viernes, 13 de abril de 2012

SOLOS CONTRA EL MUNDO

No sé porque cuernos el ser humano tiende a idealizar las cosas y luego, cuando ve, que estas no son como las pensaba, se lleva una amarga desilusión. Entonces todo ese inmenso y arrollador empuje inicial se desinfla como un globo. 

Cuando cambié hormigón por una computadora, no decepcionado de mi profesión, sino por el tratamiento que se le da en este país, donde la palabra y el presupuesto de un contratista que apenas firma con el dedo gordo del pie, pesa mucho más que la de un profesional universitario.


Por este y otros motivos cambié mi vida laboral. Me inicie profesionalmente en el periodismo, aun sin sentirlo. Sin embargo estaba rodeado de periodistas que me trataban como a un colega más. Esto al menos, me daba de comer, y eso es solo una forma de decir. Luego descubriría que en nuestro país, el periodista tiene menos prestigio social que el recolector de basura. Eso sin ningún tipo de ofensa ni desmerecimiento hacia este oficio.

Hacía comentarios, editoriales y “ñembo” periodismo de investigación. Adoraba lo que hacía, pero lo mío, en realidad, era algo diferente: incursionar en la literatura. 

Luego comencé a trabajar en una revista y posteriormente en una prestigiosa radio, líder en audiencia en Ciudad del Este. Por lo tanto, lentamente iba avanzando hacia el objetivo final: publicar mi primer libro.

Desde hace más de cuarenta años escribo cuentos cortos y siempre mi sueño fue ser un literato. Pero nadie me conocía como tal. Todos me seguían diciendo ingeniero por acá o ingeniero por allá, pero nadie osaba llamarme “señor escritor”. Más tarde recibiría dos invitaciones que me llenarían de orgullo y sentí que tocaba el cielo con la punta de los dedos.

Me refiero a Ultima Hora y Neike quienes me dieron el gran espaldarazo que estaba precisando. Posteriormente presenté al público mi primer libro. En realidad fue una revancha personal con 45 años de atraso. Hay un viejo refrán que dice “que no hay tiempo que no se cumpla, ni deuda que no se salde”.  

Actualmente estoy en un vertiginoso ascenso, escribiendo para muchos medios digitales del exterior y haciéndole conocer de primera mano las noticias a nuestros compatriotas residentes en el exterior.

Con la llegada de este nuevo año, se cruzaron en mi camino,  varios proyectos culturales sumamente interesantes y de trascendencia nacional. Por lo tanto, no me puedo quejar, si lo hago es de puro vicio. En realidad, sé que me he sacado el premio mayor la lotería, por los amigos que me rodean. Ellos tienen un gran porcentaje de mérito en todos mis modestos logros. Más, con el correr del tiempo, fui conociendo cosas buenas y otras no tanto, acerca del manejo de esta sacrificada profesión.

El gremio es un rejuntado de individualidades, muy desunido de por sí, y cuya premisa básica es “cada uno por su lado” y “salvase quien pueda”. El periodista siempre se encuentra solo y en medio de un  torbellino. 

Se defiendo como puede de los cachetazos del jefe, de la opinión pública, de su credibilidad y hasta llega a gambetearle a duras penas las necesidades de su familia. Son muy pocos los que gozan de todos los beneficios sociales. 

Al menos los que trabajan en los medios gráficos capitalinos más o menos se salvan. El resto sobrevive como mejor puede.

En cuanto a la radio y la televisión, es lamentable decirlo, pero en todos los medios del interior, se le cobra al colega para que este pueda trabajar. Una cosa realmente ridícula, pero es el pan de todos los días. 

Sin cobertura social de ninguna especie y dependiendo únicamente de las colectas que haga el sindicato, si le sucede un imprevisto. Es decir que nuestro sindicato además de ser desunido,  es un gremio pobre, porque los socios no tienen con qué pagar sus cuotas. Si apenas sobreviven.

Entre las cosas que me molestan y sobremanera es el manejo que el mismo sindicato hace de la cosa. Pone en la misma bolsa un Carlos Martini junto con un Kike Galeano. Un egresado de Ciencias de la Comunicación tiene el mismo valor que un mercachifle del micrófono, que generalmente emite opiniones al aire y “que se ha especializado en hablar de lo que no sabe”. La Biblia junto al calefón.

Nadie se opone a los recién llegados, pero que al menos se preparen, capaciten y sepan un poquito más que “leer mensajitos” o dejen de dar lástima al oírlos tartamudear cuando repasan los titulares de los diarios matutinos. Eso sí, son los primeros en conseguir una placa identificatoria que diga: PRENSA y hacer alarde de algo que no han hecho ningún merecimiento. 

Nuestro sindicato que se ha alineado dentro de la onda izquierdista, que no es nada malo, si no fuera porque toma como modelo de referencia, al sistema de Hugo Chávez; puede ser esta la causa que nunca le haya cuestionado al tirano “vinotinto”, el cierre de tantas emisoras de radio y televisión, dejando a cientos de colegas en la calle, lo mismo que su correligionario ecuatoriano, quien le sigue los pasos muy de cerca.  

Y así, improvisados y paracaidistas llegan a los medios, con la complicidad de los mismos dueños, que no quieren pagar, gente de valía, entonces muere la ética periodística y a la moral, para que no moleste, se la guarda en el “freezer””. 

Estos y aquellos venderán sus nalgas al mejor postor y de sus bocas saldrán solo flores como verdaderos “taxi boys” de la información. Intereses encontrados terminarán por liquidar a lo que resta de la tan mentada independencia periodística.

Pero todo no es negro, aún entre nosotros existe gente valiosa que sigue teniendo los mismos ideales juveniles, que no se ha contaminado y que aún a costa de sus estómagos y el bienestar de los suyos, sigue con la cabeza fuera del agua, nadando sobre la inmundicia y muy solos contra el mundo.

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