lunes, 4 de julio de 2016

NUNCA SE ABANDONA A UN AMIGO

Desde que recuerdo, siempre me gustaron todos los animales, salvo los gatos, que nunca me inspiraron ninguna confianza y las arañas grandes. 

Fue a los ocho años cuando tuve el primer perro, solo para mí. A partir de allí, disfruté a muchos y todos ellos fueron verdaderos amigos, por todo el cariño y el amor que ellos me brindaron. 

Jamás los maltraté, sacando uno que otro chirlo, muy de vez en cuando, como para decirles: “Eso no se hace”. 


Somos muchos los que valorizamos esto y su benéfica compañía, plena de una incondicional lealtad.

Pero también existe la gente deshumanizada que compra o recibe a una mascota pequeña, en su casa y luego cuando crece, se da cuenta que no tiene espacio para temerlo. 

O el caso que tenga que mudarse a un lugar mucho más pequeño y no haya sitio para albergarlo. 

En ambos casos serán subidos a un automóvil y arrojados en medio de la nada. 

Existe una minoría, los perros que por algún descuido, se escapan de sus casas o se pierden, en cuanto su amigo le suelta la correa a su collar, en un parque o un lugar verde extenso. 

Esto transformará a perros domésticos en perros callejeros que se encuentran totalmente indefensos ante los mil peligros que deberán afrontar para sobrevivir. 

Se han acostumbrado a tener la comida en su plato y de golpe, deben buscarla en la basura. 

Eso sí, todos se encuentran tristes, indefensos, asustados y desconcertados. Algunos animales viven solos, huyendo de los humanos que, por miedo, los golpean o les tiran piedras. 

Otros conviven en jauría, vagando juntos por las calles, evitando cualquier tipo de contacto con el hombre. 

Los restantes, demasiado domesticados se acercan mansamente a los niños, con diversa suerte. 

Muchos se apiadan de su suerte y les da comida inapropiada para ellos, con lo que su aparato digestivo colapsa en poco tiempo. 

Vagan por las calles sin rumbo fijo, durante todo el día, y de noche se acurrucan en algún refugio que pueda mantener el calor de sus cuerpos. 

Lo más probable, es que deban soportar, en la intemperie, los constantes cambios de clima; desde los inesperados aguaceros hasta el frío más intenso. 

Sin embargo, es grande la mortandad entre los perros callejeros, por la falta de atención veterinaria. Están expuestos a un sinfín de enfermedades, como lombrices intestinales, toxoplasmosis, leishmaniosis, pulgas, piojos, sarna, garrapata o el mortal moquillo. 

Existe un documento llamado “Declaración Universal de los Derechos del Animal”, adoptada por la mayoría de los países y firmado en una reunión, celebrada en Londres del 21 al 23 de septiembre de 1977. 

Proclamada el 15 de octubre de 1978 y aprobada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO), y posteriormente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). 

Son 14 artículos, que en resumen, nos indican donde debe estar el animal, la atención de su salud, su higiene, no mantenerlos en lugares solitarios o encadenados. 

No dejarlos encerrados ni permitirles su salida a la calle. En lo posible se los debe esterilizar. 

Evitar el maltrato con golpes o hacerlos pelear con otros animales. Usarlos como simples arma de guerra, llevando consigo mensajes o minas explosivas. 

No emplearlos como animales de experimentación en los grandes laboratorios farmacéuticos. 

La mayoría de los médicos veterinarios, sugieren a los distintos gobiernos que concienticen a la población para que esterilicen a sus perros desde el nacimiento o luego de su primer camada. 

Tanto con un profesional privado o participando en campañas de esterilización gratuitas o de bajo costo. 

La Organización Mundial de la Salud le pide a los dueños de mascotas a esterilizarlas, a fin de promover la vida y no el sufrimiento de los animales ni su muerte. 

Todos nosotros sabemos muy bien que la sobrepoblación irresponsable, hará muy difícil que la cría obtenga un hogar seguro y por lo tanto su futuro probablemente sea la calle. 


Este es un fenómeno mundial, del que no se salva ningún país de este planeta. Sin embargo, hay algunos donde se nota mucho más este fenómeno, como en Ucrania, Bielorrusia, Rumania y Bulgaria. También en toda Hispanoamérica. 

En Asia, la India cuenta con 20 millones de perros abandonados, que muerden a 35 mil personas anualmente. Mientras que Rumania tiene un millón de canes abandonados, proporción que supera a la misma China. 

Este país solucionó en parte su antiguo problema, al adoptar al perro como parte de su alimentación. 

Más, el 80 % de los casos de rabia ocurridos en el mundo provienen de la India. 

El caso de Irak es distinto; la guerra ha matado a la mayoría de los dueños de los perros y las familias no pueden conservarlos, ya que viven escapándose o en campamentos de refugiados. 

El caso de Holanda es casi único, gracias a las constantes campañas de esterilización y las organizaciones pro defensa animal hicieron que Holanda, hoy tenga perros callejeros cero. Para eso adoptó el derecho sobre los animales callejeros similar al de los seres humanos. 

Todo perro debe ser tratado como cualquier integrante de la familia. De comprobarse maltrato o que haya sido arrojado a la calle, habrá sanciones de hasta 15 mil euros y 3 años de prisión. 

A partir de aquí, muchos países de Europa occidental están actualizando sus legislaciones para adecuarse a este creciente fenómeno de los perros abandonados. Suiza, Alemania, Bélgica con pequeñas variantes ya las han sancionado, estando en estudio en Francia, Italia y España. Y se espera que en breve, el resto de Europa siga el ejemplo. 

Los refugios tanto particulares como los municipales están abarrotados de animales, esperando ser adoptados y la cantidad de perros que llegan es mucho mayor que las que salen. 

Es necesario intensificar las campañas de esterilización, y al mismo tiempo educar a la población a que adopte mascotas en vez de comprarlas. 

El perro acompaña al Hombre desde hace unos 12.000 años y en todo ese tiempo le brindó su compañía, lo ayudó a cazar, a conducir el ganado, a cuidar su casa y sus posesiones, a resguardar a sus hijos, a jugar, a rastrear delincuentes, a buscar personas bajo los escombros, a detectar drogas en los aeropuertos, acompañar a los ciegos. Sin embargo, muchos no lo agradecen y condenan a quien debiera ser su mejor amigo, con la ingratitud del abandono.

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