El día 22 de noviembre concluyen los primeros 100 días de gobierno del presidente Lugo. Este no es un tiempo mágico en el que se solucionan todos los problemas, solo es el lapso prudencial que nos permite analizar el rumbo que toman las nuevas autoridades, con esto se tendrá una idea de la proyección, según sean las medidas básicas que se adopten.
Hay que entender que, desde el momento mismo en que, el señor presidente, asumió el mando, no las tuvo todas a su favor, sin embargo eso era algo de esperar, ya que todos los ciudadanos de este país, teníamos una vaga idea de la situación lamentable en que, los burócratas recién instalados, encontrarían las arcas del Banco Central.
Hasta la fecha y faltando pocos días para que el plazo expire, se puede decir, sin llegar a equivocarse, que ninguna de las medidas tomadas, han sido de fondo, ni que atacaron la raíz de los problemas, arrastrados casi desde la época de la colonia. Solo se remendaron situaciones insostenibles con parches ocasionales, para apagar incendios de acá y de allá.
Pero los temas puntuales que carcomen a nuestra sociedad, como: la falta de empleo, la seguridad de circular libremente por la calle, sin temor a ser asaltado como tampoco ver invadida su casa en medio del festejo de un cumpleaños, poder mantener la salud gracias a la intervención del Estado, tener una justicia pronta y barata, seguridad jurídica para garantizar los derechos básicos de los inversores, educación para todos y no para privilegiados, salarios justos también para ambos sexos, protagonismo de nuestra cancillería en los temas que nos afectan nuestros intereses económicos o lesionen de alguna manera la soberanía paraguaya.
Sin embargo, se perdió mucho tiempo en marchas y contramarchas estériles, disputas conceptuales entre los mismos integrantes de la Alianza y luchas internas dentro de los mismos liberales que no pedían, si no que exigían un protagonismo mucho más amplio, del que ya tienen. Todas estas torpezas domésticas han hecho que se perdieran miserablemente muchos días valiosos.
En cuanto al protagonismo exigido por los liberales y que lo tienen de por sí, ya que es el grupo mayoritario que hoy ostenta el poder del gobierno. Pero el protagonismo no se lo gana con exigencias, si no con mucho trabajo silencioso y presentando hechos concretos ya realizados. El protagonismo por el protagonismo mismo solo conduce a cometer errores idénticos como los que catapultaron a los colorados a una inexorable derrota.
Los liberales que sustentan, actualmente el poder, en los distintos estamentos, deberían hacer también un “mea culpa”, teniendo en cuenta que muchos de los actuales dirigentes fueron, en su momento, cómplices silenciosos de un stronismo dictatorial y dócil oposición en los posteriores gobiernos colorados, salvando muy honrosas excepciones, que fueron muy pocas por cierto.
El momento coyuntural grave que soportamos exige olvidarse de la mera figuración social tejida de liviandad, para constituirse en verdaderos actores de la refundación del Estado paraguayo, que corre serios riesgos de una gran atomización, ante una probable guerra civil, si no se toman las medidas para apagar el incendio campesino que promete quemar a todo el país, si no se le encuentra una urgente solución a sus reclamos.
Estimado señor Vicepresidente, no necesitamos el protagonismo liberal, precisamos que se renuncie a la ambición desmedida por querer aparecer en todos los medios masivos de comunicación. Deseamos mucho más humildad de parte de todos los nuevos funcionarios. Queremos una mayor entrega y efectividad durante las pocas horas de trabajo a las que están abocados.
Deseamos que no se vuelvan a cometer los mismos errores del pasado, que era tomar el cargo público como un botín de guerra. Esto fue lo que sumergió en la penumbra a nuestro país.
Para que Paraguay resurja de las cenizas, se necesita imperiosamente que se entierre la ambición personal para dejar paso al mismo patriotismo de nuestros mayores, aquellos guerreros de mil batallas que no les importó sacrificar sus vidas en pos de garantizar un futuro para sus hijos y nietos. Eso mismo es lo que ahora estamos precisando.
Anhelamos que ustedes, que tienen el poder que hemos depositado en sus manos, dejen de lado las actitudes mezquinas y egoístas y volvamos a nuestras raíces, aquellas mismas que pregonaba el gran Decoud, que decía que el fin último de la doctrina liberal era sentirse orgulloso de la paraguayidad. Pero para esto también debe cesar la masiva emigración de nuestra gente al exterior.
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