Una de las aberraciones más grandes que un Estado puede llegar a cometer es repartir indiscriminadamente subsidios como si estos fueran simples caramelos.
Ya que estos por lo general están revestidos por una muy gruesa capa de demagogia, especialmente cuando a estos se los otorga en una época tan especial como podría llegar a ser la etapa previa a las elecciones.
El subsidio es únicamente un simple placebo, como esas pastillas que no te curan pero que tampoco te matan. Es una falsa ayuda temporaria, pero que con el correr del tiempo, si nos llega a perjudicar a nosotros y a toda la población. Ya que de una manera u otra se nos hace pagar, muchos más impuestos.
Porque al fin y al cabo, esa pequeña diferencia que le es otorgada a algún supuesto necesitado, alguien tiene indefectiblemente que pagarla. Claro que sería muy injusto que la población beneficiara a alguien que brinda un pésimo servicio como que la comunidad siga pagando sin recibir, por esa misma prestación, poco o nada a cambio. Sin embargo no es cuestión de meter a todos los gatos en la misma bolsa.
Hay casos en donde sí se justifica este tipo de ayuda, si entendemos que el subsidio es apenas una asistencia pública de carácter económico y de muy corta duración.
Los motivos que se podrían tener muy en cuenta, podrían ser a causa del desempleo, o en caso de emergencia agrícola ante una catástrofe natural, de grandes proporciones. A pequeños empresarios en sus duros comienzos, pero fuera de esto, sería algo malsano y totalmente abusivo.
Como puede ser el reiterado caso de los pescadores, que cada año no solo le piden, sino que le exigen al gobierno de turno, con prepotencia y cierta arrogancia el pago de un subsidio “que ellos dicen le corresponde”.
Creo con una completa certeza que si los pescadores saben que todos los años, en la misma fecha, siempre ocurre la acostumbrada veda, como es que no buscan diversificar sus entradas económicas, al menos hasta que dicha prohibición pesquera termine.
Pero claro, es mucho más fácil mendigarle al Estado que buscar otras nuevas alternativas. Esta es una vieja costumbre local no muy vista en otras latitudes y que se ha vuelto no muy sencilla de desarraigar en nuestra gente.
Ya ni siquiera existe la autoestima personal que antiguamente no te permitía aceptar migajas ya que eso hería profundamente el íntimo orgullo de cada uno de ganarse el sustento con su propio sudor.
Si llegáramos a seguir este mismo razonamiento, al pié de la letra, todos los vendedores de helados de Paraguay deberían pedir subsidios en invierno, ya que nadie los consume en esta época del año, o bien los vendedores de paraguas y canoas en el Chaco cuando nos encontramos con esa agobiante sequía que pueden durar muchas veces de 9 a 10 meses sin caer una sola gota.
Los carniceros también podría incluírselos dentro de los postulantes al subsidio debido al incesante avance de la comida vegetariana que se ha metido de golpe y porrazo dentro de la cocina de miles de familias paraguayas.
Lo que ha provocado que el consumo de carne vacuna por habitante cayera abruptamente, siendo reemplazada su dieta por verduritas, especialmente consumidas por las mujeres que no desean ver que sus excitantes curvas caigan en el abismo de la obesidad.
Solo con este simple y claro ejemplo creo que el amable lector se ha dado cuenta de lo injusto que resulta el otorgamiento del subsidio indiscriminado. Pero hay un área que se ha puesto muy sensible en cuanto a esta malsana ayuda estatal que de ser provisoria se ha tornado perpetua. Me refiero puntualmente al insufrible transporte automotor de pasajeros.
Como en cualquier negociación, todos los involucrados en el tema deben salir gananciosos, de lo contrario esto sería una simple estafa a la credibilidad pero también al bolsillo del usuario quien mantiene toda la infraestructura con sus escuálidos bolsillos y que por lo general, es siempre quien paga las consecuencias.
Desde hace muchos meses que el Estado paraguayo, aceptó entregarles subsidios a las empresas transportistas, tras un cierto chantaje. Este consistía en mantener el precio del pasaje a cambio que las autoridades contribuyeran a absorber parte del supuesto desfasaje aducido por los dueños de los vehículos.
De estas engorrosas tratativas, el gobierno intentaba ganar una buena cantidad de puntos con la población, demagogia mediante, evitando que el precio del boleto se incrementara un margen como para poner el grito en el cielo. Los empresarios mantenían los porcentajes de ganancia y recuperaban, por otro lado, lo que virtualmente perdían con el mantenimiento del precio.
Tengamos muy en cuenta que por cada vehículo se paga alrededor de 5 millones de guaraníes por mes. Sin embargo, es el pasajero, el tercero en esta ecuación, quien más pierde, ya que a pesar que los empresarios son compensados por el Estado, aquellos no lo retribuyen en mejoras en el servicio ni en el esmero en el mantenimiento de las unidades.
Algo muy parecido podría suceder con la empresa canadiense Río Tinto Alcan, que pretende radicarse en nuestro país. Eso en el supuesto caso que se llegara a pagar por la energía que consuma, una cifra mucho menor a los 60 dólares por megavatio/hora, ya que de este modo estaríamos haciendo verdaderos regalos de Navidad, pero durante todos los días del año.
Por lo tanto el arribo de una empresa multinacional, acusada de contaminar medio planeta y que se niega a pagar el precio de plaza, de la energía que consuma no es una agresión a la soberanía como dirían algunos imbéciles patrioteros, solo apenas un mal negocio para nuestro país.
Esta magnífica herramienta tan prostituida en Paraguay, en vez de llevar esperanzas, ha criado varias generaciones de haraganes y “arruinados” que se acostumbraron a vivir de las tetas del Estado. Y para terminar se puede mencionar lo que dijo cierta vez un hombre muy instruido y de reconocida sabiduría: “El subsidio es el recurso que tienen los mediocres para hacerle chantaje a un gobierno corrupto".
Interesante analogía encontramos también en los países denominados "desarrollados" (léase Europa Occidental, EE.UU,, Japón, etc.) en donde existe el subsidio a los agrocombustibles (mal llamados de biocombustibles, como si fuesen realmente amigables con el medio ambiente) y a las igualmente mal llamadas "energías verdes" (energía solar, eólica y otras del mismo paquete)... Sabemos pues, en todos los casos expuestos, que los subsidios no pasan de negociados para que los parásitos de siempre continúen robando. Si fueran quitados los subsidios veríamos como la verdad se revelaría de manera clara e inmediata.
ResponderBorrarEn el caso de las energías (que creo guarda relación con vuestra nota del día) veríamos como nuestra sociedad se desmoronaría como un castillo de naipes sin el dios "oro negro". Todo, absolutamente todo lo que tenemos e hicimos hasta ahora, sólo ha sido posible por el uso del petróleo y sin él nuestro relajado estilo de vida y nuestra economía basada en el crédito y las cuotas a perder de vista serían simplemente impracticables.