miércoles, 18 de marzo de 2015

LOS ESCRITORES Y SUS AMORES APASIONADOS

Existe una especie de mito en cuanto a las apasionadas y turbulentas vidas amorosas que llevan los escritores/as. 

Es como una misteriosa aureola que los cubre y que en cierto modo, justifica su libidinoso accionar. Pero la realidad no es muy distinta a la ficción. 

Su gran sensibilidad les permite crear un mundo de fantasía, donde difícilmente otros seres lo puedan comprender. 

Es por esto que muchas veces se encierran en sí mismos, desconectándose por momentos, de la realidad que los rodea. 

Pero cuando son traídos de nuevo, a este mundo terrenal, por simples banalidades, es muy probable que de buenas a primeras se transformen en ególatras, autoritarios, infantiles, y porque no, hasta en bipolares. 

No es extraño que sufran arranques incomprensibles de cambios de humor o contestaciones groseras, irónicas y sarcásticas ante preguntas que ellos consideran estúpidas, y que los hacen aparecer como pedantes, agrandados o sabelotodo.

Contraponiéndose a una actitud tan negativa de sus personalidades, nos encontramos que no dejan de ser fascinantes, con opiniones o puntos de vistas muy originales, y hasta son capaces de hacer volar la imaginación de toda una platea, que los escucha embelesada. 

La vida, a estos artistas, nunca les resulta fácil, ya que esa necesidad creativa puramente espiritual, que nutre su existencia, choca contra el mundo real y esa misma sensibilidad que les ayuda a crear universos, no siempre les ayuda, en el día a día. 

Quizás esa misma soledad que ellos esconden, los vuelvan enamoradizos y propensos a amores y pasiones desenfrenadas. 

Por lo que no sería descabellado que habiendo diseñado miles de romances en el papel, quieran vivir en la realidad, aquellas pasiones imposibles, prohibidas, fracasadas o trágicas, como ellos lo idearon. 

Por ejemplo tenemos que el gran escritor francés Jean Genet, fue un delincuente profesional, ya que purgó varias condenas por ratería en las calles, del mismo modo que se prostituía en la vía pública. El autor de “Los Miserables”, Víctor Hugo era un sexópata. 

No bastándole con su esposa, se acostaba también con sus empleadas domésticas. Y aún así, era frecuente habitué de los mejores prostíbulos de París. 

Quien escribiera “La colmena”, Camilo José Cela no fue muy feliz en ninguno de sus dos matrimonios. 

Por eso, cada vez que aparecía por Barcelona, frecuentaba un famoso prostíbulo en el que, tras seleccionar dos mujeres abundosas, solicitaba que se rompieran vajillas enteras contra el suelo, cosa que lo excitaba. 

Jonathan Swift, autor de “Los viajes de Gulliver”, tenía una extraña fobia: no podía tocar a las señoritas. 

Aún así, era acosado por dos mujeres enamoradas de él: Stella y Vanessa. Swift también las deseaba, siempre y cuando no hubiera contacto físico. 

El filósofo y escritor Jean-Jacques Rousseau se convirtió en masoquista, desde que su niñera, mademoiselle Lambercier, a los 8 años, comenzó a azotarlo por su mal comportamiento. A partir de allí todas sus mujeres debieron hacerlo. 

Esa manía fue también compartida por otros escritores que encontraban excitante ser golpeados o flagelados como los muy conocidos Fedor Dostoievsky, Samuel Johnson o T. E. Lawrence, más conocido por su pseudónimo “Lawrence de Arabia”. 

Pero no todo es para los hombres, la escritora Anaïs Nin, quien abogó por primera vez sobre la libertad sexual femenina, fue amiga y amante de muchos escritores. Entre ellos Henry Miller, John Steinbeck, Antonin Artaud, Edmund Wilson, Gore Vidal, James Agee, James Leo Herlihy y Lawrence Durrell. 

A pesar de estar casada, tenía una actitud bisexual desafiante. Ella llevó una apasionada relación con Henry Miller y al mismo tiempo con su esposa June. 

Lord Byron, el gran romántico por excelencia, perdió la virginidad a los 9 años con Mary Gray, su joven institutriz escocesa. 

Después de múltiples relaciones bisexuales, tuvo un incestuoso romance con su media hermana, estando ya casado con Anna Isabella Milbanke. 

Tuvo una aventura con Claire Clairmont, hermana de Mary Shelley (autora de Frankenstein inspirada en la personalidad de Byron). 

Él fanfarroneaba haber estado con más de 250 mujeres, sin importar la condición social. 

Charles Dickens, autor del famoso “Cuento de Navidad”, se casó virgen con Catherine Hogarth, a los 24 años. 

Sin perder tiempo, se obsesionó con su cuñada menor, Mary, la cual murió poco tiempo después. 

Su muerte, dejó a Dickens devastado. Después de 20 años de matrimonio y 10 hijos, Dickens conoció a una joven actriz llamada Nelly Ternan, y contra las buenas costumbres victorianas de la época, dejó a su esposa. 

H.G. Wells, el autor de “La Guerra de los Mundos”, era un sobresaliente intelectual pero también un retador de la moral sexual de su tiempo. 

Se casó con una alumna al mismo tiempo que enamoraba a las amigas de su esposa. 

Su tempestuoso romance con la escritora Rebecca West resultó mal, ya que la embarazó cuando tenía 19 años, negándose a dejar a su esposa, por ella. 

Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir se conocieron en 1929, ella tenía 21 años, él 24. Tuvieron un tórrido romance durante 50 años y nunca vivieron juntos. 

Ambos aceptaron los romances del otro e incluso formaron un trío con Olga Kosakiewicz, alumna de Sartre. 

Todos se metían con todos, muchas fueron las amantes compartidas. La relación no fue fácil, Sartre era adicto al alcohol, drogas y mujeres. 

Aunque fueron estandarte del “amor libre”, al final Beauvoir se sintió traicionada, pues Sarte eligió a Arlette (una de sus amantes). 

Sartre y Beauvoir, un amor extraño que pudo vivir gracias a los amores eventuales. 

Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo fue una de las parejas literarias más influyentes de la Argentina. Se adoraban pero con brutalidad; ella era muy celosa; y él le daba motivos para ello. Adolfo no ocultaba sus infidelidades y Silvina hacía todo lo contrario. 

En fin, amores locos, producto de pasiones desbocadas, una soledad acuciante que los carcome sus entrañas como un ácido y al final la promiscuidad. ¿Quién puede juzgarlos?, si al final de cuentas, son solo humanos.

2 comentarios:

  1. De que somos sensibles, somos... De que cambiamos de humor, cambiamos... Creo, que vivimos intensamente los amores, pero, no muy diferente a los demás, la diferencia está en que si describimos ese amor lo hacemos también con mayor intensidad, porque la palabra siempre es nuestra aliada, pero, si todo lo que escribimos se tuviera que tomar al pie de la letra, necesitaríamos varias vidas para vivir todos los amores sobre los que escribimos... ;) En mi caso, siempre me preguntan si soy yo la protagonista de todo cuanto escribo, y mijito, le faltarían días a mi calendario si así fuera, para ser villana, heroína, amante, y muerta... :O

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  2. La gente no se transforma en bipolar, es una enfermedad que se padece y que se hace evidente bajo ciertos eventos estresores en fin, sin duda alguna lo que es indudable, es que la gran creatividad de los escritorios los hace propenso a perderse en delirios que no son lo suficientemente irreales como para que sean evidentes ante los otros ni son lo suficientemente suaves como para poder vivir la vida cotidiana con normalidad y allí radica la incomprensión que suele acompañar a las personas creativas.

    Interesante artículo, gracias por compartirlo.

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