Nadie puede negar que en nuestro país nos movemos dentro de innumerables carencias, a veces demasiado difíciles de superar. Sin embargo, no todo es solo una cuestión monetaria, a veces también se debe a la falta de la implementación de políticas de Estado, así como de la voluntad para hacerlo.
El crecimiento de la
población total de nuestro país, en los últimos 20 años, no fue acompañado de igual
manera con el desarrollo económico-financiero de la Nación. Eso se lo puede
observar normalmente con la falta constante de pupitres para los escolares,
suministros y medicamentos en los distintos centros de salud.
Permanentemente las
voces de padres y profesores se elevan para pedir encarecidamente más aulas
para sus hijos, siendo un lamentable y largo silencio, la habitual respuesta de las autoridades de
turno.
La falta de aulas no es menos notoria que la mayoría de las escuelas y
colegios de enseñanza media, estén en pésimas condiciones edilicias, con sus
techos a punto de caer en cualquier momento.
Son pocas las
entidades educativas que sus sanitarios son para ambos sexos y muchos menos los
que funcionan correctamente y se conservan su higiene. Por lo general a
excepción de las instituciones de Asunción, el resto carece de un equipamiento
actualizado o directamente no lo tiene. Hablar de una biblioteca medianamente
preparada para satisfacer las necesidades didácticas, es una verdadera utopía.
No solo el número de alumnos ha crecido desmesuradamente, también la
cantidad de pacientes que precisan tener una atención médica digna en un centro
asistencial médico estatal. Ya todos ellos se encuentran con un pésimo
mantenimiento de equipos obsoletos, con una falta total de suministros, de
médicos y enfermeras, con baños inmundos y recepcionistas muy maleducadas.
Las ambulancias, en el caso que las tengan, por lo general están en el
taller mecánico, sin poder retirarla por falta de asignación o bien, por carecer de combustible. A veces
utilizan como último recurso, pedirles a los parientes del paciente que
contribuyan con el carburante para poder trasladar a los enfermos a otra
institución sanitaria.
Quien tampoco acompañó al gran crecimiento de la población, en nuestro
país, fue la fuerza policial, quien hasta la fecha se mantendría con la misma
proporción que tenía a finales de la década de los 90, del siglo pasado.
Es
quizás por este mismo motivo, que se encuentre actualmente superada ampliamente
por la fuerza que representa a los delincuentes. Hoy en día la inseguridad ha
llegado hasta umbrales nunca antes visto, aún en las peores épocas de guerra,
por la sociedad paraguaya.
Ahora bien, ante este exacto punto existen dos temas muy serios que
deberían correr de un modo paralelo, sin embargo en nuestro país contrariamente
a todo lo pensado, se oponen, entre sí y casi siempre van en contra del
inocente ciudadano común, aterrado, en determinado momento, de caminar por la
calle.
El proceso comienza cuando la policía atrapa al delincuente, lo detiene,
pero por desgracia no tiene donde depositarlo, ya que la mayoría de las
precarias comisarías de nuestro país están hasta el tope, del mismo modo que
ocurre con la
Penitenciaría Regional. Una infraestructura que fue pensada
hace 50 años como un lugar provisorio de detención, para un máximo de 30
personas.
En la Penitenciaría Regional
de Ciudad del Este actualmente la habitan 875 presos, a pesar que dicho penal
tiene únicamente una capacidad para 300
reclusos. De esos 875, solo 100 de ellos tendrían una condena, y el resto solo
tienen proceso, que por lo general dura bastante tiempo, dependiendo por lo
general del poder económico del detenido.
Por lo tanto el monstruoso
hacinamiento del presidio se hace totalmente insoportable, que unido a las
precarias condiciones de habitabilidad que este edificio tiene, no es imposible
que se generen constantes motines exigiendo mejores condiciones de vida. Los
que por desgracia no tienen dinero para pagar un buen abogado pueden pasar toda
su existencia enterrados en estos lugares.
Los presos con cierto poder
económico tendrán buenos abogados y obtendrán, por supuesto, medidas
alternativas o sustitutivas de prisión, como la prisión domiciliaria. Cosa
bastante ridícula porque desde ya saben que el delincuente jamás respetará este
régimen, pues desde ya no hay tal
cantidad de policías para vigilar a cada uno de ellos. Todo muy amañado.
Pero no existe una cosa que irrite más a la
ciudadanía que los jueces y fiscales que
con sus siniestros y sospechosos laudos, dejan en libertad hasta a los más
peligrosos delincuentes, con el consecuente riesgo que esto acarrea al resto de
la población. Esto tiene mucho que ver con el alto grado de corrupción
existente en todos los estratos del Poder Judicial, enquistado desde hace
muchas décadas.
Por lo tanto es realmente
imperiosa la construcción de un nuevo penal en el departamento de Alto Paraná,
debido fundamentalmente a la gran explosión demográfica producida en los
últimos 20 años. Una de los grandes males que sufre nuestro país es hacer las
cosas pensando siempre en lo provisorio, en vez de hacerlo con dimensiones
mirando hacia el futuro.
Fue así como nació nuestra actual
penitenciaria, con una pequeña habitación solo para contener a unos cuantos
sospechosos. Pero que fue creciendo mediante parches, sin un concepto práctico
y funcional requerido especialmente para la función de apartar de la sociedad a
los malos individuos de sociedad.
Según consejos de expertos
internacionales en la materia, una cárcel no puede estar enclavada en un área
netamente residencial, por lo tanto, toda unidad penitenciaria debe estar
alejada de los centros urbanos.
Por dos motivos fundamentales, primero para
evitar la tensión que esto determina en los vecinos y segundo la abrupta caída
de los precios inmobiliarios en la vecindad.
Pero esto es una parte de la
solución. La Justicia
debe acelerar sus procesos mediante la informatización y agilizar la enorme
burocracia existente a fin que en las prisiones solo permanezcan los verdaderos
delincuentes.
Las penas deben ser mucho más duras pero también sin tantos
privilegios para los reclusos porque ellos están castigados por sus delitos y
no viviendo unas hermosas vacaciones.
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