Basta con que un político asuma un cargo público para que inmediatamente pierda por completo su memoria. Esté inusitado síndrome no tiene nada que ver ni con la edad, el sexo, religión, clase social o cualquier rótulo que la misma sociedad se encargue de estamparle en la frente.
Cinco minutos después de haber jurado respetar las leyes y de servir por entero a ese mismo pueblo que lo colocó en ese sitio, una enorme laguna mental se instala en medio de todas las neuronas. Desde el presidente de la Nación hasta el último ordenanza son presa fácil de esta malsana pandemia que azota a las hordas políticas de nuestro querido país.
Uno de los tantos pésimos políticos que nos han caído del cielo, es la actual intendente de Ciudad del Este. Desde su asunción al curul municipal, gracias a la renuncia de su marido, quien en esos momentos disputaba la vicepresidencia del país, no ha dejado un solo minuto de su tiempo en hacer su propio marketing.
Una buena prueba de ello son los cientos de pasacalles que todos pagamos, para que diga: “Gestión SMcL”, cosa que es una verdadera mentira ya que la señora no hace nada sino que es la misma institución como tal, la que ejecuta los trabajos.
Esta pésima costumbre de hacerse publicidad llamada “chicken system”, que traducido significa el estilo de la gallina, ya que cuando este ave pone un huevo, hace más barullo que otra cosa, y da la impresión que puso 100 huevos y no uno solo. Ese es su idea básica.
La gente ignorante le seguirá comprando sus promesas, pero los nuevos electores, que no son los mismos de hace 10 años atrás, ya no adquieren más espejitos de colores ni llegan a masticar vidrio molido.
Si se hace un pequeño balance general de estos últimos diez años a la fecha, no son tantos los cambios que esta ciudad ha sufrido, teniendo en cuenta que estamos en la capital económica del país y la otrora tercera ciudad comercial del planeta.
Sin embargo ese poderío no se lo ve registrado en ningún lugar del distrito, es más, hasta el mismo predio municipal es un lamentable rancherío, propio de un pueblucho de principios del siglo XIX.
Quien tenga cierta dignidad y cierto pudor, jamás se animaría a recibir a una autoridad de cierta categoría en ese “kure kua”, con cierto olor a miseria y a voracidad desmedida por los billetes. El maquillaje es lo que ha imperado durante todo este tiempo. Mucha pintura, muchos focos de colores y bastante prensa adicta, que transformarán con un par de lindas palabras una gestión más que mediocre, en una maravilla del siglo XXI.
Según su famoso cantito “la ciudad que ya cambió” más que una burla a los esteños, parece una buena bofetada en plena cara a los pocos contribuyentes que aún aportan a las alicaídas arcas comunales. Porque existe un hecho innegable.
Las municipalidades de todo el país están teniendo muy poca recaudación. La crisis económica y los factores climáticos han desarticulado las finanzas de todo el mundo, pero en Ciudad del Este existe un condimento extra para que este fenómeno suceda.
Los ciudadanos de nuestra urbe dudan sobremanera que todos los fondos recaudados vayan a parar a donde fueron destinados, ya que la sospecha general es que toda esa masa enorme de dinero va a parar a las arcas del famoso Clan, discípulos dilectos de Don Corleone. ¿Entiende? Pero las obras de infraestructura, esas que hacen que las buenas gestiones perduren a través del tiempo, esas no se han visto por ningún lado.
Obras imprescindibles que no se pueden postergar más, si es que se quiere que esta ciudad siga creciendo.
No existe una planta potabilizadora como Dios manda, no hay conductos fluviales, planta de tratamiento de cloacas, tampoco cloacas, no existe un plan de ordenamiento integral del tránsito.
El viaducto del kilómetro 4 quedó desfasado ante tanta cantidad de vehículos. No existe un basurero municipal que cumplan con todas las normas ambientales, no existe una morgue, no existe un crematorio para residuos netamente hospitalarios. No se cuenta con un salón de eventos de importancia de acuerdo con la categoría de esta gran urbe.
En fin, se podría decir todo lo que esta ciudad no tiene y llevaría muchas hojas hacerlo, pero existe un dato básico y fundamental para que esta ciudad sea considerada como tal y no solo un villorrio. Las dos cosas que identifican a una urbe moderna y organizada es veredas sanas en todas las cuadras y la numeración correspondiente, sin esto, Ciudad del Este no puede llamarse precisamente ciudad.
Tengo la presunción que la reina y el capitán están teniendo un tórrido y lujurioso romance, pero no entre ellos, si no con un amante común, que es el billete. Ambos saben que la policía municipal de Ciudad del Este es mega corrupta por lo que no se puede descartar que la enorme cantidad de dinero proveniente de las diarias coimas que producen los constantes saqueos a los automovilistas no vayan a parar a cuentas especiales en algún país vecino. Eso explicaría la enorme fortuna acumulada por estos dos personajes.
Solo existe una pequeña ventaja, ya la gente está aprendiendo a votar y a castigar a los malos funcionarios. Dentro de poco tendrán una nueva oportunidad, esperemos que el castigo siga en pie y que los próximos gobernantes de esta ciudad no tome por estúpidos a sus habitantes, porque así como se los colocó también se los puede echar.
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