La edición de un libro representa la culminación de un largo proceso de cientos de horas de desvelos, mucho esfuerzo y un desmedido trabajo personal.
Es una gran inversión en sueños postergados, de idas y venidas, de marchas y contramarchas.
Pero también de un gasto económico enorme, y que tal vez ha excedido con creces nuestras modestas posibilidades.
Por eso y con esa sana calentura, hemos tenido que recurrir a parientes, amigos y hasta de ocasionales desconocidos, para conseguir el resto del oxígeno necesario.
Con eso, podremos ver y tocar algo que hasta cierto tiempo atrás parecía tan lejano, pero que ahora estamos casi acariciando con la punta de los dedos. Todo sacrificio será poco en aras de ver realizada una ilusión, tantas veces postergada.
Esto es lo que más o menos le sucede a todo escritor con la edición de su primer libro. Una emoción indescriptible, y que con el correr del tiempo, nunca olvidará, aún con los nuevos que vengan posteriormente.
Es su primer amor y su muy mimado y consentido primogénito.
Sin embargo, todo ese esfuerzo jamás se perderá, porque durante el camino, habrá cosechado una rica experiencia que le será muy útil en el futuro.
Por fin, él o ella habrán cumplido su viejo sueño de mostrar su trabajo al mundo y poner finalmente, a consideración del gran público, y así darles su parecer.
Sin embargo, para llegar a esto hay que recorrer un camino muy largo.
Por lo general cuando el escribiente, primer escalón en la carrera de escritor, decide crear un libro, si es consciente y realmente le gusta, deberá estudiar los rudimentos de la buena redacción.
Creer saber y saber son dos cosas muy distintas. Muchos por haber leído unos cuantos libros, creen que con eso ya basta para ser un buen escritor.
Por lo que imperiosamente debe capacitarse, acudiendo a algún taller literario que le otorgue un soporte técnico.
Pero también deberá superarse con la computadora, ya que así podrá diagramar y maquetar su propio material, evitando tener que acudir a terceros y seguir erogando sus ahorritos.
Si va a invertir en su propio libro, no quiera ahorrarse el corrector; en el peor de los casos averigüe donde puede ubicar a la profesora de literatura más cercana.
Que no será lo mismo que un corrector literario, pero por lo menos le sacará los errores más gruesos.
La tapa y contratapa son muy importantes ya que son la esencia de lo que existe en su interior.
Debe ser bien llamativa pero sin llegar a ser burda o carnavalesca. Los lectores potenciales se guiarán mucho por ella. Dedíquele todo que el tiempo que sea necesario.
Si estas cansado que un editor te manosee y te de mil excusas, tendrás que recurrir definitivamente a la autoedición, lo que representa, si eres novato, en un sinfín de problemas y rompederos de cabeza.
Pero que todo se puede salvar con un poco de inteligencia, aprovechando la experiencia ajena. No hagas ningún tipo de engendro que semeje un folleto.
Porque primero nadie lo leerá y segundo serás la burla del barrio. Seré invendible y solo tu madre, hermana y abuela te felicitarán.
No te llenes de ejemplares, ya que son muy pocos los primerizos que venden más de 300 libros.
Así que ponte paños fríos, en donde más quieras y anda con calma. Edita tu libro sin ningún tipo de expectativas.
Todos saben lo que se necesita para un “best seller” pero pocos dan en la tecla. No te olvides que en todos los ámbitos hay un derecho de piso que se debe pagar.
No saltes en una pata ni te planches llorando en tu cama. El próximo saldrá mucho mejor y ya no repetirás los mismos errores.
Cuando ya tengas el paquete con todos los libros encargados a la imprenta, es aconsejable que hagas la presentación en sociedad de tu material.
El mejor lugar y más económico, será la Biblioteca de tu ciudad. Invita a los periodistas y si se puede, un pequeño refrigerio no estaría de más.
Por lo general a estos, se les regala un libro autografiado. A medida que lo vayan leyendo, aparecerán todo tipo de críticas y para esto se debe de estar bien preparado mentalmente.
Les dirán las cosas menos pensadas, especialmente de aquellos frustrados que no tuvieron el coraje de hacer lo mismo.
Las frases más groseras e hirientes les serán enrostradas con saña y malicia, en el medio de su ego.
Es en ese momento donde se ve el temple. Como me dijo una vez un gran amigo: “Si no te gusta el fuego, no juegues con fósforos”.
Si el escritor piensa que por su forma de ser, no podrá tolerar las criticas, entonces que se refugie bajo su cama y que no salga de allí nunca más.
No importa el género en el que se pueda encasillar al libro, lo importante es que no pase de ningún modo desapercibido. Que sea audaz y original, que atrape al lector y que por sobre todo, que su lectura sea fácil.
Sin muchas palabras rebuscadas y aunque parezca un detalle menor, que el tipo de letra sea 13 o 14. La letra pequeña espanta a los potenciales lectores.
No debe olvidarse que es la gente mayor, es la que tiene más afinidad con la lectura.
Nunca use los caminos recorridos por otros escritores porque tropezara demasiado feo.
Enseguida se ganará el mote de mediocre y les puedo asegurar que una vez puesto, jamás podrán sacárselo de encima.
Lo que gusta a la mayoría de los lectores es una prosa que recorra una historia interesante, con adjetivos que complementen a las imágenes generadas en la mente, pero que estos no sean demasiado exagerados ni pomposos.
Esto es una simple sugerencia y tómenla como tal. Si les gusta la poesía y se sienten poetas, traten de elaborar ideas mucho más originales.
Que de por sí, salgan de los carriles trillados de los versos amatorios, que todos conocemos.
El problema es que la poesía no vende, ha dejado de ser totalmente comercial. Y es por eso que las grandes librerías ya no las compran más.
En la mayoría de ellas, tienen mesas de saldos y allí se forman pilas y pilas de libros de poesía, a muy bajísimo precio.
Los poetas clásicos, salvo que sean pedidos por los escolares para sus trabajos prácticos, se acumulan en las estanterías, juntando todo el polvo posible. No me crean, salgan a la calle y pregúntenle a su librero de confianza y luego tomen su debido recaudo.
Interesante.
ResponderBorrarAunque quizá a algunos locos quieran a un público selecto en detrimento de las masas.
Y quizá su enfermedad le haga tampoco ser muy aficionado a ganar dinero con sus escritos.
Me gustan sus consejos; pero no todos los escritores son vendedores. Debe creo siempre existir un balance entre lo que podría gustar a las masas y la calidad.
Pienso que un escrito de calidad no es para cualquier lector.
Hay muchos ejemplos en los clásicos; a los cuales la más de lectores nunca lee.
Y a Paulo Coelho que es un hit, a pesar de tener muy mala calidad.
Saber qué exactamente agrada al potencial "lector", es muy difícil...
ResponderBorrarPorque hay joyas dentro de la literatura y no gusta a todos... Mientras, Coelho vende miles y miles de ejemplares de sus libros, a los cuales, particularmente no tengo ninguna afición...
Si lees un libro de él, ya leíste todos los demás...
Y hay lectores para todos los géneros, siempre hay, aunque tienes razón en que no hay compradores formando fila para adquirir un libro de poesía aún resta gente a quien le gusta el género y sigue comprando poesía...
El más difícil siempre es el primer libro, luego ya vas tomando cancha y te vuelves ducho en buscar estrategias para difundirlo mejor y ojalá venderlo y mucho...