No son muchos los casos que han acontecido en el mundo pero son los suficientes como para que estos asusten y sean motivo de un estudio bastante profundo de los adultos, quienes se niegan a pensar que niños aparentemente indefensos tengan el coraje y la maldad suficiente como para cometer tales crímenes.
El 12 de febrero de 1992, James Bulger, un niño de 2 años de edad, se encontraba en un centro comercial en Liverpool, acompañado de su madre. A las 15:37 horas, la cámara de seguridad del centro registra la entrada de dos pre-adolescentes de 10 años, Robert Thompson y Jon Venables.
Mientras la madre del niño, pagaba la cuenta, en una carnicería, los dos adolescentes hacían gestos graciosos al pequeño James, quién enseguida se acercó a ellos. La misma cámara que registró su entrada, grabó la salida de los dos infantes, que llevaban de la mano al pequeño James.
Robert Thompson y Jon Venables caminaron 4 kilómetros llevando de la mano a James, quién iba llorando todo el camino. Cuando llegaron a una vía férrea, en un descampado, lo golpearon en la cabeza, sin compasión. Primero le arrojaron ladrillos encima al pequeño, luego lo golpearon repetidas veces con una barra de metal.
Thompson le dio un tremendo puntapié, en la cara, que le dejó la huella marcada en la piel. Finalmente le quitaron los pantalones y los pañales y lo torturaron con baterías eléctricas. El cadáver del niño fue hallado sólo el 16 de febrero, tras cuatro días de búsqueda nacional.
Un tren lo había seccionado en dos. Cuando el fiscal Richard Henriques les preguntó por qué cometieron el asesinato, los muchachitos contestaron fríamente que estaban aburridos.
El 23 de noviembre de 1993, un jurado condenó a Robert Thompson y a Jon Venables a cadena perpetua, convirtiéndolos en los más jóvenes condenados por asesinato en Gran Bretaña, en más de dos siglos. En 1996 el entonces ministro del Interior, Michael Howard, los puso a disposición de la Reina. Tras fuertes polémicas, en junio de 2001 una comisión les concedió la libertad con toda una serie de fuertes restricciones.
Sólo las apelaciones a la Corte Europea de Derechos Humanos de un grupo minoritario de abogados consiguieron que el caso fuera revisto. Los padres del pequeño James, quedaron sorprendidos y doloridos con el nuevo fallo. Ambos confesaron ante la BBC, que todo fue una verdadera burla a la memoria de su hijo y que todo no había pasado de un circo. Tenían 10 años entonces.
Hoy tienen 20, y nadie conoce sus nuevas identidades, ni en qué país viven, ni sus aspiraciones a pesar de la desesperada caza de la prensa británica. Los Bulger, padres del inocente James, se han divorciado pero siguen exigiendo que la justicia británica remita a Venables y Thompson a una cárcel de máxima seguridad por el resto de sus vidas.
La niña nació en Newcastle-upon-Tyne, Inglaterra, en 1957. Su padre es un desconocido. Al poco tiempo de su nacimiento, su madre contrajo matrimonio con Billy Bell. A los once años se hizo muy amiga de una nueva vecina, Norma Bell, que no era pariente.
El 25 de mayo de 1968, apareció el cuerpo sin vida de Martin Brown de cuatro años, fue hallado en una casa abandonada.
En la escena del crimen había varias esquelas con insultos. Mary y Norma pidieron dar una mirada al ataúd. Cuando estuvieron frente a él, comenzaron a reír nerviosamente.
La tarde del 31 de julio de 1968, Brian Howe de tres años de edad, desapareció. Su cuerpo fue hallado a las once de la noche del mismo día. Las marcas que Brian presentaba en su cuello hicieron presumir, a la policía, que el autor del crimen era un niño.
Por lo que entrevistaron a todos los niños del pueblo. La policía comenzó a sospechar de Norma, pues no cesaba de sonreír cuando era interrogada. Mary también llamó la atención pues se mostraba demasiada evasiva ante las preguntas. El inspector Dobson logró que Norma confesara que Mary la había amenazado con robar otros niños si hablaba.
Luego, el mismo Dobson vio como Mary, frente a la casa de la familia Howe, contemplaba la llegada del féretro. Reía y se frotaba las manos.
Mary declaró que Norma estrujó con tanta fuerza el cuello de Brian, que los dedos de sus manos se pusieron de color blanco.
Los distintos medios de prensa de la época la tacharon de “psicopática” y “diabólica”. Finalmente las niñas se involucraron mutuamente en ambos crímenes. Norma Bell fue absuelta. Mary Bell fue condenada a pasar el resto de sus días en prisión. Sin embargo su caso fue reabierto y finalmente salió en libertad en 1980, obteniendo una nueva identidad y un domicilio desconocido.
Cuatro años más tarde, tuvo una hija y consiguió que, para proteger a la niña, se prohibiera de por vida revelar su nombre y dirección. Durante 18 años ese anonimato pudo ser mantenido. Pero en 1998 se publicó una biografía de Bell, Cries Unheard (Un grito sin respuesta). Por colaborar en el libro, la editorial le pagó unos 80 mil dólares a Mary Bell.
El pago desató el escándalo y aceleró el desenlace. A pesar de la orden judicial, un tabloide consiguió localizarla y, a partir de ese momento, los medios cercaron su casa. La policía debió intervenir, para la hija de Mary Bell, ya fue tarde. Conoció la verdadera historia de su madre, pero por intermedio de un libro.
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