Según las últimas estadísticas proporcionadas por las Naciones Unidas, Paraguay estaría encabezando los índices de violación a menores de edad, en nuestro sub continente, teniendo en cuenta la gran cantidad de hechos producidos con relación con su población actual total.
Si bien las
violaciones de adultos es de por sí un acto realmente repugnante, en los
menores esto se potencia hasta grados superlativamente insospechables. Ya que
los menores, debido a su ingenuidad pueden caer en arteras trampas tendidas por
la gente mayor, que en una gran proporción, pertenecen a su entorno.
Con lo cual, de ahí
la real gravedad del asunto, porque confiando casi ciegamente en una persona
conocida, no dudará un solo segundo en seguirla a donde sea. Por lo tanto la
potencial víctima estando totalmente desprevenida y en un desigual nivel de
fuerza, quedará a merced del victimario.
Los mismos psicólogos
y psiquiatras no se ponen de acuerdo cuando hacen sus evaluaciones, ya que
muchos de ellos tienen ciertos reparos en cuanto a la gravedad de las secuelas
y trastornos que puedan quedar grabadas en las cabecitas de las criaturas y que los llegue a marcar por el resto de sus
vidas.
La mente infantil es
tan complicada y sensible, que nadie sabe el alcance que pueda tener un hecho
de violencia sexual dentro de su vida. Dependiendo de cada uno de ellos su
fortaleza espiritual, sin embargo no son muchos los que pueden superar
totalmente tan difícil trance.
Hay que reconocer que
en la medida que la víctima sea menor de edad mucho más graves entonces serán
los daños, tanto físicos como psicológicos. Como tampoco nadie sabe responder
que es lo que pasa por la cabeza de una persona que comete dicho acto, antes,
durante y después de cometer tan aborrecible acto.
Pero lo más
preocupante de este tipo de casos, es
que en la mayoría de las veces, los violadores son personas del cercano entorno
de la víctima. Por lo que se torna realmente imposible prohibir que un abuelo o
un primito juegue con un pequeño pariente o llegar a pensar de un modo malsano
que le pueda hacer algún tipo de caricias que sea “non santas” a un niño o a
una niña.
Pero sea como sea,
basta para que se cometa una violación a un menor, para que aparezcan en
escena, como por arte de magia, un enorme batallón de defensores de los
Derechos Humanos.
Todos muy
preocupados por la salud física y psicológica, del victimario, durante su
estadía en alguna de las pocas y súper pobladas prisiones en el país, esto
teniendo en cuenta la gran cantidad de delincuentes que estas albergan.
Sin embargo son muy
pocas las veces, que estos mismos defensores, se han preocupado por el estado
en que se encuentran las ocasionales víctimas, de aquellos mismos violadores,
que tanto defienden.
Los defensores
presentaran a sus defendidos como que ellos también son víctimas “de una
sociedad que ha sido demasiado cruel con ellos”.
Muchos de ellos
logran escapar de sus condenas porque sus abogados aprovechan todos los
“agujeros negros” que tiene la ley y por lo tanto, las penas resultaran
mínimas, si es que hacemos una relación con el gravísimo hecho por ellos
cometido.
Mientras tanto víctimas y parientes
se morderán los labios, hasta casi hacerlos sangrar, de rabia e impotencia ante
una Justicia que se torna ciega y totalmente injusta.
Sin embargo, el
verdadero problema de ninguna manera termina por aquí. Ya que según las mismas
estadísticas, proporcionadas por la Naciones Unidas , en el 70 por ciento de todos los
casos registrados, existe reincidencia. De esa reincidencia, el 45 vuelven a
cometer el mismo crimen por tercera vez y solo el 8 por ciento de la cifra
inicial se vuelven violadores seriales.
Cuando ya un ex
presidiario comete, y sin exagerar, tres o más violaciones, esa persona seguro
que ya no tendrá muchas oportunidades de reinsertarse nuevamente en la
sociedad.
Aún intentándolo con todas sus fuerzas, la misma gente de su propio
entorno le retirará su apoyo por completo, le costará mucho más que a otros
conseguir un empleo, si es que le dan una chance. Por lo que estando
desencantado, nada le impedirá que siga cometiendo nuevas violaciones.
Ante este tipo de
repugnante atropello, nuestros países vecinos ya tienen muy adelantado un
interesante proyecto de ley, que con algunas pequeñas diferencias entre sí,
pero que básicamente es denominado de Castración Química para violadores
seriales y que en nuestro país recién ha sido presentado por la abogada María Gloria Bobadilla, teniendo en cuenta la excesiva cantidad de casos registrados en los últimos tiempos.
Si bien, todos entendemos que esta es una medida demasiado radical, altamente extrema y que puede llegar a sonar muy fuerte en nuestros oídos, también hay que hacer la debida aclaración que el problema es realmente muy grave y tiende, con el correr el tiempo, a ir en aumento.
Por lo que ahora habrá que esperar no solo los múltiples embates de aquellos mal llamados defensores de los derechos humanos, sino también de la gente del clero, que consideraran a esta medida como un castigo sencillamente “inhumano”.
Por lo que con argumentos muy endebles, pero aprovechando su fuerte posición dentro de la sociedad paraguaya, intentaran sabotear de cualquier manera la sanción de esta ley, por motivos que bien merecería tener un comentario por separado.
Es evidente que la discusión va a ser larga y tortuosa como el mismo avance del proyecto. La polarización del tema se va a enquistar dentro de la sociedad y los dos bandos lucharan encarnizadamente defendiendo cada uno sus posturas. Pero independientemente de la discusión, es necesario ponerle un freno a esta maldita epidemia.
Siempre la balanza de la justicia, al menos en nuestro país, se ha inclinado mucho más a favor del victimario que de la víctima, siendo esta vez una hermosa oportunidad para que la balanza se equilibre y que el castigo sea comparable al delito cometido. De ser así, entonces los derechos humanos, por primera vez ya no serán tan torcidos.
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