Hay que reconocer que nuestro país es algo bastante especial dentro del concierto de las naciones. Tiene muchas particularidades como por ejemplo, es uno de los dos únicos países junto con Bolivia que es mediterráneo.
Tiene apenas 6 millones de habitantes en todo su territorio, pero el 50% o sea casi 3 millones más viven fuera de su territorio, si contamos a los hijos de ambos padres paraguayos.
Que en el curso de un poco más de sus 200 años de historia ha padecido el sufrimiento de 5 malévolas tiranías. Que en el relativamente breve espacio de tiempo de apenas 62 años debió enfrentar 2 grandes y sanguinarias guerras.
La primera de ellas fue la llamada de la Triple Alianza (1864-1870), en la que intervinieron directamente las tropas de Argentina, Brasil y Uruguay sin contar con alguna que otra potencia proveniente de Europa.
En dicha contienda murieron más de un millón de personas quedando apenas 200 mil mujeres, niños y ancianos, un territorio totalmente arrasado y gran parte de su tierra repartida como botín, entre Argentina y Brasil. Las profundas heridas que produjo esta guerra, aún se siguen sintiendo muy a flor de piel. No todas las llagas han cicatrizado.
La segunda fue la llamada Guerra del Chaco (1932-1935), un enfrentamiento directo con nuestro vecino Bolivia y varios espectadores indirectos, que se mantuvieron agazapados, a la espera de poner sus manos en nuestro petróleo. Del mismo modo que en la guerra anterior, Paraguay otra vez su territorio fue mutilado.
Con muchas luces y sombras, el país fue reponiéndose desde 1935 hasta la fecha tanto en población como en la mínima infraestructura para que el país se pueda desarrollar. Y aunque sea muy difícil que la gente lo reconozca, y esto lo medite mucho antes de escribirlo, a casi 25 años del golpe de 1989, ningún otro gobierno hizo una obra de infraestructura que merezca ser nombrada.
A través de los años, muchas promesas incumplidas han sido lanzadas a todo el país, sin embargo hasta la fecha, nada se ha concluido. El segundo puente a Brasil en Alto Paraná, la maquinación de la represa Iguazú, el puente que uniría Pilar o Alberdi con Argentina, Aña Cua y Corpus, cientos de kilómetros de rutas pavimentadas que aún están en los planos mientras que muchas ciudades paraguayas siguen aisladas del siglo XXI.
Hasta el más imbécil de los mortales sabe que si un país no invierte en infraestructura, tanto como en educación, jamás saldrá del más virulento atraso. Desde hace más de 25 años que no se invierte ni en uno ni en otro.
Por eso resulta ridículo creer que el señor Wagner E.Webber, consultor de la fundación Getulio Vargas de Brasil, dijo en su libro que Paraguay ha tenido el mayor crecimiento económico en toda Latinoamérica en los últimos 30 años.
Y para decir esto, se fundamentó en una serie de datos estadísticos que había reunido con su respectiva bibliografía:
1er. exportador mundial neto de energía eléctrica
1er. exportador mundial de azúcar orgánica
2do. productor y exportador mundial de stevia
2do. productor mundial de tung
3era. flota mundial de barcazas (2.200 unidades con 200 remolcadores) luego de EEUU y China
4to. exportador mundial de soja
4to. exportador mundial de carbón vegetal
4to. exportador mundial de almidón de mandioca
4to. exportador mundial de aceite de soja
5to. exportador mundial de harina de soja
5to. mayor consumidor de asado en el mundo, después de Uruguay, Argentina, Brasil, EEUU
6to. productor mundial de soja
6to. exportador mundial de maíz
8vo. industrializador mundial de soja
9no. exportador mundial de carne
10mo. exportador mundial de trigo
11mo. exportador mundial de hilados de seda
Toda esta catarata de datos y números pueden ser muy emocionantes y hasta tocar nuestras fibras más intimas del bien entendido orgullo nacionalista, sin embargo como siempre digo, números son números y gente es gente. Eso significa que por más bonitos sean los números, pero que la gente no sienta el efecto de tal bonanza, entonces la aritmética no sirve para nada.
Hay varias muestras que pueden dar una claro ejemplo de lo que aquí estoy diciendo. Tengo para citar aquel último gran terremoto sufrido por Chile, que dejó al descubierto una muy dura y deshumanizada realidad.
Durante los últimos 30 años, los gobernantes de turno montaron un lujoso decorado sustentado por una efectiva publicidad.
La catástrofe le mostró al mundo, por medio de los camarógrafos y reporteros, que las cosas eran muy diferentes.
Que si existía un enorme desarrollo en muchas áreas, pero que finalmente como siempre, toda el caudal económico y financiero seguía concentrado en muy pocas manos, no existiendo, como a través de toda su historia, el tan mentado reparto equitativo de la riqueza.
Cuando la utilería se cayó estrepitosamente quedó al descubierto toda la miseria bien maquillada. Esto mismo ha pasado exactamente con nuestro vecino Brasil que tanto pregona ser un país del primer mundo, pero las recientes manifestaciones, reclamando justas reivindicaciones demuestran lo mismo que Chile, que su modelo tiene grandes fallas.
Si vuelven a repasar uno por uno todos los ítems en los que nuestro país le lleva una gran delantera a las demás naciones del mundo, puede pensar que nuestras calles están pavimentadas con lingotes de oro, y que llevamos un estándar de vida muy por encima de los países escandinavos.
Lo cual es desde ya una grosera mentira, ya que el 50% de la población activa no trabaja, el Presupuesto Nacional es devorado literalmente por la corrupción, lo que supone una pésima salud pública, una deficiente educación y una inseguridad creciente.
La justicia es realmente un chiste. El parlamente se burla permanentemente de los estúpidos que los han elegido.
Los números son buenos pero la realidad es cruel, lo que nos convierte en un verdadero país de los milagros.
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