Constantemente estoy alabando, el gran beneficio que ha representado Internet, en mi vida personal y profesional. Y a pesar de sus luces y sombras, la sigo defendiendo, aún con toda su pornografía, sus chismes frívolos, sus mentiras flagrantes, y su capacidad para enviciar, hasta el grado de olvidar a uno, de comer o hacer las urgentes necesidades fisiológicas.
Su uso diario me ha permitido agilizar mis neuronas, tener más velocidad en la toma de decisiones, leer más rápido que antes y acelerar mi comprensión ante lo examinado.
Darme cuenta cuando algo, no tiene ni fundamento ni rigor científico o que simplemente no excede de alguna “leyenda urbana”.
Tal el famoso caso del Arca de Noe, descubierta infinitas veces, por distintas expediciones y expuestos, sus restos, a concienzudos estudios que jamás terminan por concluir y siempre acompañadas de fotos borrosas tomadas presuntamente cerca de la cumbre del famoso pico armenio del Ararat.
Mucho material similar a este, recorre la red, de punta a punta, pero el libre uso, sin ningún tipo de censura, es lo que más me apasiona de todo esto. Existen, por supuesto, excesos de tipo religioso como la ponderación hasta límites insospechados de algún gurú, pastor o sacerdote. Ideológico como hacer apología de algún holocausto para exterminar determinado grupo minoritario o simplemente la negación de los que ya han ocurrido.
Pero es esa la libertad sin censura que amo y que permite que cualquier individuo tenga acceso a todo tipo de información, siendo cada uno de nosotros, lo suficiente responsable o no, de procesarla y analizarla para saber si es veraz o no.
Esto posibilita muchas veces que gobiernos o determinados grupos de poder, no puedan esconder datos importantes o bien desenmascarar la manipulación de la información.
Ahora bien, recientemente cayeron del cielo, dos noticias que conmocionaron a la opinión pública mundial, y que ponen una vez más al descubierto, los turbios manejos que hace el gobierno norteamericano, sea quien fuera, el que presida la Casa Blanca.
Siendo ellas tan espeluznantes, que hasta suenan a una conspiración salida de la pluma de Dan Brown y tan espantosamente fantasiosa como “Misión Imposible”.
Sin embargo, esta vez, ambos informes tienen el aval oficial que le da viso de legitimidad. La primera noticia, nos cuenta que la Secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton y la Secretaria de Salud, Kathleen Sebelius, se disculpan con la República de Guatemala, por los experimentos que infectaron intencionalmente a personas de ese país, con sífilis y gonorrea, entre los años 1946 y 1948, y se anunció una investigación al respecto.
Estos experimentos, del Servicio de Salud Pública de EEUU, estudiaban el desarrollo de las enfermedades en periodos prolongados de tiempo, sin darles tratamiento a los infectados y se realizaban contagiando a personas recluidas en “instituciones psiquiátricas".
Pero no fue el gobierno norteamericano quien reveló estos diabólicos datos, si no Susan Reverby, conocida investigadora de la Universidad de Wellesley, quien encontró esta información en unas cajas ubicadas en los sótanos de la institución y totalmente cubiertos por el polvo de más de 50 años de olvido.
En resumen, se infectaron a 696 enfermos mentales, mediante visitas de prostitutas enfermas y a quienes se las alentaba a seguir contagiando a otros. Querían determinar si la penicilina podía prevenir y no solo curar la sífilis y la gonorrea. Jamás se supo si estos pacientes fueron luego curados o no.
Si esto es una canallada confesa, entonces el caso Wikileaks es una bomba atómica caída en plena Casa Blanca y que supera todas las barreras, los códigos y cánones de ética conocidos y aceptados universalmente.
Es una clara muestra del doble discurso llevado por el gobierno norteamericano desde el momento mismo de su independencia, quizás como parte de su maldita herencia anglosajona.
Las primeras consecuencias de la fuga de estos secretos, celosamente guardados por el Pentágono, han provocado tal sacudida diplomática, que nadie puede prever sus terribles derivaciones.
Este “affaire” revela que los mismos embajadores de EEUU, habían sido instruidos para espiar a sus propios colegas de la ONU. La filtración de 250.000 archivos “top secret”, puso al descubierto las actividades diarias, de los principales dirigentes de los países, sean estos aliados o no de EEUU.
Ahora bien, que se exponga al descubierto los secretos de un hombre público, eso no es novedad, porque esto se hace desde la época de los romanos.
Lo que si es novedoso, es que el gobierno americano instruya a sus diplomáticos para cometer actos de espionaje, lo que supone una violación de la Convención de 1946 de la ONU , como la Convención de Viena de 1961. Por lo que su cancillería tendrá un arduo y ciclópeo trabajo, en los próximos años, para revertir los efectos de los ex secretos.
No voy a relatar todas las revelaciones hechas, ya han sido publicadas en todos los medios escritos del planeta, pero sí, de sus funestas consecuencias. Así como su intervención en Afganistán e Irak ganó como premio, un 11 de septiembre; el caso Wikileaks, podría generar algo muy parecido o mucho peor. Como tener que reforzar sus embajadas en todo el mundo y que sus embajadores, vuelvan a ser blancos móviles, como lo fueron en una época.
Por lo tanto, donde queda la validez de la palabra de la primera democracia del mundo. Aquella que pregona sobre los derechos humanos, por ejemplo, y señala con el dedo, a los países que no lo hacen, mientras sus soldados torturan árabes esposados, en sus cárceles. Claro que si esto fuera al revés, sería el acabose.
Muchos hechos oscuros de estos últimos 50 años, tendrían entonces una clara solución si damos por cierto, que la muerte de Allende si fue hecha por un marino americano, como decían, en su momento, las viejas chismosas.
Sin embargo como todo en la vida tiene un castigo, solo resta esperar como hace EEUU para pagar todos sus pecados, pensando que esta vez, con solo un par de Padrenuestros, le será casi imposible redimirse.
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