martes, 10 de julio de 2012

DERECHO A PENSAR DISTINTO

Hay que decirlo con mucha tristeza, pero nuestra sociedad aún no se encuentra preparada ni madura para enfrentar con cierta altura, el tratamiento de algunos temas que resultan muy delicados, y que involucra apelar a la conciencia de cada uno de los ciudadanos, y también a la de todos, en su conjunto. 


Cuestiones que en otros países, del mismo modo que aquí, levantan polvareda, pero allí nadie se rasga las vestiduras ni grita por todos lados que el mundo se está acabando, ni que ya no existe más ética ni moral, ni que somos herejes y por esos malos pensamientos mereceríamos vivir eternamente en el purgatorio.

Un claro ejemplo de lo que estoy diciendo, es lo sucedido con la ley de divorcio. En todos los países se hicieron manifestaciones, tanto a favor como en contra; pero fue finalmente el Estado quien tomó la debida intervención en el caso y se mostró totalmente independiente a cualquier tipo de devaneo místico. Según mi modesta opinión siempre es mejor separar la paja del trigo.

Todos de una manera u otra, tenemos una creencia y una fe. Ahora bien, según mi humilde parecer, estos dos elementos deben necesariamente formar parte de nuestra vida, pero no toda nuestra vida girar en torno de la creencia y la fe. Cuando sucede esto último, el ser humano se torna inevitablemente fanático, fundamentalista y por encima de todo, egoísta, ya no escucha ningún tipo de razón por más valedera que esta sea. 

Volviendo al divorcio, tenemos que nadie se casa para divorciarse al otro día, y menos lo hará por simple deporte. Pero sea cual fuere el motivo de la separación definitiva de la pareja, que tiene todo el derecho a equivocarse, en la elección, la ley tiene obligatoriamente que contemplarla, se use o no. Porque la ley está para eso, para ayudar a las personas, incluso a aquellas que se equivocan.

Y claro que uno se puede equivocar, porque cuando uno se casa totalmente enamorado, se pierde la perspectiva de la cosa y no se da cuenta que alrededor de la pareja aparecen muchas variables que nunca fueron contempladas de soltero, pero luego, con la convivencia, muchas cosas cambian. 

Si se deja atrás un partido político, un equipo de futbol, un país, una nacionalidad, porque no se puede dejar a su pareja y reiniciar una nueva vida con otra. 

Ahora bien, estoy totalmente de acuerdo con que lo que Dios une, el hombre jamás lo puede separar. Eso es terminante y definitivo. Como también no es menos cierto, que el pecado no tiene ningún tipo de cabida dentro del ordenamiento jurídico. Eso significa, según una conocida cita bíblica, “darle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Por eso considero bastante estúpido, sensacionalista y con una gran dosis de egoísmo, aquellas movilizaciones que pretendan impedir que con leyes progresistas se cubran los “baches jurídicos” que nos ofrece generalmente nuestra legislación. 

Casi siempre son los mismos contestatarios de siempre, los que se oponen según su cerrado criterio, importándoles muy poco el pensamiento de la gente que no tienen ni sus mismas creencias ni sus parecidas convicciones. 

Esa total falta de respeto observado en este tipo de personas, hacia lo que piensan distinto a ellos, puede llegar a ser irritante. Nadie les pide que usen obligatoriamente el divorcio, por ejemplo, si así no lo desean, pero que tengan la grandeza de dejarlo utilizar a quienes por una u otra razón lo necesita para rehacer su vida. 

Sin embargo es como “pedirle peras al olmo” que la Federación de Asociaciones por la Vida y la Familia (Fedavifa), la Asociación de Pastores Evangélicos del Paraguay (Apep), el Servicio de Amor y Vida (Seavi), Laicos por el Cambio (Laicam), entre otras tantas organizaciones de corte típicamente verticalista y pensamiento abierto y flexible “cero”, puedan llegar a entenderlo. 

Estos son los responsables, muchas veces, del gran atraso que sufren muchos países tercermundistas, debido a que son una molesta minoría, pero que sus palabras y opiniones tienen un peso que gravita a la hora de la toma de decisiones, a causa que la mayoría de sus miembros ocupan lugares preponderantes en la sociedad y las altas esferas de los distintos gobiernos. 

Ha pasado varias veces lo mismo, con gente tan intransigente como aquellos, como pueden ser Los Testigos de Jehová, en cuanto a la transfusión de sangre. Para ellos todo está “purete”, sin embargo los directores de los distintos centros asistenciales, se ven en figurillas, cuando deben recurrir a una orden del juez para evitar que un paciente fallezca ante su negativa o la de sus parientes a recibir sangre de algún donante. 

Ya se encuentra en tratamiento el proyecto de Ley de Salud Sexual y Reproductiva en el cual se reconoce el derecho a la salud sexual y reproductiva de mujeres y hombres como una parte integral de la salud consagrado en nuestra Constitución Nacional. 

Esta ley evitaría la muerte innecesaria de cientos de mujeres que por ignorancia, desidia o simplemente pudor, no consultan a un médico universitario, recurriendo a una comadrona empírica. Lo que se pretende es bajar los altos índices de mortalidad materna durante el parto y el postparto, así como preservar la vida del bebe. 

Sin embargo, los fundamentalistas de siempre, están a la orden del día, comenzando a levantar mucha tierra, ante la posibilidad de su sanción. No quiero saber cómo actuarían estos vándalos si iniciáramos las primeras bocetos acerca de la eutanasia, la pena de muerte, el aborto, el casamiento homosexual, el suicidio asistido y la castración química, que son temas muy conflictivos, pero que tarde o temprano se tendrán que debatir abiertamente y a “calzón quitado”, siempre con las recomendaciones del caso, para evitar los excesos y tener a mano el derecho a pensar distinto.

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