martes, 29 de mayo de 2012

EL ALMACÉN DE LOS POSGRADOS

Como me gusta siempre, hablar bien clarito, vamos a ir definiendo cada término para que no se preste a confusión. Se denomina universidad, al establecimiento o al conjunto de unidades educativas, dedicadas a la enseñanza superior y la investigación. 

La universidad es la encargada de avalar los conocimientos que posee el graduado, otorgando grados académicos y un título profesional que lo acredita como tal. Una facultad en cambio, es un centro docente donde se imparten estudios superiores especializados en alguna materia o rama del saber (Medicina, Derecho, Teología, etc.); y generalmente constituyen una subdivisión de una universidad.


En las facultades se imparten licenciaturas o ingenierías, carreras de ciclo largo, y doctorados. Pueden ofrecerse diplomaturas. Estas últimas habilitan para ejercer docencia y en otros casos son títulos "intermedios", válidos para entrar en otro ciclo universitario, como el caso de una licenciatura. Aclarado más o menos el tema, pasamos al siguiente punto.

Fue en 1889, cuando José Segundo Decoud, presentó, el proyecto de creación de la Universidad Nacional de Asunción (UNA). La idea era formar una nueva generación de líderes intelectuales, luego de la  Guerra Grande. Hasta el golpe de 1989, sólo funcionaban en el país: la Nacional y la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción (UCA), creada por un decreto de Stroessner en 1960.

En 1991, Andrés Rodríguez decreta la creación de las universidades privadas: Columbia, UniNorte y Autónoma de Asunción. Luego de éstas tres, y modificada la Ley 2529, las universidades privadas se multiplicaron como conejos. Hoy, es tanta y tan variada la oferta que hasta los propios interesados se encuentran mareados por el bombardeo publicitario que promueven infinidad de carreras y no todas válidas fuera de nuestro territorio.

Resulta que la educación universitaria privada se ha prostituido de tal modo, que es como ir de paseo a un centro de compras del conocimiento, en donde todo se vende y todo se adquiere. Los profesores son los mediocres vendedores del saber, el alumno cree aprender algo y si es fácil y rápido mejor, como en un “fast food” y finalmente los padres, serán los estúpidos clientes que pagaran sin chistar, ya que sueñan tener un hijo universitario con título colgado y todo.

Ahora bien, al gran negocio que supone la enseñanza universitaria privada, que mueve ciento de millones de dólares, en nuestro país; habría que agregarle un nuevo ingrediente, con la incorporación de los famosos títulos de posgrado. Un reciente anuncio del Ministerio de Educación, alertaba a los desprevenidos, que estos cursos de posgrado, en dichas entidades, no gozarían de la acreditación correspondiente, siendo esta, una de las tantas irregularidades que dichas casas de altos estudios cometen.

Muchos de estos seudos claustros de enseñanza superior, tienen como meta final, el mayor lucro posible, por encima de la excelencia académica. No les interesa el  desarrollo de actividades eruditas complementarias o fijar planes de investigación. Como dice el sabio refrán “la culpa no la tiene el chancho si no quien le da de comer”.

Acá el que les da de comer es el Estado paraguayo, ya que no existe ningún tipo de control hacia este tipo de instituciones. Las normas son demasiado flexibles y por lo tanto, más posibilidades que las casas de altos estudios no tomen en cuenta los requisitos indispensables, no sólo para abrir una universidad, si no para ofrecer servicios adicionales. Hay una ausencia de regulación que hace que exceda la oferta a la demanda.

Dentro de los requisitos establecidos en el reglamento que regula el funcionamiento de las universidades, debe contemplarse el tema de infraestructura, sobre todo en carreras como Medicina. Hay una universidad que ni siquiera tiene un laboratorio para que sus alumnos hagan las prácticas correspondientes. Sin embargo tiene la desfachatez de otorgar un título profesional de médico, sin haber cumplido con un requisito básico.

Una de las tantas universidades que recientemente ha brotado de la nada, tiene como sede, al garaje de una vieja casona, no lejos del microcentro de Ciudad del Este. Como ya dije, lo importante no es la infraestructura, si no el rédito proporcionado a los socios del directorio. Total, el mercado cautivo siempre responde. Cuanto más se gaste en publicidad, más respetable parecerá a los ojos de los futuros “clientes”, perdón quise decir alumnos.

Otro de los temas controvertidos es el caso de los estudiantes extranjeros, en especial los brasileros. En Brasil, los títulos de posgrados, sea de maestría o doctorado, expedido por las universidades privadas paraguayas, son tenidas como “piratas”. Ya que gozan de la misma fama como la que tienen los productos vendidos en Ciudad del Este. Y esto no lo digo yo, si no algunos de los brasileros que están cursando en nuestro país.

Ellos no se quejan, porque saben que no van a ejercer con ese título logrado en Paraguay, solo lo necesitan para mostrar el diploma, ya que con este logran un plus salarial entre un 30% a un 60%. Las diferencias de costo entre los posgrados de Paraguay y de Brasil son realmente enormes. Mientras que allí, puede tener un costo de aproximadamente unos 42.000 reales; en nuestro país, no sobrepasaría los 19.000 reales. 

Eso a sabiendas que los posgrados cursados en las universidades privadas en el Paraguay, no cumplen con las debidas cargas horarias requeridas, como que tampoco ellos no entienden mucho las clases impartidas en castellano. 

Yo sé que los jóvenes profesionales a veces se deslumbran y pierden la óptica de las cosas, pero por favor, no se dejen engañar con falsos programas de posgrado, doctorados o maestrías ofrecidos por universidades que realmente no tengan el reconocimiento oficial o validez académica. Porque sería lo mismo como ir de compras a un “shopping” o aún peor; a revolver las estanterías del almacén de los posgrados.

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