miércoles, 27 de abril de 2011

NIÑOS QUE MATAN NIÑOS (Parte I)

Ni siquiatras, ni sicólogos se han puesto de acuerdo sobre lo que motiva a un niño a matar a otro niño. El asesinato entre menores sorprende a los adultos y descoloca a las autoridades. Intrincadas teorías y rebuscadas conjeturas dan por el suelo cualquier cosa lógica que se piense al respecto. Si se habla de niños hasta de 10 años que matan con sangre fría, a veces premeditadamente y otras al azar. Qué los induce a cometer semejantes crímenes, nadie lo sabe. Quizás al final de esta serie de notas, tal vez, lo sepamos…

Esta historia espeluznante, acontece en medio de uno de los peores acontecimientos ocurridos durante el siglo pasado: el llamado Genocidio de Ruanda.

Si se considera todos los datos y testimonios que se poseen acerca de esta cruda matanza y teniendo en cuenta que han pasado 13 años, habría que aclarar que éste no fue sólo un problema de enemistad entre dos o tres de los tantos clanes étnicos que siguen existiendo en África.

Sino que el ala radical y mayoritaria de la etnia Hutu fue la que preparó el aniquilamiento masivo tanto de Tutsis como también de Hutus moderados u opositores del régimen del presidente Habyarimana y muy cercanos al Frente Patriótico Ruandés (FPR).

Por lo tanto, el
genocidio no fue sólo étnico sino también político. Desde hacía tiempo que la tensión política hervía en Ruanda y en los países vecinos. Sin embargo la gota que derramó el vaso fue la muerte del presidente Habyarimana, cuando el avión, en el que viajaba, fue derribado por un misil, en 1994.


Su muerte desató el odio contenido en la región y marcó el comienzo del llamado Genocidio de Ruanda. La autoría del atentado nunca fue esclarecido. Y quizás esto no tenga la mínima importancia frente a la muerte de 800.000 seres humanos, de ambos bandos, en un período de 100 días. El país quedó arrasado y sumido en una de las hambrunas más grande que registra la historia. Cerca de dos millones de personas dejaron sus casas para refugiarse desesperadamente, en los países vecinos.

¿Producto del ambiente?


Dentro de este contexto, se desarrolla uno de los dramas que hasta aún hoy en día, los adultos de todo el mundo no alcanzan a comprender cómo puede suceder un hecho de esta índole. En noviembre de 1999, es detenido en la prefectura de Cyangugu, (Ruanda) un niño de esa nacionalidad, de nueve años, que confiesa ser el autor de varios asesinatos de niños pequeños.

A medida que se desarrolla el interrogatorio, el niño, cuyo nombre nunca fue entregado a la prensa, va confesando uno tras otro sus crímenes, proporcionando los lugares exactos donde sus cadáveres fueron enterrados. La larga lista se detuvo cuando llegó a los 63 cadáveres.

Ante el estupor del comisario y los demás agentes policiales, el pequeño asesino comentó fríamente haber torturado atrozmente a muchas de sus víctimas. Recordó el asesinato de una niña de tres, a la que liquidó a pedradas y bastonazos, para luego arrojar el cuerpo a un retrete.


Radio Ruanda, la emisora oficial del país, informó que el pequeño dijo haber cortado el cuello de otra víctima, estrangulado a una tercera y ahogado a muchos de ellos, sin especificar su número.

Según los comentarios de sus vecinos, el niño quedó tremendamente traumatizado por las macabras escenas vistas durante el genocidio, del cual fue un mudo testigo y que causó la muerte a unos 800.000 tutsis y hutus de tendencia moderada, en 1994.


Quizás sea por esto, que durante los largos interrogatorios, no se cansaba de afirmar que, “Cuando los mataba, una voz en mi interior me empujaba a hacerlo”. Según el siquiatra encomendado por la fiscalía, afirmó que esto era muy típico en los llamados “asesinos seriales”, pero estos eran todos adultos y esta era la primera vez que lo observaba en un niño de 9 años.

El pequeño asesino que perdió a toda su familia, sólo le queda con vida su padre, quien está actualmente pagando una condena en una de las prisiones ruandesas, por haber participado directamente en el genocidio.

Actualmente, 467 niños, con edades muy similares a la del Monstruo de Ruanda, se encuentran encarcelados, acusados de “crímenes de genocidio”. Durante el primer juicio celebrado en Kigali, la capital del país, un adolescente estaba acusado de haber ahogado solamente a seis personas.



¿Por qué matan los más pequeños?


Según un estudio de Unicef, un niño de cada dos, ha sido testigo presencial de escenas o ha participado activamente en las matanzas que se cometieron en Ruanda entre los meses de abril y mayo de 1994. La inmensa mayoría de estos niños-asesinos mataron a otros menores y son muy pocos los que lo hicieron con adultos.


Aún no existen explicaciones concretas, no siendo un hecho aislado ya que sucede en todos los puntos del planeta. Suecia, un país altamente desarrollado, pionero en la lucha por los derechos humanos y el bienestar social, registra niños asesinos de muy corta edad. En agosto de 1998, en Arvika, dos hermanos de cinco y siete años dieron muerte por estrangulamiento a Kevin, un pequeño de cuatro, el hecho se descubrió tras dos meses de ardua investigación.

Los pequeños asesinos no sólo cometieron el crimen, sino que lo ocultaron, como verdaderos delincuentes adultos. El comisario Rolf Sandberg para explicar la muerte del pequeño, dijo: "Fue consecuencia de un juego", y añadió: "Se trataba de decidir quién mandaba". El policía dio en el blanco. ¿Qué diferencia hay, entonces, entre un asesino adulto y uno menor? Si ambos matan por las mismas cosas.


Desde ya, que los adultos son los verdaderos culpables del comportamiento delictivo de los niños, por eso lo disfrazan o lo tapan. Incluso los tratan como bestias irracionales: en vez de admitir que han engendrado en ellos el impulso homicida.


No sólo los padres, sino la sociedad en su conjunto, reaccionan en forma hipócrita al analizar un crimen realizado por niños. Indagan la responsabilidad de quien deja el arma al alcance de los pequeños, pero no la culpa del que la disparó. ¿Quién dejó a su alcance la idea de matar? No quieren saberlo. Es mejor que la cosa quede ahí, en un simple juego de niños.

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