viernes, 30 de enero de 2015

LAS ADOLESCENTES PERDIERON UN TORNILLO

La etapa de la adolescencia es la más dura y difícil por la cual todo ser humano necesariamente deberá atravesar. Es el periodo de la vida en la que será sometido a la mayor cantidad de cambios de todo tipo, en un tiempo relativamente corto. 

Desde simplemente físicos, a los hormonales, pasando por la transformación de su carácter, sus objetivos y preferencias. 
La adolescencia es justamente eso, adolecer o sea, carecer de la madurez necesaria que se necesita para enfrentar todos los embates que nos ofrece la vida. 

Si bien el trance para los jóvenes es, en algunos casos traumáticos, serán las jovencitas quienes se encuentran mucho más desprotegidas que los varones. 

Necesitando ellas una atención mucho más esmerada debido a todas las presiones que la misma sociedad ejerce sobre ellas. 

Cuando digo que las niñas soportan mucho más presiones que los varones eso es porque el comportamiento de los varones y de las chicas, en grupos, es muy diferente. 

Los varones son competitivos por naturaleza, pero no entre sí, si no con otros grupos de varones, mientras que las mujeres siempre están al filo del estallido de cólera entre sus propias camaradas. 

Pertenecer a un grupo durante esta etapa es para ellos y ellas fundamental, porque justamente buscan con sus pares un espacio de pertenencia. 

Entre los 12 y los 16 años, las jovencitas son sensibles a las bromas porque sus cuerpos sufren permanentes cambios y la vanidad es el sello personal del género. 

Basta que una de ellas señale un granito en la frente de su compañera, para que aquella lo tome como una ofensa y se deprima, sin querer que nadie la vea así. 

Es el período en el cual todo es o muy trágico y muy alegre. No hay grises solo blanco y negro. Van de un extremo a otro sin parada intermedia. Se ríen, lloran y vuelven a reír en menos de 15 minutos. 

Los peores enemigos que las jovencitas tienen son el espejo y sus propias amigas. 

Con el primero nunca estarán de acuerdo con lo que allí vean y con las segundas, sus consejos por lo general son desacertados y van directo al fracaso. 

No tiene mucho sentido pedir consejo a quien tiene igual o menos experiencia que uno, en vez de acercarse más a los padres. Por desgracia, el ritmo de vida actual hace que muchos progenitores estén casi siempre fuera de casa, y descuiden a sus hijos. 

Es la etapa de la rebeldía, de saber mucho más que los padres, de querer comerse el mundo, pero desde un punto muy simplista; de buscar modelos en los que reflejarse, de una completa búsqueda para saber quienes son y que pretenden de la vida. 

Es el momento donde la opinión de sus amigos y compañeros tiene tanto o más peso que el de los padres. Donde reina, con amplia libertad, el inconformismo. 

Pero también es el momento, para ellas, de estar muy pendiente de los vaivenes y caprichos de la moda, de estar masificadas, pero con un algo distinto que las identifique por sobre el resto. 

Es por eso que son las jovencitas, las que llevaran la voz cantante, de los últimos gritos en boga. Siendo las mayorcitas quienes pretenderan inútilmente seguirles el paso. 

Por querer ser distintas y muy “fashion”, harán cualquier cosa, incluso que hasta bordee lo ridículo, llegando, por ejemplo, hasta dejarse crecer el pelo de las axilas, para luego teñírselo de distintos colores. 

Otra moda muy reciente, es aquella que en un día determinado, y puesto de acuerdo, por medio de las redes sociales, un gran número de jovencitas, aborden el subterráneo (metro) en ropa interior, aunque fuese un crudo invierno. Cosa ocurrida en Nueva York, Paris y Tokio. 

Estos dos ejemplos de locuras adolescentes son inofensivas y solo demuestran su rebeldía contra el sistema, ese mismo que estábamos en contra, a su misma edad. Sin embargo, existen otros modelos a seguir que no siempre son los ideales. 

El consumismo y la globalización han logrado satanizar la vida de las “gordas” a tal punto que su nombre se transformó en un insulto. 

Los talles grandes desaparecieron de las tiendas y solo se venden en casas especiales para chicas algo rellenitas. 

Por eso las chicas quieren bajar de peso, matándose en ridículas dietas o bien provocando el vómito, hasta llegar a ponerse anoréxicas. Esto ha terminado con la vida de muchas niñas, obsesionadas con su peso. 

La telefonía celular y las redes sociales son la magia de este siglo, pero como todas las cosas, bien usadas brinda una gran economía, y mucha comodidad. 

Sin embargo los jóvenes descubrieron que es una muy buena forma de conocer gente. 

El tema es que con las video llamadas no muchas chicas tuvieron la fortuna de encontrar una buena amistad, ya que uno de los peligro que corren las jóvenes más ingenuas, es que se dejen engañar con “espejitos de colores” y terminen trabajando como esclavas sexuales, en algún prostíbulo perdido. Los titulares de los diarios están plagados de cientos de casos iguales. 

Otro tema muy descuidado por los padres, es la educación sexual de sus hijas, ya que por lo general es siempre delegado a los colegios o bien omitido por pudor u omisión.

Tal es así que según índices estadísticos de la UNESCO, el promedio de iniciación en las niñas es entre los 14 y 16 años, mientras que en los varones es 15 a 17 años. 

El tema es que a las jovencita enamoradizas nadie las frena cuando tienen decidido entregarse, especialmente en una edad donde las hormonas corren a más de 1000 km/hora. 

El problema no es el sexo en sí, si no el embarazo no deseado, ya que difícilmente ellos se protegen. Las estadísticas dicen que de cada 100 nacimientos en el mundo, el 70 % son de niñas menores de 18 años. Pero existe un problema aún mucho mayor que el embarazo: las enfermedades venéreas o tal vez el SIDA. 

Los suicidios en las menores es una constante, siendo la desilusión amorosa, el motivo que ocupa el primer lugar. Las adolescentes beben casi el triple que los varones, pero fuman mucho menos de la mitad que ellos. 

Las adolescentes sufren cambios muy rápidos y complejos. Es una edad muy difícil, ya que tienen pechos y nalgas como una mujer pero demasiado mayorcitas para jugar con muñecas. 

Lo único que precisan es comprensión, mucho cariño y fundamentalmente bastante paciencia por sobre todo.

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