viernes, 14 de septiembre de 2012

EL TRAMPOSO IRT

Los misterios que existen en Paraguay son tan apasionantes e interminables que, como dije en varias oportunidades, dan rienda suelta a mi imaginación y no permiten que mi cerebro se encuentre, ni un solo día en blanco. Por ejemplo, ahora tenemos al impuesto a la renta personal (IRP), en el ojo de la tormenta y esto da mucho para hablar.

Un gravamen que teóricamente acortaría la enorme distancia que existe entre ricos y pobres, permitiendo que los que más poseen paguen más y al mismo tiempo financiar nuevos y ambiciosos planes sociales. Hermoso hasta las lágrimas, pero utópico en nuestro querido país. La evasión fiscal es cada vez mayor, a pesar que los números de los diez últimos años han crecido una enormidad.



Yo diría que estos números son mentirosos, ya que no solo  aumentó el nivel de las percepciones de Hacienda, si no que la misma corrupción ha trepado hasta grados casi imposibles de creer, superando ampliamente en porcentaje, a todas las recaudaciones que el fisco paraguayo pudiera hacer.

Ahora bien, existe una relación directamente proporcional entre la evasión fiscal con la inversión estatal en todos los niveles de gobierno. Un ejemplo. La recaudación del IPS de Ciudad del Este tiene una gran participación dentro del total de la institución, sin embargo, su edificio se está cayendo a pedazos, no cuenta muchas veces con los elementos básicos necesarios y su atención al asegurado, dista mucho de ser la correcta.


Sucede lo mismo con la municipalidad esteña, que tiene el segundo presupuesto anual, apenas quedando detrás de Asunción, no justifica semejante volumen, ya que sus calles están destrozadas, no tienen veredas ni numeración,  su tráfico es caótico, su iluminación es deficiente y en los últimos 10 años no ha encarado ninguna obra importante de infraestructura. Lo poco que ha hecho, ha sido gracias a los aportes  de la Itaipú Binacional. 

Lo que ahuyenta y desmoraliza al contribuyente a pagar lo que le corresponde, es el destino que le dan, las autoridades de turno, a su dinero. Existen, que yo sepa, dos motivos para el desvío. El primero, es simplemente ir a parar a los bolsillos de las autoridades de turno. El segundo es financiar o solventar los gastos electorales de los partidos que ocasionalmente ocupen los máximos cargos.

En el primer caso, bastante decepcionante por cierto, es ver como un vecino, que vivió toda su existencia en una casucha de madera, y utilizar a una vieja bicicleta como medio de transporte, luego de unos cuantos meses de acceder al poder, aquel modesto domicilio deja paso a una bruta mansión de dos pisos y a una flamante camioneta 4 x 4. No coincidiendo, por supuesto, sus entradas con sus gastos. 


Quizás sea esto, uno de los principales motivos por el cual la gente se niega a pagar sus impuestos, y no siendo siempre la falta de dinero, la principal excusa para no abonarlo. Más bien tendría su raíz en la irritación que provoca el ser tomado por estúpido debido al total desconocimiento y transparencia, que uno tiene, sobre el destino final de su contribución.

Ahora bien, el IRP, así como actualmente se nos presenta, es mucho más injusto, de lo que parece, teniendo muy graves deficiencias conceptuales en su confección. Este impuesto no es a la renta, si no al salario. Por lo tanto es una forma de castigar a los que ponen más empeño en sus labores cotidianas. Y beneficia a aquellos que tengan bienes en el exterior, ya que no son contabilizadas sus rentas, en caso que estas entren al país.


Tampoco pagará nada aquel que no tenga un salario, pero que si reciba dividendos, por las ganancias de una empresa. Si el fisco paraguayo está realmente preocupado por la legalización y formalización de nuestra economía, porque no ataca a los rubros más conflictivos y no inventando trapisondas contables que lo único que hacen es confundir más y más a los pocos contribuyentes que cumplen con sus obligaciones.

Que hacemos con las cooperativas, que ya mueven el 35% del dinero y sin embargo estarán ausentes del IRP. Con las cientos de casas de cambios “truchas”, asentadas por todo el país, con mayor énfasis en las zonas fronterizas. Las incontables playas de autos usados, que en los últimos años, han brotado como hongos. Los miles de “desarmaderos” de vehículos de todo tipo y posterior venta de repuestos. 

Imponentes bancos e importantes casas de cambio, que operan con aparente seriedad, le exigen a cada cliente, su documento de identidad ante cada operación. Pero que cuando cae un individuo con alguna “caja de championes”, traída bajo el brazo, el portador fácilmente elude la fila, pasando a una oficina interior, lejos de inoportunas miradas.

Jamás se le pedirá a este personaje, ninguna identificación. Luego podrían figurar las famosas casas de juego electrónico, también llamadas “Kuñatai”, por su excelente acción de “lavado” y donde nunca se ve a mucha gente, en sus locales, sin embargo mueven verdaderas fortunas. 


Miles de funcionarios enriquecidos, de la noche a la mañana, y que nunca han manifestado, en sus declaraciones juradas, su verdadero patrimonio. Sea esta por una negligente omisión o por colocar a confiables e insolventes testaferros. Miles de cuentapropistas que no aparentan un buen pasar, pero que por el pecado de la subestimación, ganan el doble de un profesor universitario.

Para implementar al IRP, se necesitaría una enorme cantidad de personas para fiscalizar, una tarea que es prácticamente imposible de cumplir. Y lo más ridículo del caso es que serían tantos que su sueldo, fagocitaría cualquier tipo de recaudación que este impuesto pudiera generar. 

Sería mucho más importante tocar aquellos ítems anteriormente nombrados, antes que implementar nuevos impuestos, porque ya casi estamos llegando al techo de lo posible. Seguir colocando impuestos, sin blanquear a los que siempre estuvieron en las sombras, es otro de los grandes errores de este gobierno porque no solo estimulará la evasión impositiva, si no que el famoso cambio, que el pueblo exige, se realizará, pero para mal.  

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