Como decía mi finado abuelito: “Somos simples seres humanos y por ese motivo no existen los santos; todos tenemos un lado oscuro, y que siempre tratamos de esconder”.
Él tenía mucha razón. Esto se encadena con un artículo que leí en un semanario inglés, sobre muchos personajes famosos que para la sociedad eran verdaderos íconos.
Pero que detrás del escenario, lejos de los fogonazos de las cámaras fotográficas y en la intimidad, eran unos verdaderos monstruos.