miércoles, 8 de octubre de 2014

LA LACTANCIA TAMBIÉN ES AMOR

Uno, realmente nunca termina de sorprenderse, ante tanta estupidez e ignorancia que puede acumular el ser humano. Hay cosas tan elementales que ni siquiera debería ser comentado, por su notoria obviedad. 

Sin embargo hechos así ocurren y es lamentable que eso realmente suceda. Lo que pasa es que muchos confunden trato discriminatorio con imbecilidad o ceguera mental. 

Lo cierto es que hace un par de días atrás, sucedió un hecho que podría haber sido tachado como banal, solo que los pequeños actos son los que desnudan la verdadera educación de un pueblo.

Y el hecho a comentar sucedió en un conocido y muy concurrido centro de compras de Asunción. Una pareja tomó asiento en el patio de comidas de dicho centro y pidieron una pizza. 

Mientras esperaba que le trajeran dicho pedido, el bebé que traían consigo, se puso a llorar y como la lógica lo dicta, la madre sacó su pecho y le dio de mamar a su hijo. 

No habría pasado ni un minuto cuando se les acerca un guardia de seguridad y les dice de un modo prepotente, que según las reglas del lugar, estaba totalmente prohibido dar de mamar. 

Por lo que los invita a pasar a un cuartucho, que estaba al lado del grupo de sanitarios sexuados, al que le dio el pomposo nombre de “Cambiador de bebés”.

Ante la rotunda negativa de los dos padres, el inflexible guardia los intima a retirarse de inmediato, del complejo comercial. 

Este incidente llegó a los medios de comunicación, debido a que el padre de la criatura, es un empleado, en uno de ellos. De no ser así, esto hubiera pasado totalmente desapercibido ante la opinión pública. 

Como cualquier mujer que se precie, ella se sintió no solo profundamente indignada, por impedírsele que diera de mamar a su hijo, sino también inmensamente humillada por tener que hacerlo dentro de un lugar espantoso e inaceptable, como si ella fuera una delincuente, que necesita esconderse, para no ser vista, ante un acto totalmente reprochable. 

Mientras tanto, el padre muy enojado, comentó todo lo sucedido en la red social Facebook, que con el correr del comentario, de muro en muro, terminó explotando e irremediablemente captado por los periodistas de diferentes medios, que finalmente lo publicaron. 

Pero no todos los medios le dieron el mismo destaque, ya que existe cierta relación comercial más estrecha con algunos que otros. 

Entonces se desató una terrible polémica en todo Paraguay debido a aquel desgraciado incidente, que finalmente se redujo a un simple caso de discriminación. 

Era evidente que el o los directores del centro de compras no iban a publicitar semejante punto de un reglamento tan antipático como espanta-clientes. 

Por lo que ante cualquier contingencia que pudiera suceder, el pobre guardia debería poner su cara, para evitar fundamentalmente que todas las mujeres le tomaran una verdadera antipatía por aquella absurda y ridícula instrucción. 

Ahora bien, ante una probable e injustificada excusa que se pudiera alegar a favor del centro de compras, sería que no la echaban del lugar, sino que la invitaban a un sitio más privado, destinado para tal efecto. 

Sin embargo, esta respuesta no dejaría totalmente conforme a la mayoría de las madres, ya que la considerarían una medida extremadamente machista y fuera de lugar.

Sin embargo existen varias alternativas para que todas las partes se encuentren contentas y felices y así solucionar una controversia que jamás, por cierto, debiera serlo. 

Creo que se puede mediar con dos medidas bien simples. 

La primera sería implementar un lugar cómodo y placentero para aquellas madres que necesiten no solo darle de mamar a su bebé, sino también realizar, con tranquilidad, un imprevisto cambio de pañales y no quieran ser vistas o molestar a otras personas que eventualmente se encuentren de paso, en cualquier centro comercial. 

Una segunda alternativa, muy atendible, sería que la mujer, estando en un lugar público, tape su pecho con algún pañuelito, como antiguamente se acostumbraba. 

Y esta sencilla operación, que era tan habitual hace unos cuantos años atrás, evitaría cualquier tipo de mirada indiscreta y molesta. 

Porque convengamos que no todas las mujeres son realmente muy delicadas, porque llegado el momento de dar de mamar, algunas de ellas, como dicen en el Río de la Plata, “pelan la teta”, sin más ni más y en el momento menos pensado. 

Eso para un reducido grupo de personas, de ambos sexos, y muy chapadas a la antigua, les puede resultar desagradable. 

Para ello existe una solución rápida y muy simple, llevar consigo un pañuelo grande o una pequeña sabanita para cubrir el pecho y el bebé, de todas aquellas miradas indiscretas. 

También existe una variante no contemplada aún hasta aquí. 

Es que muchos varones se quedan viendo a la tierna escena del amamantamiento, pero no con una mirada que no parece muy santa. Cosa sumamente molesta para cualquier mujer, en ese momento tan especial. 

En resumidas cuentas, no hay mal que por bien no venga, ya que este hecho tan vergonzoso, ha servido para que algunos legisladores se movilizaran, con el fin de actualizar algunas de nuestra leyes que no reflejan toda la realidad de este delicadísimo tema. 

Siempre es bueno traer este tipo de cuestiones conflictivas para poner las cosas en su justo lugar. 

No quiero de ninguna manera minimizar este desgraciado hecho, ya que no son muchos los incidentes de este tipo a los que nos tenemos que enfrentar.

Pero si es bueno revisar, como una medida de precaución, el estado en que se encuentran las leyes frente al amamantamiento durante el periodo laboral. 

En los últimos 30 años, la mujer se ha visto, más que nunca, en la obligación de salir a trabajar, fuera de su hogar, echando por tierra a muchos tabúes que la encadenaban a la casa, con la tonta excusa que al hacerlo, podría descuidar la crianza de los hijos. 

Cosa que no ha sido así, porque la madre en ese estado, no solo le proporciona un alimento esencial a su hijo, sino también afecto y ternura, que es la conexión fundamental para la futura formación emocional que tendrá dicha persona. Ya que sin el amor de madre, no somos nada. 

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