viernes, 2 de marzo de 2012

LOS PEQUEÑOS DELITOS

La violencia y la inseguridad se han instalado definitivamente y por desgracia en nuestro país. Los antecedentes que lo han provocado son muchos y no deben de ser muy distintos que los sufridos por los demás países hispanoamericanos.

Nadie sabe cuando comenzó y casi sin darnos cuenta terminó por socavar los cimientos mismos de nuestra sociedad. 

De los pequeños hurtos al tendal de ropa, hasta los secuestros más sangrientos y repulsivos existe un gran paso. Para que esto sucediera se tuvo que recorrer un largo camino en donde la misma sociedad, de una manera u otra, los consintió. 

Al reinar en nuestro país la impunidad, viejo mal que nos ataca desde la misma instalación de la colonia, y que ha sido ayudado casi siempre con el pésimo desempeño de policías, auxiliares fiscales, fiscales, abogados y jueces, quienes interpretando a la ley, cada uno a su manera, han terminado por convertir a la justicia paraguaya en cualquier cosa menos en justicia.

Siempre se ha dicho que el periodismo hace críticas sin aportar soluciones. Y no las aporta porque esa no es la función primordial del gremio. Solo relatar fielmente lo que sucede. Sin agregar o sacar una coma.

 El resto es una opinión meramente subjetiva. Pero en este caso se podría, si no dar una solución, al menos una humilde sugerencia.

Sería interesante comenzar a perseguir a los pequeños delincuentes como los que se llevan cosas sin  pagar de algún negocio, a los que están en estado de ebriedad. 

A los que orinan en público, a los que tiran basura en la vereda o en el primer terreno baldío que encuentren, a los que pasan frente a una comisaría, con una actitud desafiante, con el equipo de sonido a todo volumen, a los que destruyen bienes públicos de plazas o parques.

Existe una razón de peso para que esto se lleve adelante. Si se comete una transgresión, por pequeña que sea y se deja sin la punición correspondiente, siempre habrá imitadores.

 Si alguien entra en un supermercado y roba un caramelo y las personas que observan esta escena notan que el individuo se sale con la suya; pensaran “¿y por qué yo no”?. Entonces la imitación será inminente amparada siempre por la impunidad reinante.

El ataque debe ser puntual y fulminante, en un proceso que será lento pero profundo, dado los siglos que pasaron desde el primer hecho sin punición. Pero aquí no puede haber “Llaneros solitarios” o “Don Quijotes” porque irremediablemente fracasarán chocando contra un sólido muro. 

Tiene que acometerse mancomunadamente entre todos los involucrados más arriba citados. Cada uno haciendo su parte. 

La multa debe ser pecuniaria, ya que nuestras cárceles están saturadas y no ofrecen ningún tipo de garantía de rehabilitación, ya que es muy probable que el individuo en vez de recapacitar sobre el delito cometido, salga graduado en Ciencias Delictivas. 

No hay cosa que duela más que pegarle al bolsillo del contribuyente con pesadas multas. De no tener dinero suficiente, horas donadas en servicios comunitarios. Si un motociclista no lleva casco, ni chapa, ni papeles y se encuentra transportando a 4 personas, es difícil que se lo pueda atrapar si es que conduce por caminos alternativos.

Entonces se debe multar a la estación de servicio que le venda combustible. Es más fácil detectar a 5000 gasolineras que a dos millones de usuarios de estos biciclos. 

Si existen 30 accidentes (este es un término no siempre exacto) de motocicleta cada fin de semana, saturando las salas de esperas de Emergencias  

Medicas y todos los centros de salud del país, sería conveniente cobrarle a cada accidentado como si fueran a internarse en un sanatorio privado. Esto podría ser el santo remedio.

A cada trasgresión una multa desproporcionada, que duela mucho, pero que también el ciudadano común sepa que ya no quedará impune su “avivada”, que ningún amigote se atreverá a salvarlo porque puede también quedar “pegado”. 

Si se ataca a los pequeños delitos, jamás se llegarán a los grandes. ¿Qué no es fácil?, claro que no lo es, al contrario es dificilísimo el combate a la impunidad pero tomemos el ejemplo de los taiwaneses.

Sin entrar en cuestiones de fondo, ni meternos en la política interna de un país que desea fervientemente ser soberano; que a un presidente que hizo de las suyas, con los fondos públicos y es condenado a cadena perpetua, es el sueño imposible de millones de latinoamericanos. 

Eso es la voluntad política que nuestros mandatarios, por una cuestión de arraigada cobardía, no se animan a dar el gran paso, que nos redima de una vez por todas ante los ojos de los demás países del mundo.

Paraguay es el único país en el planeta donde la piratería es bien vista y recibe los constantes guiños del Estado, con la estúpida excusa que en esta tierra no existe trabajo. 

Si un vendedor de alcohol perfumado se pasea orondo, por el micro centro de Ciudad del  Este, ofreciendo su mercadería, sintiéndose como si fueran verdaderos microempresarios; está todo dicho.

Comencemos por los pequeños delitos de una vez por todas que los grandes se terminaran solos.       

1 comentario:

  1. ¿tiene algo de malo pasar a resguardarse de la lluvia en un terreno baldio si no lo vas a dañar?

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