domingo, 27 de marzo de 2016

FUERA RAE


Desde los primeros talleres literarios con soporte técnico, a los que concurrí, siempre el profesor de turno, aconsejaba tener un diccionario, siempre cerca de uno. 

Porque indudablemente este será el mejor aliado de un escritor que pueda tener. Es la guía y faro con el que se apoya cualquier creador para estar seguro sobre la correcta escritura y su preciso significado. 

Nuestro idioma castellano cuenta con una institución que se encarga desde hace más de 300 años a reglamentarla, llamada la Real Academia de la Lengua Española. 


Ella dice como debe escribirse una palabra y las distintas acepciones o significados que estos vocablos tengan. Su famoso diccionario puede ser encontrado en la mayoría de las bibliotecas, en los países hispano-parlantes. 

Hoy día, con toda la nueva tecnología, se lo puede buscar rápidamente y sin problemas, en Internet e incluso se puede lograr su instalación en el disco duro de su computadora, en cuestión de minutos. Esto es una manera de tenerlo más a mano y de una forma de rápida accesibilidad. 

La Real Academia Española (RAE) fue fundada en el año 1713, en Madrid, por Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga, mientras Felipe V se encontraba en el trono, siguiendo el modelo de la Academia Francesa. Su propósito era reglamentar y ejercer pautas al servicio del idioma español (Este idioma realmente no existe pero eso lo veremos más tarde). 

A partir de allí, se dedicó a preservar su buen uso, así como la evolución y expansión del idioma. 

En 1951 se crea la Asociación de Academias de la Lengua Española, en donde colaboran las 22 academias de España, América y Filipinas, y así fijan una norma común sobre léxico, gramática y ortografía para todos los hispanoparlantes. 

Hasta aquí todo está espectacular, sin embargo la RAE ha entrado en muy serias contradicciones y siendo el elemento rector que dicta normas sobre el idioma, es por lo tanto imperdonable. En primer lugar lo que los hispanos parlantes hablamos y escribimos es el idioma castellano, el más difundido en toda España. 

Ya que allí existen 5 idiomas reconocidos: vasco, catalán, gallego, valenciano y castellano y más de 100 dialectos regionales. Este último idioma ha sido reconocido como oficial, registrado en el artículo 3 de la Constitución de 1978. 

Por lo tanto el español solo tendría dos acepciones bien claras y definidas; la primera es el gentilicio del nacido en España y la segunda, es llevada a la calidad de modismo, o sea castellano español, castellano mexicano, castellano uruguayo etc. Ahora bien ya definido este punto, queda por saber el motivo que teniendo el idioma ya registrado oficialmente en la Constitución no cambia su nombre a Real Academia de la Lengua Castellana, que a esta altura sería lo más lógico. 

A partir de la Edición del año 2008 comenzaron a incluirse acepciones de palabras que históricamente se las tenía por bien escritas pero que ahora quedaban fuera de contexto. 

La primera que fue borrada arbitrariamente es CONCIENTIZAR, figurando en su lugar CONCIENCIAR que era el vulgarismo más usado en México y países centroamericanos. Ni siquiera se le dio la oportunidad de usarla junto con la otra. Esto molestó a la mayoría de los escritores sudamericanos. 

Otros detalles como este, terminaron por irritar a Carlos Fuentes, magnifico escritor mexicano y a Gabriel García Márquez, inspirado colega colombiano, ganador del Premio Nobel de Literatura de 1982. 

Quienes siempre mantenían agrias disputas con la RAE, y luego del Nobel de García Márquez, este se distanciaría aún más de los ridículos y arbitrarios dictados de la RAE.

Fueron los inspiradores de un grupo de escritores españoles y sudamericanos para que se fundara FUERA RAE una entidad paralela y contraria a las pésimas decisiones tomadas a partir del año 2008. 

Esta entidad fundada a fines del 2014, en Madrid, me concedió el honor de ser el Director General para los 9 países sudamericanos que hablan nuestro idioma y desde esa fecha, trabajo con la inestimable colaboración de varios colegas correctores de estilo, de varias nacionalidades, que me prestan su valiosa ayuda. De no ser por ellos, no podría lograr absolutamente nada. 

Estoy totalmente convencido que los idiomas deben ser dinámicos e ir creciendo a medida que transcurre el tiempo, pero sin destruir la gramática ni agregar palabras ridículas cuando ya se encuentran otras existentes. 

Miguel Cervantes hace 400 años escribió la palabra “gentes” hoy sabemos que los colectivos no precisan de la “S” final. Esto es muy coherente. 

Pero distorsionar el idioma debido a presiones feministas sin fundamento basado en la famosa inclusión, es una maldita aberración. 

Usándose libremente la palabra presidenta por ejemplo, cuando en realidad es el presidente o la presidente. Sin embargo no hacen lo mismo con la dentista o el “dentisto”. 

Pero por desgracia los medios masivos de comunicación son los que más propagan estas palabras ya bien prostituidas y en vez de educar, ellos desinforman. Las palabras extranjeras se han adueñado de nuestro idioma con muchas adaptaciones que han resultado muy poco felices. 

A continuación, quiero dejarles una resumida lista de palabras bastardas que han sido ridículamente blanqueadas por esta decadente institución y se las dejo a su entera consideración: 

Abracadabrante: Por “sorprendente” o “desconcertante”. Abuhado: Que se ve hinchado. Acmé: Momento más crítico de una enfermedad.

Agibílibus o agílibus: Por habilidad e ingenio para desenvolverse en la vida. Amigovio: Relación intermedia entre amigo y novio. Almóndiga: Arcaísmo y vulgarismo reflotado por la RAE por “albóndiga”.

Arremangarse: Grueso barbarismo por “remangar”. Descambiar: Engendro por “devolver”. Murciégalo: Arcaísmo usado por el vulgo en el siglo XVII y reflotado por la RAE. Ño: Aberración por señor y pseudo sinónimo de enhorabuena. 

Okupar: Absurdo por tomar una vivienda deshabitada e instalarse sin permiso del dueño. Usa la “K” letra no romance en vez de la “C”. Otubre: Y para sorprenderse, sin la “c”. Papahuevos: Estupidez tomada como sinónimo de “papanatas”, una persona simple y crédula. 

Papichulo: Vulgarismo por galán irresistible a toda mujer. Paradón:Familiarmente balón detenido de forma espectacular. Pompis: Vulgarismo por nalgas. Toballa: Barbarismo por “toalla”. Vagamundo: por vagabundo. Yupi: Expresión de júbilo o algo muy bueno o estupendo. Zangolotear: Cursilería por un movimiento brusco y continuo. Y ahora, sean ustedes los que juzguen.

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