Aunque no lo crea, siempre habrá unos cuantos, revoloteando a su alrededor. Usted a simple vista no los podrá detectar, solo conversando un par de minutos, recién podrán tener la autentica certeza que es uno de ellos.
Podrá verlos camuflados como uno de sus amigos, o dentro de su propia familia, o tal vez en su misma oficina, donde usted desarrolla sus actividades comerciales.
Con gran astucia se acercan a nosotros, pero nunca con buenas intenciones, intentando por lo general, de ganarse nuestra confianza.
Una vez traspasado el umbral de la primera y lógica desconfianza, inician el lento proceso del envenenamiento espiritual, al que se le llama familiarmente “goteo tóxico” y mediante el cual, el “mala onda” nos inyecta en el alma pequeñas dosis de celos profesionales, odio irracional, envidia, orgullo mal entendido y una pizca de los peores sentimientos malsanos.
Pronto descubrirá que tal intoxicación arrojada por los “mala onda” puede causar graves efectos en su ánimo y su relación interpersonal con los demás. Quizás le cueste tomar la determinación de echarlos de su vida, pero eso responde a una ley natural de sobrevivencia ya que de no hacerlo, rápidamente pueden llegar a arruinarnos la existencia.
Por lo general son una mala influencia para nosotros, en todo sentido, sin embargo no lo notamos hasta que nos golpea bien en el medio de la cara. Hay muchas formas de molestarnos, tantas como la gran variedad de “mala onda” que existen. En caso que se hiciera una clasificación se diría que nos podemos encontrar con:
El badulaque es uno de los peores engendros entre todas las categorías, por eso nunca se descuide de ellos. Pueden intoxicarlos al tratar de convencerlos que usted razone como ellos, por lo que tarde o temprano se deprimirá. Siempre recuerde que es usted quien elige a sus amigos, así que hágalo entonces con sumo cuidado.
El antisocial tiene una característica muy especial que permite detectarlo de inmediato. Domina el arte de la mentira, endulzando casi siempre nuestro oído. No le interesa a quien hiere siempre que no se interponga en su camino. Y aunque se contradiga, eso no lo afecta. Es un ser totalmente egoísta y su cara de piedra es compatible con su consumada cobardía.
El desbocado es aquel que intenta intimidarnos y rebajarnos para que aquel se sienta superior. Tiene poca paciencia y permanentemente se siente acosado por todos, por lo que sus estallidos de ira son bastante frecuentes.
Discutir con ellos es realmente inútil porque no saben lo que es razonar. Es común que por este motivo terminen sus vidas abandonados ya que los pocos amigos que tenían terminaron huyendo.
El pedante es un tipo presuntuoso y soberbio que cree tener la siempre la razón, por lo que si no la gana, la empata pero nunca pierde. Miran a los otros por sobre su hombro y los trata como seres inferiores. Les gusta ser el centro de una conversación y harán lo que sea por conseguirlo, de lo contrario se irán así como vinieron.
Se molestan cuando deben escuchar intentando a cada rato interrumpir para dar su opinión. Son siempre perfectos e indispensables. Jamás aceptaran que han cometido un error.
El resentido cree que todo el mundo está en su contra, destilando por su boca toda la negatividad posible. Se queja constantemente de su suerte pero no hace nada por cambiarla.
Su pesimismo es contagiante ya que al poco tiempo nos invadirá un intenso pesimismo. Pero su verdadera habilidad consiste en hacernos culpables a nosotros de todas sus frustraciones.
Nos chantajea con divulgar nuestros puntos débiles. En caso que esto no sea suficiente acude al insulto público con la consiguiente humillación. Son capaces incluso de convencernos que eso lo hace para ayudarnos.
El mandón es por lo general una persona con un grave complejo de superioridad. Se divierte imponiendo su voluntad como un vulgar tirano y eso lo hace sentirse muy por encima de los demás mortales. Le gustan los puestos de jerarquía para poder mandar y así atemorizar e incluso insultar a sus empleados.
Pero cuando están en el llano, fingen amabilidad, para despistar ya que apuestan a ser jefes. Odia a quien tiene buenas ideas o son mucho más capaces. No es nada raro que estén implicados en casos de acoso sexual.
El egoísta no admite que los demás triunfen y le molesta que los otros posean cosas que él no las tiene. Le complace enemistar a las personas, destruyendo incluso sólidas amistades. Es una persona superflua que desea fervientemente tener exactamente lo que no tiene y llegar a conseguirlo tampoco lo resuelve porque es un completo insatisfecho.
El chismoso es un experto en crear un mal clima dentro del trabajo y sin complejo de culpa. Nunca se cansa de buscar secretos de sus compañeros y si no los tiene los inventa. Mantenerlos a distancia nos puede evitar un sinnúmero de problemas. Todos, de vez en cuando pasamos a otro un chisme, eso es normal, pero uno se vuelve “mala onda” cuando algo inocente ya se vuelve repetitivo por lo que nos volveremos uno de ellos sin quererlo.
El maniático es el más raro de todos los “mala ondas”, ya que no solo hacen daño a los otros, si no a sí mismo también. Desea que todos gusten de él. Son infantiles, presumidos y no les gusta oír consejos. Sin embargo acostumbra a ayudar con el mezquino fin de echárselo en cara, en la primera oportunidad.
Las personas "mala onda" siempre son una pésima compañía. Convivir con ellas es peligroso, a menos que se los descubra y uno se aleje de ellas. La mejor manera de anular su veneno es con la amabilidad. Al final de cuentas, ya hace mucho más de dos mil años alguien muy sabio ya decía:” No le hagas a los demás lo que no deseas que se te haga a ti mismo”.
Una buena selección de mala ondas, Ricardo, me reconozco en algunos de ellos, porque creo que todos tenemos un poquito de cada uno, el problema existe cuando todas esas "cualidades" las tiene una misma persona. Un abrazo!
ResponderBorrar¡Excelente nota, Ricardo! A los "mala onda" se les puede llamar de muchas formas: vampiros emocionales, personas tóxicas, depredadores emocionales, etc. También están entre ellos los manipuladores, esos son muy, muy peligrosos, porque al principio se muestran encantadores, no es sencillo distinguirlos, a veces se distinguen algo tarde, ya cuando como buenos "vampiros", chuparon toda la energía, son como los dementores de Harry Potter, se alimenten de energías, buenas, malas, etc., ese es su alimento. Sin embargo, como dices, nunca es tarde para huir de ellos. La frase final de su nota me encantó, esa persona tan sabia también dijo que amemos al pecador y aborrezcamos al pecado, sólo que a veces hay que amarlos de "lejecitos", no por miedo, sino por precaución. ¡Saludos y bendiciones desde Monterrey, Nuevo Léon, México.
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