Días pasados, me encontré con un buen amigo de Hernandarias, ingeniero agrónomo él, que me invitó a tomar algo en un copetín de Ciudad del Este. Era celebrar nuestro reencuentro y recordarme como me basureaba jugando ajedrez. Pero tenía que largarme una frase matadora, para que disparara toda mi curiosidad. ¿Sabes que ese sándwich que estas comiendo es transgénico?
Comenzó a contarme que son muy pocos los que saben de dónde proviene lo que comen. Palabra va, palabra viene, se fue adentrando en un tema espinoso del cual solo tocaba de oído. Y empezó diciéndome que como en toda cuestión, existen dos bandos incompatibles. Los que están del lado de las grandes productoras de semillas transgénicas y los que defienden la salud y los derechos de los ciudadanos como también el medio ambiente.
Los adeptos a los transgénicos y la multinacional Monsanto no quieren el etiquetado de sus productos. Pero esto es un derecho irrenunciable e indiscutible: conocer lo que se consume. Ahora bien, las etiquetas deben informar, veraz y objetivamente el historial del producto. Las etiquetas son un tipo de declaración jurada. Y en el que deben constar todos los aditivos como cafeína, tartrazina, aspartame o glutamato monosódico. Siendo entonces su compra una decisión personal.
No basta saber el origen de los componentes, sino el ciclo de elaboración de aceites, como el de algodón, girasol o de maíz; y en cuyo proceso se somete a las semillas a temperaturas de más de 1500 Cº y a solventes.
Estudios serios indican que estos aceites contienen altas cantidades de grasas transgénicas, ya que se propicia la desnaturalización de sus grasas, con serios riesgos a la salud humana. Recientemente fue la leche con melamina, preparada por un grupo lácteo chino. La melamina, es una sustancia muy usada para la fabricación de plásticos y cemento.
Una pregunta interesante es ¿A quién debe defender el “avance de la ciencia y del conocimiento? ¿A la colectividad humana o unos pocos intereses particulares? Según Monsanto, asegura haber realizado estudios serios para verificar posibles efectos alergénicos o tóxicos en los derivados transgénicos y afirma que no existen diferencias químicas o bromatológicas entre estos y los alimentos convencionales.
En los años 50 varios Ph D "demostraron" que el tabaco no hacía daño, al contrario, era saludable. Sin embargo, tiempo después, varios científicos honestos descubrieron el fraude. Fue así que los tribunales condenaron a las tabacaleras a pagar 700 mil millones de dólares. El tabaco ha causado la muerte de millones de personas; los culpables han sido las compañías que maquillaron argumentos y los medios de difusión al divulgar falsos estudios.
Se diría que es un caso muy similar al de hace 60 años. Los mismos grupos antagónicos sosteniendo una nueva batalla entre los “malos” por un lado y los “buenos” por el otro. Usando los mismos elementos para confundir a la opinión pública, como sería no profundizar ni mostrar aquello que no les conviene. Por ejemplo, detallar cómo se obtiene un cultivo transgénico resistente a las plagas.
Hoy, el 98% de las semillas transgénicas que se cultivan y venden en el mundo recaen en seis productos: soja, maíz, colza, algodón, girasol y arroz. El 80% de ellas son resistentes y rociadas con abundante Glifosato, un herbicida cancerígeno. El otro 20% contienen Bacillus thuringiensis Bt. Este bacilo es introducido genéticamente en el maíz. Así, apenas muerda el insecto, morirá. Los científicos ya advirtieron del peligro de liberar cultivos Bt para uso humano.
Como en el caso del tabaco, este polémico herbicida Glifosato, sorteó con éxito todos los estudios toxicológicos requeridos en EE.UU, y cuando se les descubrió su trampa y fueron procesados por falsificación de datos, omisión sobre defunciones de ratas y cobayos, falsificación de estudios y manipulación manual de equipamiento para dar resultados falsos. Esto significa que la información existente sobre el Glifosato en alimentos y el medio ambiente no es confiable.
La gran conspiración entre las productoras de semillas (Monsanto, Syngenta, DuPont, BASF, Bayer, Aventis, Pioneer, etc), los fabricantes de agrotóxicos, donde las diez mayores empresas controlan 89% del mercado. Sus filiales dedicados a la industria farmacéutica veterinaria, controlan 63% de ese rubro. Si le sumamos los 10 mayores procesadores de alimentos (Nestlé, PepsiCo, Kraft Foods, CocaCola, Unilever, Tyson Foods, Cargill, Mars, ADM, Danone) controlan el 26% del mercado total. Con estas cifras no sorprende que hayan quebrado la integridad de muchos científicos.
Es ridículo juntar genéticamente un mamífero con un pez o un ave con un molusco. Los humanos no conocemos cómo funciona la naturaleza, y con cada hallazgo, nos damos cuenta de lo poco que sabemos. Sin embargo, algunos científicos, se han puesto a jugar a ser dioses, combinando genes sin estudiar sus secuelas, liberando sus productos, sin importarles el resto de la humanidad.
Lo grave de los estudios de las compañías de semillas transgénicas reside, en que estos duran solo semanas o meses y no a largo plazo. En EEUU no se etiqueta, por lo que no existe forma de saber el daño real que causan los transgénicos. Pero, hay un incremento alarmante de las alergias desde que se consume transgénicos.
En un momento dado, lo puse tan nervioso a mi amigo, por mis preguntas, que me recomendó que lea el libro “El mundo según Monsanto” de la periodista e historiadora francesa Marie-Monique Robin, icono del periodismo de investigación en su país.
Las pruebas en laboratorio de los científicos Arpad Pusztai, Michael Hansen y otros tantos, demuestran que seres vivos alimentados con transgénicos, sí presentan anomalías y enfermedades. Lo mismo afirma el Dr. David Suzuki, genetista, ampliamente galardonado, por sus 30 años como difusor de temas científicos en forma sencilla y amena.
Él opina que con los errores del DDT, la energía nuclear y los CFCs (gases que rompieron la capa de ozono) se descubrieron luego que su uso se extendió. Por lo tanto se debe aplicar el principio de precaución con cualquier nueva tecnología, hasta tener cierta seguridad que no es nociva.
Todas estas ideas y conceptos aquí dichos no tienen una ilación lógica, son solo retazos de una larga conversación con un querido amigo, pero si es una clara advertencia sobre lo que ustedes llevan todos los días a su boca y a las de sus hijos y nietos. Ya están convenientemente advertidos; de ahora en más, los riesgos son por vuestra cuenta.
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