Como dije antes, en la primera parte, que solo había hablado de tener sexo y no de hacer el amor, que son dos cosas totalmente distintas.
Y espero explicarlo de una manera muy sencilla, como intento hacerlo, la mayoría de las veces. Algunas personas pueden alegar que casi no hay mucha diferencia, especialmente a nivel físico, donde es casi lo mismo.
Pero si lo analizamos desde el punto de vista emocional, pasional o bien mental, son completamente muy diferentes.
Por lo general tener sexo no es un hecho espontáneo, que tu ocasional compañero de cama no sea ni tu novio, ni siquiera tu amigo o conocido.
A veces el alcohol y la noche influyen mucho en la decisión de hacerlo. Aunque debe tomárselo generalmente como un simple impulso hormonal.
Existen ocasiones especiales, donde uno/a se acuesta con alguien sin ningún tipo de compromiso, y esto, de ser placentero, puede convertirse en el desayuno y una posible repetición de la noche anterior.
Es mucho más común tener sexo que hacer el amor, aún con tu propia pareja. Ya que estando estimulado/a física y emocionalmente podrá hacerlo en menos de diez minutos, como una simple descarga de estrés.
Sin embargo es probable que extrañen el verdadero arte de hacer el amor y por lo tanto valorizando aquella relación llena de pasión, donde se pone todo de uno/a durante toda la noche.
Hacer el amor no es de ningún modo un hecho espontaneo, al contrario, se planea por adelantado y donde existe un cierto juego erótico previo.
Donde todo se hace con un cierto temor a no poder complacer a la pareja. Cosa que no tiene mucha importancia cuando solo se tiene sexo.
Las primeras veces, los cuerpos no encuentran bien su espacio ni tampoco el ritmo que lo acompañe la música que ambos sienten en su interior.
Esa primera vez la torpeza hará que no encuentren la posición adecuada, sin embargo, los sentimientos que ya existen de por medio hará que esto sea un detalle insignificante.
Habrá más oportunidades para entenderse mejor.
Mientras que las parejas que se plantean tener solo sexo, esto no les molesta en lo más mínimo, y existe una gran posibilidad que él o ella le hagan saber a su eventual pareja, su insatisfacción.
Otra característica que diferencia hacer el amor de tener sexo es el escenario que se destine a la acción.
Si vas a tener un coito en una habitación llena de velas, que tenga una cama cubierta de pétalos de rosas y una gran tarjeta que recuerde ese sublime momento, seguro que estarás haciendo el amor.
Pero si lo intentas en el asiento trasero de un auto, en el depósito de un supermercado, en el baño de un tren o tal vez un ascensor, no me cabe duda que eso sea solo sexo.
Tener sexo o el amor en la playa, en medio de un bosque o en la playa podría sonar muy tierno y hasta pasional, sin embargo se los considera a esto como una zona gris.
Hacer amor incluye una complementación de los cuerpos que se caracteriza por tener orgasmos múltiples, muchas caricias y besos en cantidad más que suficiente.
Pero por sobre todo una necesidad imperiosa que juntos se relajen tomando la famosa posición de la cucharita y luego dormiten bien apretaditos.
Ya comenté aquello de los sitios ambiguos que nos indican que es una zona gris o sea totalmente indefinida.
Pero también existen amistades que encajan con este mismo perfil. A esta clase de ambigüedad se le llama “amigos con derechos”.
Es una delgada línea que separa el sexo del amor y que en determinado momento, torna a la relación, realmente muy complicada.
Este tipo de relación es provocada por una fuerte atracción puramente sexual, solamente que algo así, no tiene mucho futuro a largo plazo.
Muchos confunden a sentirse atraído por una persona del sexo complementario con tener un simple deseo físico. Pero la cosa cambia radicalmente si aparecen sentimientos de por medio.
Estas relaciones sin compromisos se parecen mucho a los videos porno.
Muestran una variedad infinita de juegos eróticos, que deslumbran al principio, pero que con el correr del tiempo se vuelven rutinarios y repetitivos.
O incluso hasta se vuelve muy aburrido como hacer gimnasia estando solo. Tanto uno como el otro es una búsqueda constante de satisfacción personal y donde no existen fórmulas mágicas.
Dos mujeres o dos hombres nunca responden del mismo modo, a los estímulos, por lo que esa permanente búsqueda, es lo que mantiene el misterio de ambos. La verdad es que el secreto de todo este enigma no se encuentra en los genitales, sino dentro de la profundidad de nuestra mente
Ahora bien, hace bastante tiempo que se sabe que varones y mujeres reaccionan muy diferentes al deseo. Por empezar las mujeres se empeñan en que todo tiene que estar perfecto. Lugar propicio, escenario correcto, música adecuada, un toque de misterio y una buena dosis de romanticismo.
Mientras que para el hombre todo esto es considerado como un simple detalle. La mujer que se muestre bien femenina necesita una buena preparación, que incluirá una profunda depilación, hasta en las zonas más impensadas. Mucha crema, perfume y demás implementos de su artillería pesada. Mientras que para el hombre con un buen baño, una afeitada y un perfumado desodorante axilar ya cree estar bien a punto de caramelo.
Por lo general, las mujeres tienen mucho más expectativas que los varones en este punto y se les nota con la ansiedad que manifiestan en todos sus actos. Está totalmente demostrado que el deseo sexual femenino es mucho más complejo que el masculino.
A menos que estén involucrados los sentimientos, que es el componente que diferencia el tener sexo o hacer el amor. De no ser así, la mujer no volverá a tener otro contacto íntimo, con su eventual compañero.
Tanto hombre como mujeres han avanzado mucho en ese largo y espinoso camino sobre lo que es lo bueno y lo malo del sexo. Se han abierto muchos canales nuevos y lo que antes era tabú, como el sexo anal u oral, ahora se atreven a conversar. Sin embargo falta mucho todavía, no por nada el 70 % de las parejas se separan no por problemas económicos sino porque no se entienden en la cama, y esto no es por un simple capricho.
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