Para quien se encuentre totalmente desprevenido, o el título lo haya tomado por sorpresa, les diré que vandalismo urbano es la destrucción intencional y maliciosa de la propiedad tanto pública como privada, sagrada o profana, con fines comerciales o simplemente por ocio y maldad, pudiendo ser un objeto artístico o bien mobiliario urbano.
Esta podría ser una definición clásica sacada de algún viejo mamotreto, para ilustrarnos sobre esta plaga social y democrática, que ataca a todos los países por igual y en el que no se los distingue por ser ni occidentales ni orientales, ni ricos ni pobres, ni católicos, judíos, musulmanes o los que fueran. Del color de piel ni que hablar. En fin, nadie se salva de un fenómeno mundial que no tiene ningún tipo de explicación ni psicológica, ni sociológica, ni antropológica y ni siquiera hipocondríaca.