Es la violación uno de los crímenes más hediondos que un ser humano pueda realizar. Un verdadero acto irracional y propio de una bestia, cometido por un ser despreciable en todo sentido.
Este hecho ultrajante y machista cometido por el varón, desde tiempos inmemoriales, recién es seriamente punido judicialmente desde los comienzos de la década de los 30, del siglo XX.
En todas las guerras habidas y por haber, los invasores castigaban a los pueblos vencidos, violando a sus mujeres y niñas.
Era una especie de plus además del botín en metálico. Lo hicieron los Hunos con Atila tanto como los españoles a las aborígenes americanas, los serbios a las croatas, los norteamericanos a las vietnamitas, los alemanes a las rusas y los guerrilleros del ISIS a las mujeres sirias.
Pero estos son crímenes de guerra declarados de Lesa Humanidad, que son castigados en un foro muy distinto a los casos penales que suceden diariamente y en tiempo de paz.
Para tener una idea de la gravedad e impunidad de la cual goza la violación, es que el 65 % de las denuncias que se hacen en las comisarias de toda Hispanoamérica, son por violaciones o intentos.
Las penas no tienen ninguna relación al daño físico y psicológico que el violador le provoca a la víctima. Muchas de las secuelas serán traumas que perdurarán por el resto de la vida.
Esto es en cuanto a la higiene mental, pero las consecuencias a nivel físico pasan por todo tipo de heridas llegando incluso a la esterilidad, según haya sido el grado de violencia recibida.
Ahora bien, todo lo dicho aquí, hasta ahora, era una referencia a mujeres adultas y adolescentes, sin embargo cuando la víctima es un o una menor de 11 años, el violador ya es un verdadero monstruo.
Y que por desgracia la Justicia no los diferencia. Antes de entrar de lleno en la cuestión, es importante que para que esto sea viable, debe existir una verdadera separación entre Iglesia y Estado.
Por desgracia en nuestra región esto no existe y permanentemente las Iglesias interfieren en las decisiones del Estado.
Era lo mismo que sucedía cuando se propuso una ley de divorcio. Entonces miles de fieles salieron a la calle a protestar, obstruyendo a aquellos que lo deseaban, la posibilidad de si hacerlo.
Por lo tanto uno se pregunta el motivo por el cual esta gente tan fanática que dice creer en Dios no le de opciones a sus semejantes.
Nadie se casa con las intenciones de divorciarse al otro día, pero si debe estar contemplado por la ley.
Es lo que se dice: “tapar los nichos” o los “agujeros jurídicos” Los mismo sucede con otros temas muy delicados e irritantes como la pena de muerte, el suicidio asistido, el aborto o la eutanasia.
A ninguna persona le gustaría encontrarse con cualquiera de estos problemas y aquellas como opciones válidas, pero en caso de hacerlo, es la ley la que tiene que protegerlo y ampararlo.
Las cifras de las violaciones, en los grandes centros urbanos, van en un constante crecimiento, e incontables en las periferias de estas. Entre las mujeres adultas, la tasa de personas que atacan a la víctima es de 75 % desconocidas y 25 % con algún grado de conocimiento.
Mientras que con las menores de edad, la proporción se invierte. Las penas aún con sus agravantes son leves y es por eso que los violadores tras “portarse bien” un tiempito, salen en libertad.
Existen pedófilos que entran y salen de las cárceles unas 10 o más veces, ya que el nivel de reincidencia es de casi un 80 %. La rehabilitación de ellos no es imposible, pero su cura es muy larga y costosa para el Estado.
Y este, por lo general, no cuenta con la cantidad suficiente de profesionales, debido al poco o nulo presupuesto con que cuentan para este menester.
En consecuencia es necesario que este tipo de personas dejen de ser un peligro para los niños y adoptando para ello un método mucho más radical.
En varios países se utiliza, con cierto éxito, la llamada castración química, un procedimiento que tiene como objetivo que la persona deje de sentir cualquier tipo de impulso sexual, y por tanto ese aberrante deseo malsano de actuar.
La castración no es procedimiento novedoso, practicándose desde hace miles de años, aunque antes era más sangriento y brutal, cortando directamente los testículos e incluso, en determinados casos, parte del pene.
Esto era usado en la antigüedad, como un castigo, o bien para crear eunucos, o sea hombres que no teniendo ya el suficiente nivel de testosterona, se convertían en excelentes guardianes de los harenes.
La Iglesia Católica lo usó también para crear sus famosos coros de niños.
Actualmente se utiliza la castración física en caso que se requiera quirúrgicamente debido a ciertos tipos de cáncer y la química, que es menos brutal, pero igualmente efectiva, a menos que la persona abandone el tratamiento.
La castración química es un tratamiento ambulatorio y se inyecta de modo intramuscular utilizando una droga llamada DepoProvera, tratamiento que debe repetirse con puntualidad cada tres meses.
La función principal de la DepoProvera, es detener la liberación de hormonas y neurotransmisores relacionados a la excitación sexual y producción de semen, a nivel cerebral. Esto impide también que dicho varón sea fértil. En determinados casos, para aumentar la efectividad de la DepoProvera, se la combina con otras drogas.
El principal efecto que se pretende con la castración química está en atemorizar a los potenciales violadores y bajar el índice de la gran cantidad de violaciones diarias cometidas.
Teniendo especial cuidado con los pedófilos, evitando así que vuelvan a actuar. En algunos países un juez puede ordenar que el acusado reciba la castración química como una condición para ser liberado bajo palabra.
Esta también es una forma de vaciar las cárceles ya que todas están con una gran superpoblación.
La castración química no solo es un tratamiento menos invasivo, sino que le permite al convicto, recuperar su vida sexual una vez que haya pagado su pena y psicológicamente se lo observe con un comportamiento más estable.
Lo interesante es que este tipo de castración química es temporal, ya que actúa solamente durante unos tres meses.
Luego del cual hay que volver a aplicar la inyección, de no hacerlo el agresor va a recuperar toda su virilidad. Para ello se requiere un seguimiento constante del abusador sexual, quien la debe utilizar de por vida.
En caso que sea irrecuperable. Tiene también algunos efectos secundarios como el riesgo de padecer de osteoporosis y problemas cardíacos. Algunos hombres desarrollan pequeños senos.
Aunque esto sea bastante polémico, la castración química es quizás la única forma de detener a estos peligrosos criminales, permitiendo retirarlos de inmediato de la sociedad.
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