Que las cosas han cambiado, esto nadie lo puede negar. Sin embargo muchos dicen que nosotros, "los viejitos", siempre añoramos los tiempos idos y nos quejamos amargamente, aludiendo que aquellos momentos fueron mucho mejores que los actuales. Eso es verdad, pero solo en parte.
¿Cómo es eso?, pues como todas las cosas, siempre existen dos lados que se contraponen. Antes teníamos mucho más seguridad, ya que me acuerdo que se podía dormir tranquilamente bajo las estrellas y a nadie jamás se le ocurría "tomar prestado nuestras cosas para siempre". ¡Ni loco!
Nos divertíamos de lo lindo y ninguno de nosotros tomaba alcohol hasta quedar de cuatro, ni se hacía "el patotero" solo por beber un poco.
Escuchábamos música de la época, bailábamos con las chicas más lindas de aquel entonces, tras la atenta mirada de las viejas bigotudas que seguían atentas los movimientos de nuestras manos y la prudencial distancia de nuestros cuerpitos. En fin, eran buenos tiempos.
Estoy hablando de unos 30 años atrás, cuando las jovencitas que usaban pantalón o concurrían a una peluquería eran catalogadas como "bandidas".
Ese tiempo ya se fue y nunca más volverá. Era Ia época dorada de Ciudad del Este, llamada por aquel entonces Ciudad Presidente Stroessner. Para recorrer el corto trecho entre la Aduana y la rotonda de "Monalisa", uno tardaba aproximadamente dos horas, por la gran cantidad de personas que le impedían avanzar libremente.
Por lo general, el movimiento comercial no decrecía hasta casi bien entrada la madrugada del día siguiente. Era un ir y venir infernal. Los contenedores se vaciaban en cuestión de minutos. Los "compristas" brasileros consumían todo lo que se les ofrecía.
El comercio era pujante, febril y el ritmo de la construcción no se detenía; brotando como hongos, los grandes centros comerciales. En cada cuadra se podía observar cuatro o cinco obras en proceso, con cientos de operarios.
La ciudad no dejaba de crecer y si uno se iba por una semana de paseo o negocios a Asunción o cualquier otro lado, al volver, no la reconocía. Todos los que frecuentaban el microcentro, tenían gruesos fajos de billetes en los bolsillos.
Algunos "mesiteros" de aquel entonces, cruzaban la calle y gastaban prácticamente todo su jornal en las máquinas tragamonedas, que era aproximadamente unos 500 dólares por día.
Muchos de ellos, hoy día, se arrancan uno por uno sus pelos, especialmente los de las zonas más sensibles, por haber sido tan estúpidos al no aprovechar aquella hermosa oportunidad de poseer todas las comodidades que aquella fugaz prosperidad les ofrecía. Hoy caminan con la cabeza gacha, sintiéndose derrotados y con el peso del fracaso sobre sus espaldas.
Pero aquellos tiempos se fueron y ya no volverán nunca más. Sin embargo existen muchos nostálgicos que esperan, con los brazos abiertos y dirigidos hacia el cielo, que aquellos momentos de gran gloria retornen a esta hermosa ciudad.
Los días en que Paraguay llegó a ser el primer productor y exportador de café del mundo, sin haber sembrado ninguna planta, ya pasó.
El tiempo en que Paraguay era el mayor consumidor de whisky escocés por habitante, del mundo, es solo un vago recuerdo.
El momento en que los compradores se atropellaban sobre el mostrador y la mercadería, desaparecía de las estanterías, en un abrir y cerrar de ojos, eso es para los que tienen buena memoria.
Eran los días en que parecía que el dinero quemaba en las manos y algo había que hacer con él. Por lo general, y sacando honrosas excepciones, se lo dilapidaba sin ninguna misericordia. Las tentaciones eran muchas y el diablo siempre fue un mal consejero.
El mundo radicalmente ha cambiado y ya nada es como era antes y pretender seguir viviendo de las glorias pasadas, ahora resulta realmente ridículo.
Imaginar que nada ha pasado y que todo sigue igual es tan absurdo como continuar con la famosa triangulación, esquema este ya totalmente perimido y extemporáneo. Y creo firmemente que ya no soporta un día más.
Hace un buen tiempo que Ciudad del Este está esperando que se confeccione un plan maestro para reconvertir a esta urbe. Pero una ceguera extrema y un estúpido razonamiento "gattopardista" impiden que esta o cualquier otra alternativa válida, la salve del colapso final a esta moribunda ciudad.
Gente sin ninguna visión, que vaya más allá de sus narices, mantienen engañada a una legión de compatriotas ignorantes, totalmente creídos que los viejos laureles reverdecerán.
Mientras tanto un enjambre de taxistas, moto-taxistas, ómnibus internacionales y kombis, se disputan los pocos pasajeros que se atreven a pasar el puente.
Negocios vacios, "mesiteros" tomando terere y vendedores ambulantes conversando de nada en especial, apenas llegan a conseguir el escaso sustento diario. Son miles de refugiados de la campaña que han pensado que la ciudad les puede brindar lo que la tierra le mezquina.
Por lo tanto, con la fama desteñida de la tercera ciudad comercial del planeta, sigue atrayendo a más y más gente. Pero para poder albergarlas esta ciudad irremediablemente debe cambiar.
Ya el comercio estrangulado entre la Receita Federal y la recesión interna y la importada, está agonizando. Ni el RTU lo salva, al contrario, va a ser la última palada de tierra al muerto.
Por lo tanto Ciudad del Este deberá olvidarse de los "compristas" y apuntar al verdadero turista minorista o convertir a esta ciudad en un paraíso turístico, potenciando sus bellezas naturales o transformarnos en un mega centro empresario-comercial del Mercosur, que nos lo dejamos arrebatar estúpidamente por los uruguayos. Porque así como están las cosas no se puede seguir o cambiamos o irremediablemente esta ciudad se muere.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario