domingo, 19 de febrero de 2017

LA LUJURIA NOS INVADE ALEVOSAMENTE

Todos los que me conocen personalmente y los que siguen desde hace varios años estos comentarios, saben que nunca he sido ni pacato ni puritano. 


Todo lo contrario, creo haber sido demasiado osado en algunos temas que a mucha gente le resultaba realmente irritantes tocar. 

Pero siempre y en todos los casos he presentado argumentos de peso, a mi favor y he tratado de ser objetivo. Me encanta el sexo como al que más, especialmente con una pareja con cierta estabilidad. 

Pero siempre manteniendo el equilibrio necesario. El sexo si bien es muy importante en la vida de todo ser humano, ya que negarlo resultaría bastante hipócrita y ser un verdadero cretino. 


Pero aquello es solo es una parte en la vida de cualquier mortal, al menos racional y estable emocionalmente. 


Ahora bien, me gustaría ayudar a que el lector pudiera esclarecer bien sus conceptos, ya que en nuestras sociedades, muchas cosas se hallan juntas y revueltas, prestándose por lo general a la confusión. 


Para entender bien a la lujuria la enfocaremos desde distintos puntos de vista. 


Por ejemplo, la Real Academia Española, nos dice que la lujuria tiene dos acepciones. La primera se refiere a que es: “Deseo y actividad sexual exacerbados”. 


Y la segunda:”Exceso o abundancia de cosas que estimulan o excitan los sentidos”. 

Desde el punto de vista religioso, no se necesita agregar mucho, ya que la mayoría de las creencias, la desaprueban y la condenan. 

Desde la concepción de la psicología, la lujuria es una conducta cuya principal característica es un exceso de apetito sexual, y se la asocia con algunos desordenes mentales que generan una obsesión y un deseo carnal desmedido hacia otra persona. 

Ahora bien, la lujuria participó activamente en cada una de las sociedades de la antigüedad y no era vista con mala cara. 

Eso es debido a que se la tomaba como una forma de sacarse las inhibiciones y poder manifestar libremente cada una de las fantasías sexuales reprimidas. 

Con la llegada de la iglesia cristiana, la lujuria dejó de ser el goce abierto al placer carnal para transformarse en un pecado capital castigado con una vida perpetua en el infierno. 

El cuerpo pasó a ser algo sucio y pecaminoso, por eso los sacerdotes intimaban a los fieles a bañarse con ropa. 

Luego con el puritanismo, se acentuaría el acto de reprimir cualquier tipo de goce sexual, por parte de las mujeres, hasta niveles ridículos. 

Lo más triste del caso, es que la frigidez femenina era alentada, en los albores de la Revolución Industrial, por los primeros e insistentes grupos feministas. 

La mayoría de estos grupos europeos, provenían de las iglesias cristianas, y no luchaban por la igualdad de género o el voto femenino, como lo hacían sus pares norteamericanas, sino por la moralidad y las buenas costumbres. 

Pero lo simpático de todo esto, es que estas multitudinarias marchas, así las califican los periódicos de la época, fueron organizadas por grupos feministas puritanos, cuyos maridos frecuentaban los florecientes burdeles de lujo. 

Estos brotaban como hongos por toda Europa, debido a una nueva clase adinerada que estaba surgiendo con mucha fuerza: la de los nuevos industriales y los comerciantes mayoristas. 

Por otro lado, tenemos a los esposos, que se quejaban y agriamente que sus mujeres, habían sido mal influenciadas, por las distintas iglesias, quienes les sacaron el gusto al placer carnal y por eso concurrían a los lujuriosos burdeles. Sea esto verdad o no, la lujuria siempre estuvo presente, dando su toque de color. 

La única arma que tiene cualquier sociedad para defenderse de la lujuria, es su amplio rechazo a esta práctica, en cuanto esta deja la intimidad de las 4 paredes y el consentimiento de ambas partes. 

Es prioritario atacar de lleno, los altos índices de abusos sexuales, provenientes de esta conducta. 

Ya que así lo indican las estadísticas actualizadas de la Organización de las Naciones Unidas. 

Pero es en los países llamados del Tercer Mundo, donde el presupuesto de Educación no contempla la creciente demanda de concientización en contra de los actos de lujuria. 

El problema es que ellos no lo ven como algo malo, cosa que sinceramente es verdad, si es que se lo circunscribe a un tema eminentemente privado. 

Pero las sociedades se han sexualizado tanto, que ya no llama absolutamente la atención, ver una novela televisiva, donde los protagonistas finjan tener sexo, no importándole a nadie si es o no horario de protección al menor. 

Que las nenas de 11 o 12 años se vistan como de 20, haciendo una muy sutil demostración de orgullo preadolescente al lucir sus muy recientes pechitos. 

Mientras tanto sus padres prácticamente no existen. Como decía mi abuelita “carne para los tiburones” y para los traficantes de niñas.

Quienes se estacionan en todos los centros de compras, justamente para eso, a la espera de inocentes víctimas para un mercado ávidos de vírgenes. 

Como dije anteriormente, la lujuria en la pareja es buena mientras ambos estén de acuerdo y no salga de aquellas 4 paredes. 

Pero en este mundo mercantilizado la lujuria también es un negocio y como tal vende mucho más que la droga y el tráfico de armas, con la salvedad que si te atrapan, las penas son sensiblemente menores que las otras. 

Ese bombardeo visual y auditivo constante de lujuria sobre todos nosotros es realmente agotador y por desgracia no tenemos ningún tipo de defensa ante el ataque masivo del mal llamado “erotismo duro”. 

Que de una manera u otra es una forma muy retorcida de pornografía encubierta. Si recordamos la definición de lujuria, dice que también lo es: ”Exceso o abundancia de cosas que estimulan o excitan los sentidos”. 

A la lujuria le sigue muy de cerca a la pornografía, y esta mercancía nos conecta directamente con el morbo que resulta ser algo bien llamativo y que despierta fuertes emociones a cosas desagradables, crueles, prohibida o que va contra de la moral establecida. Por lo que el sexo y el morbo pasan a ser los verdaderos protagonistas de nuestro día a día. 

Es imposible dejar de no ver a la lujuria, a menos que se encuentre varado en una isla desierta al más puro estilo aventurero de Robinson Crusoe. 

Pero no siendo así somos diariamente ametrallados con miles de imágenes muy provocativas que en determinado momento produce hastío, saturación e incluso fastidio ante el sexo. 

Mi preocupación nunca fue hacia los adultos, sino como reciben toda esta información las criaturas y los preadolescentes, quienes son mucho más sensibles, indefensos y permeables que los mayores.

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