Tímidamente comenzaron a llegar a nuestra región, apenas unos pocos años después de haber sido inaugurado el Puente de la Amistad. Como todos los inmigrantes, arribaron a estas tierras, con muchos sueños y esperanzas de una vida mucho mejor, que la que tenían en su lejana Taiwán.
Vivian todos los integrantes de una familia, en una muy pequeña habitación, bastante apretujados, pero felices, ante la perspectiva de tener un futuro más próspero. En aquella época, como actualmente, no había muchas opciones para alquilar, así que no les quedaba más remedio que ocupar lo primero que apareciera.
Trabajaban muy duro, de manera solidaria, día y noche, todos los integrantes de aquellas numerosas y sacrificadas familias. La mayoría de ellos habían venido solamente con lo puesto y traído apenas alguna que otra pertenencia de corte sentimental, imposible de desprenderse. No conocían los feriados ni los domingos y mucho menos la palabra “vacaciones”.
No hablaban ni castellano ni guaraní, algunos apenas balbuceaban algo de portugués, luego de una breve estadía por San Pablo o Río de Janeiro. La comida les era totalmente desconocida, así como les resultaban exóticas muchas de las frutas y verduras que encontraban en nuestra tierra. Y sus creencias no tenían ni una pizca de contacto con la nuestra.
Sin embargo, a pesar de todos los contratiempos, se adaptaron perfectamente a esta tierra, de la que no tenían ni siquiera la más mínima referencia. Con el pasar de los años, también la hicieron suya, en base trabajo, sudor, contrastes y alegrías. Hoy, la mayoría se halla totalmente integrada a nuestra comunidad.
En especial aquellos, que acosados por los delincuentes, no terminaron huyendo a Foz de Yguazu, cansados de los reiterados asaltos a sus casas, y desilusionados con la poca ayuda prestada por la policía, cuando aún la mayor parte de la colectividad china, vivía en el Área 5.
Los hijos y nietos de aquellos primeros inmigrantes, actualmente tienen dignos representantes en casi todas las carreras universitarias. Muchos ya ejercen su profesión en Ciudad del Este y ciudades circundantes. Algunos están cursando sus postgrados en la Taiwán de sus ancestros y deseosos de regresar a esta tierra que ahora también ya es suya.
Por lo general, la mayoría de los orientales, sean chinos, japoneses o coreanos siempre tienen muy buenas calificaciones y se destacan ampliamente del resto de sus compañeros paraguayos de claustro, por su dedicación al estudio. Generalmente por sus respuestas rápidas, concretas y sustentadas sobre una base sólida.
Sin embargo, lo que desde el primer momento ha destacado a la comunidad china, por sobre el resto de las otras comunidades extranjeras, en Ciudad del Este, ha sido la ancestral capacidad comercial, que cuenta con una rica tradición de 5.000 años, hizo que el patrimonio de toda la colectividad china creciera hasta niveles jamás sonado por aquellos primitivos inmigrantes.
Desde su mismo arribo a estas tierras, como una muestra de buena voluntad, siempre la comunidad china se preocupó por ayudar a los paraguayos, siempre cuando estos tenían una catástrofe sobre sus espaldas. Se los ha visto estar presente en las desesperantes inundaciones en los barrios bajos de nuestra ciudad, contribuyendo a paliar la desazón de quien ha perdido todo.
También cuando los vientos han arrecido y destechado las casas o bien cuando alguna fuerte granizada perforó cientos de techos, en las casas más humildes. Allí estuvieron presentes. No existe Día del Niño que ellos no hayan contribuido, al llevar una sonrisa para las caritas de todas aquellas criaturas de los barrios más carentes.
La colectividad china nunca dejó de ser solidaria, aún en los peores momentos de recesión. Así como el gobierno de Taiwán se ha hecho presente, apoyando siempre el crecimiento de nuestro país, transfiriendo tecnología, asesorando a nuestros campesinos, otorgando becas, equipando centros educativos, cualquiera fuera este su nivel.
Sin embargo, pese a todo el aporte que la colectividad china le ha hecho a nuestra ciudad y por consiguiente a todo el país, habría una pequeña mancha negra que si bien no empaña su brillante curriculum vitae, puede llegar a ser un molesto punto irritativo entre las relaciones chino-paraguayas.
Está ocurriendo un raro fenómeno, debido al gran poder económico que esta comunidad maneja, y que aunque silencioso, le está molestando a mucha gente. Desde hace cinco años a la fecha, muchos comerciantes chinos han comenzado a comprar los terrenos mejor ubicados, dentro del microcentro de Ciudad del Este. O en su defecto, edificios enteros. Hasta acá todo es lícito y totalmente correcto.
Durante este tiempo, los pequeños y medianos comerciantes paraguayos, principalmente aquellos dedicados a las confecciones, no tienen el poder económico como para afrontar esta embestida oriental, y es por eso que están pasando por una muy difícil y angustiante situación económica.
El problema se origina por dos causas. En la primera de ellas, se hace difícil la competencia con las prendas que ellos comercializan, ya que sus precios de venta son tan bajos, que son prácticamente el mismo precio de costo de los confeccionistas paraguayos. Así es muy difícil competir. La segunda causa es que la mayoría de los locales céntricos que antes estaban en poder de paraguayos, han pasado a manos chinas.
Estos piden alquileres prohibitivos para cualquier compatriota, exigiendo casi siempre, toda la renta, por adelantado. Eso deja chance al paraguayo, por lo que se verán obligados a instalar su negocio, fuera del microcentro.
O bien abandonar definitivamente Ciudad del Este, luego de décadas de duro trabajo y sueños quebrados para iniciar una nueva vida lejos de los parientes, amigos, vecinos y colegas de profesión. Lo dicho ha sido sin ánimo de xenofobia, solo se dio a conocer un grave problema social que afecta a muchos compatriotas.
Si bien esto es un hecho totalmente legal, roza ligeramente lo poco ético y hasta lo inmoral cuando los negocios son siempre para un solo lado. Cuando se crea un monopolio y se desplazan ilusiones, sueños y el pan puesto en la mesa todos los días.
Todo lo expuesto por Ricardo es verdad...
ResponderBorrarConozco muy bien la realidad esteña, por ser de allá...
La solidaridad de los orientales en todo lo señalado es real, pero todo eso pierde valor ante lo último: el monopolio y por estar orillando a los paraguayos a no tener acceso a una fuente de trabajo deslealmente...