viernes, 14 de junio de 2013

CAMBIAR ORO POR ESPEJITOS DE COLORES

Nadie en su sano juicio puede dejar de notar que nuestro país necesita con suma urgencia de inversiones extranjeras, de eso no existe ninguna duda. A fin de poder de una u de otra manera, oxigenar nuestra alicaída economía, ya que esto podría generar una gran fuente de mano de obra local.

Con más mano de obra bajo relación de dependencia, es probable que se registren más ventas de manufacturas y servicios provenientes de las empresas paraguayas ya instaladas, por lo que devengara que estas mismas empresas que paguen sus impuestos al fisco, y por consiguiente, un lento pero inexorable y progresivo bienestar puede llegarles a todos nuestros conciudadanos.


Esto es realmente fantástico ya que en poco tiempo se podría alcanzar; el tan ansiado despegue económico que tanto hemos deseado y dejar para siempre de ser el furgón de cola o el último orejón del tarro. Sin embargo, no todas las propuestas de inversión que nos ofrecen son convenientes para nuestros intereses. 

Porque muchas veces los astutos inversionistas nos hacen proposiciones casi siempre desventajosas, no siendo ellos todas las veces los verdaderos villanos de la obra y si nosotros un poquito desinformados cuando no algo corruptos al no analizar todo el normal desarrollo del proyecto.

Dicho todo esto dicho con la mayor candidez del trámite, ya que no es nada raro que haya ciertos interesantes “incentivos” para la radicación de algunas industrias, que no siempre resultan ser todo lo bueno que figuran en el papel. 

Es por eso que es necesario que se investiguen todos los antecedentes de las empresas tanto en los países de origen como en sus propias agencias del exterior.


Pero para que esto se realice y llegue a un muy buen término, los controles deberían funcionar correctamente cosa que todos sabemos que es casi totalmente imposible que esto se realice. 

Y esto lo podemos comprobar fehacientemente todos los días, con cosas muy simples que no son vigiladas mucho menos se hará con proyectos mucho más complejos. 

Si no existe un control medianamente riguroso para evitar la contaminación sonora o de toda la gente que se trepe a los “motofurgones” o camionetas que circulan por nuestras calles, que son cosas bien sencillas de vigilar, como lo harían con una empresa de mediano a gran porte.

Antes que nada tendríamos que ponernos bien de acuerdo previo a dictar políticas de Estado, que nos digan qué tipo de país es el que nosotros queremos para dejarle a nuestros hijos y nietos. 

Existe desde ya una larga historia y con demasiados antecedentes, en cuanto a desaprovechar la venta de materia prima bruta y sin adicionarle siquiera algo de valor agregado.

Afuera de nuestras fronteras existe unos 200 países ansiosos por conocer todo lo que nosotros producimos, pero como la promoción a nivel comercial mediante las embajadas que tenemos en el exterior es nulo, se entienda el motivo por el cual no nos conocen ni siquiera en donde figuramos en el mapa.

Por lo tanto esta barbaridad es la que debemos urgentemente revertir y para eso incluir en una larga lista que incluiría a las fibras de algodón, soja, carne, cueros, distintos tipos de granos, entre otras aplicaciones. Esto es básico, que siendo este un país agrícola-ganadero, lo primero que debería hacer es industrializar nuestros típicos frutos del país, para luego ir extendiéndolo hacia otras áreas menos tradicionales. 

Es irritante ver como las frutas se pudren tanto en el mismo árbol como en el suelo. El aguacate, el mamón, el guavira, o el mbokaja entre las variedades más conocidas. Todas ellas son muy ricas en vitaminas y minerales, con lo que el suplemento nutricional de nuestra gente, teóricamente estaría solucionado. Esto sería magnífico si fuera que a nuestro pueblo no consume mucha fruta.

En el caso del aguacate, existe un agravante. Resulta que este fruto, también conocido en la provincia argentina de Misiones como palta, es vendida casi toda su producción, en forma de puré, a Japón, ya que allí, con esta materia prima fabrican la base ser usadas en todas las cremas de belleza con vitamina A que existen en el exigente mercado de la cosmética. 

Cuando se intenta atraer a los inversionistas, es necesario saber cuáles son las consecuencias que puede traer la puesta en marcha de sus proyectos. Especialmente en lo referente a la contaminación ambiental, punto en el que nuestro país tiene una asignatura pendiente. Uno de esas inocentes inversiones que tiene visos de otro mal negocio para nuestra patria parece ser el relacionado con la empresa canadiense Rio Tinto Alcan.

Ellos solicitan energía barata, tanto como la mitad de precio internacional de mercado durante 30 años, para utilizarla en la producción de aluminio. Según datos proporcionados por esta empresa, utilizarían aproximadamente el 47% de toda la energía eléctrica producida en el país, queriendo pagar por esto solamente entre 28y 38 dólares kv/hora. El pésimo negocio resulta que el precio de la energía eléctrica, en el mercado mundial promedia los 60 dólares kv/hora. 

Esta es solo una parte de la historia, pero por el otro lado, esta empresa que dice garantizar la contratación de alrededor de 1250 personas directa y el triple de forma indirecta, eso cuando la empresa entre a funcionar a pleno, cosa sumamente ridícula teniendo en cuenta que si la comparamos con el Metrobús de Asunción, se va a generar 1.400 empleos, siendo la inversión muchísimo menor.

Otros datos que nos permiten tener una mejor perspectiva de la cosa, dicen que las instalaciones de este tipo de empresas, situadas en otras partes del mundo, son totalmente automatizadas por lo que con apenas el 10 % de lo anunciado por los inversores ya es bastante suficiente. O sea que los números no cierran para nada.

Tanto como la de colocar a niños drogados de la calle en un barrio residencial de Ciudad del Este, cuando la UNESCO aconseja granjas lejos de los centros urbanos, para evitar las tentaciones. Por lo que podemos deducir que los espejitos de colores están siempre a la vuelta de la esquina.

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