martes, 17 de julio de 2012

LOS ÁNGELES DE BLANCO

Fue la inglesa Florence Nightingale, quien le dio a la enfermería, una nueva dimensión, hasta ese entonces; creando un modelo conceptual que con ligeros cambios ha llegado hasta nuestros días. Esta mujer tenía una vocación de servicio tan grande, que hasta tuvo que enfrentar a sus padres y a todos sus familiares, en pos de un sueño: asistir a los enfermos y reconfortarlos en sus horas más amargas.


En aquella época, estaba muy mal visto que una mujer, de una clase social alta, desempeñara una tarea tan indigna como la de simple enfermera. Según los cánones no escritos, de ese tiempo, decían que la mujer debía casarse, formar una familia, cuidar de sus hijos y de su educación. Sin embargo, Florence contra viento y marea, hizo su voluntad y dándole a esta profesión, una valorización que no tenía.



Su mayor éxito fue durante la guerra de Crimea. Allí desembarcó, en octubre de 1854, con un equipo de 38 enfermeras voluntarias. Ella y sus compañeras, reformaron y asearon del piso al techo, el improvisado hospital, aún oponiéndose a los médicos. La primera norma implantada, fue mantener, el máximo de higiene posible. Tal es así, que los índices de mortalidad del 40%, cayeron en poco tiempo al 2%.

En realidad, Florence Nightingale es sinónimo de amor fraternal hacia los enfermos; su solidaridad y su apoyo moral durante un mal trance. El consuelo y la palabra justa en el momento preciso. 

Es la protección casi maternal para con los que se encuentran inválidos o no tienen un ser querido cerca suyo. Es aliviar los pesares con mensajes reconfortantes y llenos de fe, para aquellos, que han sufrido amputaciones de sus miembros, y padecen intensos dolores.

No hay que olvidar que la anestesia se uso por primera vez, 10 años después, durante la guerra de Secesión norteamericana. Esta mujer con todas las letras, prácticamente no dormía, recorriendo las improvisadas tiendas de campaña, para visitar, a la hora que fuere, a “sus pacientes”. Es por este motivo que se ganó el nombre de “la dama de la lámpara”, justamente por hacer sus rondas a tan altas horas de la noche, llevando un candil.

Muchas generaciones de excelentes y eficientes enfermeras le sucedieron, según los estándares de Florence. Sus enseñanzas  se esparcieron por todos los puntos y en los más alejados rincones de la Tierra. En cada contienda bélica, en cada catástrofe natural, en cada epidemia, están ellas, para calmar la sed, o secar la frente o bien con su sola presencia, velando hasta que llegue el sueño reparador.

Muchos enfermos, confundiendo compasión, cariño o solidaridad con seducción; terminaron enamorándose de sus enfermeras. También ocurrió a la  inversa, que la enfermera, luego de un tiempo, acabó encontrando atractivo al paciente. A veces el noviazgo terminaba en matrimonio y otras en un completo desastre. 

Lo que sucede es que, en situaciones límite, los sentimientos se enmarañan y las emociones, las pasiones y las mismas hormonas pueden producir un cóctel realmente explosivo y muy vulnerable para ambas partes.

Demasiados libros e incontables películas o series de televisión, nos cuentan cientos de aventuras amorosas entre pacientes, enfermeras y médicos; todos sumergidos en un mar de sentimientos confusos y que nos muestran la fragilidad de estos seres, que a veces acceden a los requerimientos y en otras, son violentamente rechazados. Los escenarios pueden variar entre pequeños sanatorios, grandes hospitales o simplemente domicilios particulares.   

Tanto amor y eficiencia desparramados sin egoísmo por todo el mundo, en lugares hostiles, aún con sus vidas en riesgo, con el tiempo se fueron trastrocando en algún recodo del camino. 

Y así como las enfermeras eran el símbolo reconocido de la protección, su imagen se fue desdibujando, quizás por amores cobardes y no correspondidos o porque por ser mujer y es entonces mucho más fácil embarrar su buen nombre.

Nadie sabe cómo, cuando y donde, comenzó a correr esos falsos y retorcidos mitos que colocaban a las enfermeras como mujeres demasiado fáciles de seducir. Surgieron cuentos acerca de su insaciabilidad; que era tanta la pasión que sentían en sus cuerpos que no les permitía casi llevar ropa debajo de su blanco uniforme. O imposible que una enfermera fuera enteramente fiel.

En cada pasillo, de cualquier centro médico, se pueden escuchan cientos de historias de enfermeras ninfómanas y complacientes, involucradas  con médicos o pacientes. Existen además una gran cantidad de chistes de enfermeras, de muy mal gusto, que si bien, con el primer impacto, suelen causar mucha gracia, si nos ponemos a pensar detenidamente, ellos no solo denigran a su condición de mujer, si no que atentan directamente contra una noble y dignísima profesión.  

Pero esto no es todo, existen nuevas manías muy en boga y que se han impuesto en todo el mundo. Es un rito sumamente especial para compartir en pareja, entre cuatro paredes, como para despertar y compartir fantasías eróticas. 

Esta locura sensual consiste en disfrazarse, tanto hombre como mujer, con las profesiones más locas y disparatadas y entre ellas se destaca en primer lugar, el de enfermera.

Fue precisamente la televisión, que en vez de difundir cultura, entretenimiento e información, propagó una versión distorsionada de la enfermera.

Las primeras en protestar, fueron las sanitarias brasileras, quienes por medio de su sindicato hicieron saber que estaban hartas, de la continua  erotización que sufre su imagen, en los medios masivos de comunicación. Según afirman, se las presenta como objeto de la fantasía masculina. Es por eso que padecen reiterados ataques de acoso sexual. 

Posteriormente el sindicato de enfermeras de Holanda, hizo una  campaña de concientización a los pacientes, que piensan que su trabajo debe incluir “servicios especiales”. Especialmente aquellas auxiliares y enfermeras que trabajan a domicilio. A raíz de esto, una joven enfermera holandesa denunció hace poco que fue despedida por negarse a proporcionarle sexo a un hombre.

Por eso el sindicato de enfermeras del Reino Unido, aconseja a sus afiliadas, que no llamar “cariño” o “amor” a sus pacientes, ya que si bien es una muestra de afecto universalmente extendida, siempre se presta a confusión y malentendido. 

Es de esperar, que este humilde comentario, sea tenido en cuenta como una modesta reparación a tanto daño cometido y valorado como un pequeño homenaje a aquellas mujeres que yo llamo: los ángeles de blanco.   

2 comentarios:

  1. Excelente reseña de una labor por demás dignificante (a pesar de todas las situaciones que puedan generarse en una internación). Saludos de un compatriota en el extranjero.

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  2. Una crónica a la cual me uno plenamente en sus enunciados históricos y críticos.Estas ideas sobre la liviandad de las enfermeras no solamente sucede a ellas, también a la Secretaria, a la Aeromoza, a la meseras de bares y restaurantes y a toda aquella mujer que labora con el público. Su dignidad de mujer queda entre dicho por la insana actitud e algunos hombres que dieron pie a Sor Juana Inés de la Cruz decir en un clásico poema:
    "Hombres necios que acusais/ a la mujer sin razón/ sin ver que sois la ocación/ de lo mismo que culpais. ERdelValle. Editor Revista Guatiní. http://www.issuu.com/revistaguatini

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