Desde que tengo uso de razón, siempre tuve un amor muy especial hacia todos los animales.
Salvo por las arañas gigantes, de las que tengo un terror espantoso, pero eso ya es una historia que la convertí en un cuento corto y que, por cierto, me ha dado grandes satisfacciones.
Y el gato, al que no le tengo miedo, pero sí una desconfianza casi instintiva, tal vez heredada e incentivada por mi mamá, que también sentía cierta aversión hacia estos felinos.
Siempre cuento, a quien quiera oírme, que tendría que haber sido veterinario. en vez de ingeniero civil, ya que hice el ingreso a la primera carrera, pero como saque un flor de cero en Química, y como no quería perder un año, aproveché todos los conocimientos bien fresquitos en mi cabeza y opte por mi segunda opción, en mi pequeña lista de preferencias.