se encuentre a nuestro lado y no haya pensado utilizar un desodorante a bolilla.
Es irritante observar que cuando llega un paciente de urgencia a un centro de salud, lo llenen con preguntas estúpidas, especialmente cuando los segundos cuentan y la vida de ese ser se encuentra seriamente comprometida.
A eso se le debería sumar el maltrato que muchas recepcionistas prestan a los parientes del accidentado, que de por sí, ya se encuentran totalmente fuera de sus cabales.
Es una total falta de respeto que alguien discuta sobre tus convicciones, tanto religiosas, políticas, espirituales, sexuales e inclusive preferencias deportivas. Existe gente empecinada siempre en querer torcer tu brazo y convencerte que lo tuyo no sirve y lo del otro, siempre es mucho mejor porque es sencillamente la “pura verdad absoluta”.
Los motociclistas que con su alta velocidad en las calles, prácticamente no te dejan cruzar de vereda. Y no hablemos en la ruta donde te pasan al doble de tu velocidad, zigzagueando endemoniadamente.
Te pasan por la derecha o por izquierda, según les convenga. Pero si llegase a existir un pequeño error de cálculo al sobrepasarte, seguro que le echará directamente la culpa al conductor del vehículo.
Un capítulo aparte lo merecen los conductores alcoholizados, que ya no solo pueden ser catalogados de irrespetuosos, si no simplemente de potenciales asesinos.
Solo en Paraguay, un país con casi 7 millones de habitantes, el Estado gasta, solo en el área de atención médica primaria, cirugía estética y rehabilitación, unos 1000 millones de dólares anualmente.
Es imposible olvidarse de tus vecinos haraganes, que no cuidan sus predios y dejan sus patios, llenos de recipientes con agua. Ellos irresponsablemente están contribuyendo a la difusión del dengue y la chikungunya, ambas epidemias siempre latentes, por estas latitudes, y que no termina por asustar a la gente.
Como ya dije en varias oportunidades, la falta de respeto tiene mil caras y aquí he presentado las que han venido a mi memoria, pero seguro que quedan muchas más, olvidadas pero nunca perdonadas.
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