Todo empezó en Túnez, pero no por casualidad. Si no como un broche final, tras 23 años de soportar un férreo gobierno tiránico, cuya cabeza visible era el dictador Ben Alí. La gente, hastiada de sus constantes abusos de poder, decide salir a la calle para exigir más libertad ante las reiteradas injusticias de su cruento régimen.
Luego de varias semanas de violentas protestas callejeras, seguidas de una áspera represión policial, que deja 78 personas muertas, 94 heridos, y un costo, que se aproxima a los dos mil millones de dólares. Este descontento tunecino ha llegado a sacudir hasta la raíz misma del mundo árabe, regido por una mayoría de líderes autocráticos que presiden los destinos de gobiernos totalitarios y represivos.