jueves, 17 de septiembre de 2015

LAS AZAROSAS PENURIAS DE LOS ESCRITORES (Parte I)

Escribir es quizás, o al menos en mi caso, uno de los actos más placenteros que se tenga. 

Especialmente si se tiene una inclinación artística. Sin embargo para llegar a ser un escritor reconocido, se deber recorrer un largo camino. 

Siendo más pesado aún para los futuros colegas hispanoamericanos, ya que todo deben hacerlo a pulmón y sin ninguna tipo de ayuda. 



Esa sensación casi orgásmica que se siente al manipular los personajes e ir hilvanando los diferentes acontecimientos que irán sucediendo en el relato, es incomparable. 

Sin embargo para realizar esta simple operación, es preciso estar tranquilo y bastante concentrado. 

Pero cuando la necesidad llama a la puerta y el estomago comienza a rugir, los sueños momentáneamente deber ser postergados. 

Por lo tanto, aquellos escritores que luego fueron exitosos, tuvieron que tomar empleos o changas fuera de su gusto, ya que muy pocos de ellos nacieron en una familia acomodada.

Es muy llamativa la disparidad de empleos que tuvieron que aceptar, teniendo siempre presente, buscar el tiempo necesario para poder hacer sus geniales garabatos. 

Aquí les entrego una pequeña lista hecha, a propósito para que ustedes vean que, aún estando en un trabajo que no llene sus expectativas, nunca dejaron que sus sueños se murieran. 

– Margaret Atwood. Autora de “El cuento de la criada” y “Alias Grace”, es una prolífica poetisa, novelista, crítica literaria y activista política canadiense. 

En su juventud, trabajó, muy a desgano, en una cafetería, donde servía café y se encargaba de la caja registradora.


  
– Charlotte Brontë. Autora de la célebre novela “Jane Eyre”. No le quedó otro recurso que trabajar como institutriz (de 1839 a 1842), un empleo espantoso, reservado para las niñas mayores de familias nobles que habían perdido su fortuna. 

El trabajo era horrendo y con un sueldo miserable. Basta con leer “Agnes Grey”, de su hermana Anne Brontë, para darse cuenta del sufrimiento que padeció. 

– Charles Dickens. Autor de “Oliver Twist” o “David Copperfield”. Trabajó en una fábrica de cera para zapatos y con eso juntó el dinero para liberar a su padre de la cárcel. 


– T. S. Elliot. Autor de “Asesinato en la catedral”. Este gran poeta inglés de origen norteamericano, fue oficinista en el Banco Lloyd’s en Londres, se dedicaba a clasificar informes de deuda alemanes. 



Era en verdad un trabajo tedioso y aburrido, pero en cambio, su sueldo mensual, le permitía escribir, sin grandes sobresaltos económicos. 

– William Faulkner. Autor de “El ruido y la furia” y “Mientras agonizo”. Tuvo muchos trabajos con los que intentaba sobrevivir y pagar sus cuentas. Fue cartero, estando en la universidad en la que estudiaba. 

Su trabajo era pésimo, lo mismo que la paga, pero con la ventaja que podía leer todas las revistas, antes de entregarlas. 

Ser cartero no le impidió de ningún modo ser el ganador del Premio Nobel de Literatura en 1949. 

– Robert Frost. Es el autor del libro de poemas “A Boy’s Will”, que cimentó su fama hasta ser el ganador del Premio Pulitzer, uno de los más reconocidos en la historia de la poesía estadounidense. 



Sin embargo ayudaba a su mamá a dar clases en una escuela rural, también fue operario en una fábrica para focos incandescentes y además recibía unas propinas por entregar periódicos. 

– Ernest Hemingway. Autor del clásico “El viejo y el mar”. Ganador del Premio Pulitzer y Nobel. Trabajo como periodista y corresponsal de guerra, conductor de ambulancia en Italia, y asistente médico en un equipo quirúrgico. 

De joven, acostumbraba evadir sus clases para irse a trabajar a una editorial, contradiciendo las normas muy conservadoras de sus padres. 

– James Joyce. Autor irlandés de obras como “Ulysses” y “Retrato del Artista Adolescente”. Trabajó, aunque parezca mentira, en un pub como cantante y pianista, cobrando solamente todas las propinas que recibiera. 


Mientras tanto esperaba que su colección de relatos “Dublineses” de los que fueron rechazados 22 veces, y aún así, no se dio por vencido. 

–Franz Kafka. Es el autor de “El proceso” y “El guardián de la tumba”.  Durante el día trabajaba en el Instituto de Seguros contra Accidentes para Trabajadores de Praga, donde todo era muy mecánico y aburrido, pero bastante bien pago. 

Muchas de sus obras fueron inspiradas en hechos del cual fue testigo. 

– Stephen King. Es el autor de “El Resplandor” y “Eso”. Antes que fuera famoso y sus obras llevadas al cine, trabajó como conserje y profesor en una preparatoria. 

Tres veces fue rechazado para ejercer el cargo de profesor en la Universidad de Maine. 

Su primera novela “Carrie” fue inspirada en la dueña de un casillero, que King limpio durante su función de conserje. 


– Harper Lee. Autora de “Matar a un ruiseñor”, con la que ganó el Premio Pulitzer. 

Trabajó mucho tiempo como recepcionista de la Eastern Airlines, cuya aburrida función era únicamente la reserva de pasajes. 


Hasta que un amigo muy cercano le aconsejó que dejara su empleo y se metiera de lleno en la literatura. Y ella le hizo caso. 



– Hilary Mantel. Autora entre otras obras de “En la corte del lobo” y “La Sombra de la guillotina”. 

Esta gran escritora inglesa es la única mujer que ganó dos veces el Premio Booker, equivalente británico del Pulitzer norteamericano. 

Ella trabajó durante varios años en un geriátrico. Con aquellos pacientes ancianos y ese terrible olor penetrante, se le hacía todo un verdadero infierno. 

La paga no justificaba tener que soportar a esos pobres y desvalidos abuelitos, que ni siquiera sabían en donde se encontraban. 

– Herman Melville. Autor del célebre “Moby Dick”. Su madre prostituta y su padre, un comerciante fracasado, que luego se suicidaría. 

Son sus antecedentes familiares, por lo que no le quedó otra opción que buscar fortuna lejos de su hogar. 

Fue maestro rural, hasta que se embarcó, realizando todas las tareas dentro de una nave. 

Posteriormente fue contratado en varios balleneros, realizado largas travesías hacia los hielos polares. 

De ahí nació su inspiración para su mejor obra, al decir de los críticos. 

Podrás estar en las tareas más horrorosas, pero ese es el combustible que te dará la experiencia para que tus obras tengan el mejor condimento. 

No importa lo que hagas, pero eso sí, pase lo que pase, no dejes morir esa llama sagrada que hay en ti.

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