Las largas caravanas de las antiguas civilizaciones chinas, indias y mesopotámicas, ya sabían de las bondades de contar con buenos caminos, porque estos fomentaban el comercio entre las distintas ciudades, a su paso, por la tropa.
De allí que muchas aldeas totalmente perdidas en el horizonte, comenzaron a crecer desmesuradamente, no solo por su importancia estratégicas, si no por lo que las mismas ciudades comenzaban a generar.
Aparte de la acostumbrada compra-venta y del trueque, realizada en una especie de mercado central, surgían otros muy brillantes negocios. Uno de ellos era el alquiler del estacionamiento de recuas y su alimentación.