sábado, 16 de julio de 2011

DETRÁS DE LA SOJA… Viene la miseria y la desolación

El suelo paraguayo en diez años, ya da los primeros ejemplos de la desertificación y un grave envenenamiento del suelo y napas a causa del peligroso glifosato. Como es un monocultivo, ha hecho que se deje de plantar otros rubros que ahora hay que importar. 


Aunque parezca mentira, para tener una plantación de soja con buen rendimiento, se debe infringir todas las leyes ecológicas que existen. De esta actividad solo pueden ganar unos pocos, y precisa una mínima mano de obra, ya que todo lo hacen las máquinas.  


En esta nota especial, queremos mostrar a nuestros lectores, que el “boom” de la soja no es tal y que los perjuicios que causa, puestos en una balanza, son mucho más que los beneficios. 

Para que los ejemplos sean claros y contundentes, mostraremos lo que el monocultivo ha hecho con Argentina y Brasil, y eso deberá de alertar a Paraguay, para que no siga cometiendo el mismo error y tengamos que pagar demasiado caro, una calamidad ecológica imposible de revertir. 


Por suerte, aún estamos a tiempo y podemos dar marcha atrás, siempre y cuando haya decisión política. No eliminar, pero si acotar las zonas e impedir que los cultivos sigan avanzando por todo el territorio y se abandonen otros cultivos tradicionales paraguayos, como el algodón, que cada año se planta menos y ya se comienza a importar, dado que la falta de materia prima, les está causando fuertes dolores de cabeza a las desmotadores.

ANTES “GRANERO DEL MUNDO”, HOY REINA LA POBREZA 


Argentina comenzó en 1988, con las primeras plantaciones de soja transgénica, en la provincia de Santa Fe y sur de Córdoba. Era todo artesanal y solo fueron sembradas apenas unos cientos de hectáreas como prueba. Hoy día, se ha colocado como el tercer productor mundial de soja transgénica, después de Brasil y EEUU, con la fabulosa cantidad de 48 millones de toneladas.

Varios fueron los motivos para que este monocultivo se convirtiera, de la noche a la mañana, en el “rey de los cultivos”. Primero fue el gran rinde que tiene por hectárea; segundo, los precios que nunca han dejado de trepar hasta las nubes. 

Tercero, la gran demanda que el mercado consumidor potenció hacia los derivados de la soja, como la leche, leche con distintos sabores, carne de soja, raciones para el ganado y animales domésticos, todo en base a una publicidad muy bien estructurada: “sea sano, consuma soja” . 

Sin embargo esto  fue  el  principio  de  los males, ya que con las constantes subas del barril de petróleo, que en 10 años pasó de 10  a  145  dólares,  y  obligando  a  la industria automotriz, a buscar combustibles alternativos. 

Es así que nace el “biodiesel”, que es básicamente aceite de soja mezclado con el diesel, en proporciones que van de acuerdo a las recomendaciones hechas por las terminales automotrices.   

Esto significa que el “biodiesel” comenzará a rivalizar con la soja como grano y por lo tanto, se arrasarán más bosques y selvas, y todo lo que sirva como alimento subirá de precio hasta que se haga inaccesible, especialmente para las clases más postergadas.



¿Si la soja mueve tanto dinero en Argentina,  porque  hay  tantos  pobres? En la actualidad, de cada  100  argentinos,  27 viven bajo la línea de pobreza. Pero en las provincias del norte, esta cifra trepa al 40%. Casualmente, estas provincias son las que desde 1998, recibieron el mayor avance de la soja. 

Este plantío es sinónimo de monocultivo y grandes extensiones totalmente mecanizadas. Para que se tenga una idea general de cómo los productores de soja han ocasionado un gran daño ambiental, es que provocaron la destrucción masiva de 21 millones de hectáreas de bosques en Brasil, 14 millones en Argentina y 2 millones y medio en Paraguay.

Lo más resaltante de todo este tema, es que este monocultivo no permite plantar otra cosa a su lado, como tampoco los agro-tóxicos que lo acompañan. Es por eso que la soja ha desplazado a otros cultivos alimentarios. La superficie sembrada con arroz, frijoles, maíz y trigo ha disminuido en Brasil entre 1991 y 2005, mientras que el área dedicada a la soja se ha triplicado en el mismo período.

La misma historia se repite en Argentina, donde la producción de muchos alimentos básicos, entre ellos, pasturas para el ganado, arroz, maíz, trigo, papas y lentejas, ha caído a tal punto, que Argentina ahora debe importar para abastecer su mercado interno. 

PARAGUAY NO DEBE SEGUIR EL EJEMPLO DE LOS VECINOS 

Nuestro país debería prestar atención al desastre ecológico que sufren Brasil y Argentina, primer y tercer productor mundial de soja, respectivamente. La plantación de soja se inició en Paraguay en fechas mucho más recientes que los vecinos, con la llegada de los colonos brasileros, en los comienzos de los 90. 

A partir de allí, comenzamos a ser solo un engranaje dentro de la política neoliberal, incrustada dentro de las grandes compañías productoras de las semillas manipuladas genéticamente por Monsanto y Cargill, y en especial, la semilla llamada “Round Up Ready”, una variedad propiedad de la norteamericana Monsanto, muy resistente al glifosato, que por otra casualidad también es de Monsanto. 

En pocos años, el país se convirtió en un desierto verde. Las plantaciones de soja arrasaron con millones de hectáreas de montes y los ecosistemas, virtualmente desaparecieron. Comenzaron a verse la ruina de miles de productores y campesinos que fueron empujados por los colonos brasileros, que con motosierras y topadoras, cambiaron el paisaje visual del país. También se está terminando con la tradicional riqueza de la biodiversidad, que tanto orgullo nos proporcionaba. 

En la actualidad, en Paraguay, la soja ocupa el 55% del área total sembrada, y las ganancias relacionadas con este cultivo y sus derivados, generan el 30% de las divisas que entran al país. Paraguay con 6,8 millones de toneladas, ha trepado en pocos años al puesto 6 entre los grandes productores mundiales, pero a un costo que debería ser contemplado por el propio gobierno. 

CUANTO MÁS SOJA, MÁS POBRES

Si nos remitimos en los términos directos y fríos, la soja no ha dejado nada importante en nuestro país. Si se tiene en cuenta que mueve muchísimo dinero, de esto solo ganan los vendedores de maquinarias, los de agro-insumos, y los grandes sojeros, porque los pequeños, solo viven bien, pero el rinde por hectárea no les permite grandes lujos. 

La soja, según el modelo impuesto globalmente por las grandes compañías multinacionales, no permite la utilización de gran cantidad de mano de obra, ya que una cosechadora de última generación, hace el trabajo de 60 a 70 personas. 

Esta no se queja, no se sindicaliza, no pide aumento y no es necesario darle bonificación familiar. Quizás si se la industrializara o se le diera cierto valor agregado, quizás la cosa cambiaría un poco; pero no es así, 

Tanto Brasil como Argentina y Paraguay han crecido increíblemente sus áreas de cultivo, pero eso no ha hecho que la miseria se haya desterrado. Al contrario, tiende a incrementarse con cada cosecha. Como es posible que países tan ricos en la producción de alimentos tenga una mortalidad creciente por desnutrición e inanición. 

Suena trágico e irónico. Quizás el problema más grave, es que la soja es un gran concentrador de riquezas, y los gobiernos de dichos países, no han sabido o no han querido, hacer una mejor y mayor distribución de los capitales, con un fin meramente social.

EL DESTINO DE PARAGUAY ES CONVERTIRSE EN UN DESIERTO

La pérdida de la biodiversidad es un denominador común en los tres países. Según cifras extraoficiales, en Alto Paraná, Itapúa, y Canindeyú, en los últimos 6 años, desaparecieron unas 1700 granjas lecheras, mermó la producción de maíz y trigo. El cultivo de arroz, se redujo en 44% y girasol en un 34%, a nivel nacional. 

En localidades donde se sembraban batatas, papas, lentejas, repollos, ají morrón y otras hortalizas, hoy se siembra solo soja. Muchos de estos alimentos, deben ser importados. El algodón que es un producto tradicional paraguayo y que goza de buena reputación a nivel mundial, desde la época de la colonia, también ha sido absorbido por la soja.

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