Realmente este es un tema muy difícil de tratar, así como querer atrapar a un puerco espín con las manos desnudas.
Especialmente por la enorme dificultad de mantenerse en un estado de total imparcialidad y no mostrar las preferencias por uno u el otro lado.
Pero antes debo aclarar que existe una frase que aún me taladra en mi cabeza, fuera de todas las consideraciones éticas, morales y religiosas sobre el tema.
La he visto en una pancarta llevada por una mujer, que realizaba una marcha de protesta, ante la inseguridad.
Esta decía algo así como: “Prefiero mil veces explicarle a un fiscal porque le hice un agujero en el pecho a un tipo, a que el fiscal y el juez le expliquen a mi esposa y a mis hijos porque me mató un delincuente que había entrado y salido de la cárcel infinidad de veces”.
A partir de esto empezaremos a diseñar los pros y los contras de poseer un arma de fuego, en casa y el verdadero significado de “Justicia por Mano Propia”.
Pero también pensar sobre si vale realmente la pena arriesgar la vida, al enfrentar a un delincuente, a manos limpias, para salvar un bien material, que siempre puede reponerse.
Sin embargo hay momentos donde no es justamente la razón la que impera, si no la adrenalina que fluye a mares por las venas y que impide medir las consecuencias de dichos actos.
No se puede discutir que los índices en cuanto a la inseguridad urbana se han escapado, hasta en los rincones más apartados del planeta Tierra.
También hay que admitir que la fuerza policial se encuentra excedida por los delincuentes. Y estos se encuentran mejor armados y cuentan con un plus sobre aquellos: tienen las 24 horas del día para pensar en fechorías.
Ahora bien, tener un arma en casa, es algo realmente peligroso ya que en el aciago caso de dispararse, no existe marcha atrás.
Y sus consecuencias pueden ser desastrosas. Ya dice un antiguo y conocido refrán: “A las armas las carga el diablo y las disparan los imbéciles”.
Del mismo modo que no es muy conveniente llevarlas en la guantera del auto, ya que nuestro mal humor y la mentada adrenalina puede jugarnos una muy mala pasada.
En caso que en la casa haya niños o adolescentes, el peligro se duplicará, ya que ellos son de buscar entre los cajones de los padres buscando misteriosos tesoros.
No existe en realidad, un lugar seguro para esconderlas. Los jovencitos no entienden la responsabilidad y el riesgo que implica ya, el solo manipuleo de un arma.
Por eso siempre ocurren “accidentes” que involucra a niños que les dispara “sin querer” a su hermanito/a.
Muchos adolescentes deslumbrados con el descubrimiento, quieren impresionar a compañeros de colegio, por lo que la llevan.
Desde ya que causaran un gran revuelo, si son descubiertos. Tampoco podrán explicar fácilmente el motivo de haberla traído para exhibirla.
En estos casos, toda la responsabilidad recaerá en los padres. Pero solo se habló de adolescentes que hacen travesuras, la cosas cambia radicalmente cuando esos muchachos son enfermos y resentidos, entonces puede suceder lo peor. Basta solo con recordar aquellas matanzas en colegios de EEUU.
Aún siendo menor, está cometiendo un delito, y su edad no lo eximirá de esa mancha que repercutirá por el resto de su vida.
E incluso, sabiendo manejar un arma, un niño o un adolescente no tienen el criterio ni el temple necesario como para portarla, ya que su inexperiencia puede ocasionarles una pésima sorpresa.
Como ya se dijo, niños que matan a otros niños y eso nunca puede ocurrir si es que tiene a padres responsables.
Ahora bien, si damos vuelta a todo lo ya visto, y nos preguntamos, en voz muy baja, como para que nadie nos escuche. ¿Por qué no es conveniente que un particular tenga armas, si los delincuentes pueden conseguirlas tan fácilmente?
Y cuando esto sucede los robos estarán a la orden del día. No importa donde sea. Esperando al ómnibus, saliendo de un cajero automático, dentro de un comercio o en su propia casa,
La indignación de perder un bien que tanto nos costó ganar en tiempo y en dinero, hace que muchas veces reaccionemos sin pensar que podemos morir por tan poca cosa. Que la rabia nubla nuestra razón, y el miedo desaparece totalmente, sin medir sensatamente en las consecuencia.
Entonces pelea con el o los delincuentes, buscando recapturar lo robado. Hasta aquí todo en legítima defensa.
Pero si hay un disparo en el medio y uno de los ladrones muere, todo se complicará hasta el infinito.
Del mismo modo que amigos o vecinos del asaltado observan la escena, se mostrarán siempre solidarios e intentaran atrapar al ladrón y cuanto más difícil sea apresarlo, mucho más se intensificará la furia de la turba.
Todos los días podemos verlo en los noticieros de nuestros países. Allí, ciudadanos comunes se enfurecen ante un ladronzuelo, que quiere obtener algo sin tener que trabajar, y su indignación los convierte de buenas a primera en “justicieros”.
Cuando esto se repite una y mil veces, entonces eso nos demuestra el grado de enfermedad en que se encuentra la misma sociedad.
Y esto ocurre porque ha fallado inexorablemente el Estado. Por no cumplir su propia Constitución, con aquello de darle seguridad al ciudadano común.
La justicia por mano propia es la parte visible de la enfermedad, ya que la que se oculta, puede diagnosticar como el Estado se declara impotente en impartir y administrar la verdadera Justicia. Toda la ineficiencia de sus instituciones y que sus leyes no pasan del papel, y eso suponiendo que no sea corrupta.
La justicia por mano propia no controla a las actividades delictivas, es apenas solo un placebo. Pero eso también demuestra la gran insatisfacción popular ante delincuentes que entran por una puerta y salen por la otra.
También resulta sumamente indignante que rateros con más de veinte entradas a las cárceles, circulen tan campantes por las calles, gozando de su libertad.
Pero además, aquello se une a la falta de protección a la denuncia ciudadana, la lentitud en los procesos, el exceso de trámites, el mal servicio a la ciudadanía, y la impunidad percibida o efectiva en relación con casi todos los delitos.
Pero sin olvidar que si uno es atrapado en un caso de justicia por mano propia, deberá pagar una fortuna a un abogado, mientras que el delincuente tiene el servicio totalmente gratuito. Claro, la misma sociedad a la que roba, le paga su defensa.
Ese mismo contrasentido se nota al tener tres comidas diarias gratis y durante su condena, lo pasará haciendo absolutamente nada. O lo que es peor, planeando nuevas tropelías. En resumen, si el Estado cumpliera cabalmente con su función, ni habría ese vacío de poder, se puede asegurar que la justicia por mano propia no sería ya necesaria.
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