Con la desarticulación del cartel de Cali y de Medellín, y por consiguiente, la muerte y/o arresto de los principales jefes de estas dos organizaciones delictivas, quedó el camino limpio para que los “barones” mexicanos de la droga, reemplacen gradualmente a las bandas colombianas en EEUU, para controlar la lucrativa distribución de cocaína de costa a costa.
Las bandas de los narcos mexicanos han tenido éxito en los últimos tiempos, porque son más osados que los colombianos, por lo que hoy, los carteles aztecas son los más poderosos del mundo. Ese poder que se conquistó, no solo con inteligencia, si no eliminando a portorriqueños, dominicanos, jamaicanos y hasta cubanos, para constituirse los principales abastecedores de la droga, a los estadounidenses.
Este tremendo negocio ilegal, que involucra a los cuatro carteles mexicanos más poderosos como son los de Sinaloa, Milenio, Juárez y Guadalajara, producen en conjunto, 65.000 millones de dólares anuales.
Hoy día, están en la cresta de la ola y dominan todo el mercado. Sin embargo, repiten la misma vieja historia de querer dominar y abastecer el mundo, donde los 4 carteles se unieron y trabajan como uno solo, expandiendo sus tentáculos, cada día más.
El mercado europeo y norteamericano se encuentra en total crecimiento y los mexicanos están buscando nuevos sitios donde instalar sus mega-laboratorios de procesamiento y rutas alternativas para perforar los controles, cada día más rígidos que la DEA , Interpol y las distintas policías nacionales, que le imponen al narcotráfico.
Paraguay, en ese sentido, cumple muchos de los requisitos que necesitan los mafiosos mexicanos para que siente una plaza de distribución de cocaína hacia toda Sudamérica y Ciudad del Este, es el lugar ideal por su ubicación geográfica privilegiada.
Tiene miles de kilómetros de fronteras sin vigilancia y por lo tanto muy permeables. Los agentes encargados de controlar nuestra seguridad como la policía y los marinos de la Base Naval , están ausentes en la hora cierta.
Y los encargados de impartir justicia, como fiscales, jueces y parlamentarios son muy proclives a la ilegalidad, y buscan disfrazar la impunidad que brindan a la mafia organizada, bajo el código del corporativismo, que bien los protege de cualquier posible amenaza externa.
La capital del Alto Paraná, como el resto del país, ya por desgracia ha dejado de ser solo un mero lugar de tránsito para transformarse en otra nación consumidora y si bien este no es todavía tan notorio, el comercio con adolescentes de colegios y universidades, crece a pasos agigantados, y ya no es difícil encontrar un drogadicto dentro de alguna familia esteña.
El dinero que mueve los carteles es impresionante y nuestro pueblo está pasando por uno de los peores momentos económicos.
Este es el verdadero caldo de cultivo, para que se fomente cualquier tipo de delito. Los pésimos últimos gobiernos han empujado a una situación desesperante.
Estado y civilidad deben comenzar a tomar los recaudos necesarios para prevenir un avance masivo de la droga, ahora, sin pérdida de tiempo, porque el enemigo, aparte de ser poderoso, no espera.
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