Es muy interesante la idea de unificar las diez monedas sudamericanas en una sola, pero ello implicaría un sacrificio enorme por parte de los países menos favorecidos, ya que incidiría en sus economías locales negativamente. La pregunta clave es: una moneda única que funcione dentro y fuera del futuro Banco del Sur es posible. Si con tantos años, el Mercosur no funciona ni cumple sus mínimos postulados con que fue creado, como puede implementarse algo mucho más delicado aún.
La intención de lograr una sólida unidad sudamericana no es nada nuevo. Esto se remonta a los comienzos del siglo XIX, cuando los patriotas americanos, que se nutrieron entre las logias masónicas inglesas, tenían sus corazones llenos de las ideas liberales de la época.
Ellos eran Simón Bolívar, Francisco de Miranda y Antonio José de Sucre, por Venezuela; José de San Martín por Argentina, Bernardo O´Higgins por Chile y José Gervasio de Artigas por Uruguay.
Los verdaderos artífices de la independencia sudamericana. Todos ellos de una manera u otra, soñaban con una “patria grande”, sin los falsos nacionalismos ni los egoísmos que suponen los límites. Todos éramos criollos, con las mismas raíces culturales, étnicas y religiosas.
Luego llegó el turno de sacarnos a los españoles de encima y alguna que otra injerencia inglesa, francesa u holandesa.
Sin los ibéricos en nuestras tierras, comenzaron las guerras intestinas entre hermanos, para obtener el codiciado poder. Entre luces y sombras, transcurrieron los años, especialmente prevaleciendo casi siempre lo segundo.
Soplan nuevos vientos
Fue a mediados de la década del 80, en el siglo pasado, cuando resurgen las viejas ideas de la “patria grande”. Se resuelve dar el primer paso. El 30 de noviembre de 1985, los presidentes de Argentina, Raúl Alfonsín y Brasil, José Sarney, suscriben la Declaración de Foz de Iguazú, que sería el cimiento de lo que posteriormente se denominaría Mercosur.
El 29 de julio de 1986 se firma el Acta para la Integración Argentino-Brasileña. Con este instrumento se establece el Programa de Integración y Cooperación entre Argentina y Brasil (PICAB).El 6 de abril de 1988 se firma el Acta de Alvorada, mediante el cual, Uruguay se suma al proceso de integración regional.
Incorporando a Paraguay, al primitivo grupo, Argentina, Brasil y Uruguay, deciden por fin consolidar y mancomunar los esfuerzos, por lo que el 26 de marzo de 1991, celebran el Tratado de Asunción, adoptando el nombre de Mercosur. Esto le da una estructura institucional básica, y luego consolidar el área de libre comercio entre dichos países.
Problema pasa por las asimetrías
De esa fecha hasta la actualidad, todavía no se solucionaron las asimetrías entre los dos principales países y el resto, a excepción de Chile, que goza de un régimen especial debido a su evidente industrialización que le permite mirar a los socios fundadores de otra manera.
Los reglamentos, tratados, protocolos y acuerdos firmados, aún se mantienen simplemente como mera letra muerta.
El comercio entre los países miembros, si se ha incrementado ostensiblemente, pero más que nada sobre la venta que efectúan Brasil y Argentina a los otros integrantes; sin embargo, esto de ninguna manera es recíproco. Paraguay y Uruguay, los dos más pequeños del bloque, sienten en carne propia todo lo antedicho.
Las trabas u cuotas que fijan estos dos gigantes sudamericanos, hace imposible el crecimiento de los más chicos, por lo que las inversiones hacia los pequeños se hacen escasas. Estos mismo siempre tienen en mente desertar del grupo, ante tanto impedimento y tanta hipocresía burocrática que molesta e irrita.
Brasil le ha fijado cuotas para neumáticos reciclados, determinados productos agrícolas, repuesto de motos y otros tantos ítems a Paraguay, con lo que desalienta a los empresarios que han invertido hasta lo que no tenían, para re-equipar sus fábricas.
Argentina también coloca excusas como aquella famosa “guerra de las bananas” paraguayas, causando un perjuicio a los productores, que aún no tienen ninguna respuesta, ni de la Cancillería, ni de la aduana argentina.
En resumen, el Mercosur es muy bonito en los papeles, pero la realidad, en las fronteras dice otra cosa muy distinta. Los discursos y las reuniones cumbres han servido para que las primeras damas luzcan ropa nueva y la desmedida cantidad de acompañantes hagan sus compras en los distintos “free shop” que existen en todos los aeropuertos.
Nace una nueva moneda: el “Sudaca”
El que probablemente haya sido el primero, en hablar sobre la creación de un banco sudamericano fue Chávez, luego continuó Alan García, de Perú y a este le siguió Rafael Correa de Ecuador.
En la práctica Argentina y Brasil hace rato que están buscando mecanismos para eliminar el dólar en su comercio bilateral, a lo que Uruguay y Paraguay se oponen rotundamente.
Esta búsqueda se ha acentuado en los últimos meses, con la continua desvalorización del dólar en todos los mercados. Por lo tanto aquellos personajes ya citados, quieren el consenso general para seguir avanzando en la fusión de los bancos centrales y sus reservas formen el capital de una entidad netamente sudamericana que llevaría el original nombre de Banco del Sur.
Ahora para que esto se llegue a implementar, existe aún un largo camino a recorrer. Coordinar políticas fiscales, ingresos y egresos y el acostumbrado déficit de 10 países no es nada fácil. Ahora bien, para regular la política monetaria común, se necesita establecer un banco central sudamericano que regule y establezca direcciones hacia donde apuntar.
Si Venezuela y Argentina tienen la más alta tasa de inflación de la región, pero a su vez crecen anualmente entre un 9 a un 10%, ¿qué hace pensar que ellos se van a adecuar a la situación de los otros socios?, solo porque se encuentran más rezagados. Brasil, es todo lo contrario; tiene una bajísima inflación a costa de sacrificar su tasa de crecimiento que se extiende en la franja del 3,5 al 4%.
No porque todo este intento por unificar y consolidar al tercer bloque más poderoso del planeta, esté mal encarado ni mucho menos. Al contrario, sería maravilloso que sucediera una cosa semejante al ALCA o a la Unión Europea.
Pero si se sigue un simple razonamiento fríamente lógico, donde la premisa básica dice que si en 16 años de funcionamiento, las asimetrías no desaparecieron, los aranceles cero no se cumplen, las ventas en “block”, para conseguir un mejor precio, todavía no se consiguió, que las aduanas ponen demasiadas “peros” en su burocrática tarea, que los egresados universitarios aún sufren trabas para conseguir trabajo en el país vecino, que continua el proteccionismo absurdo y egoísta.
Si aún persisten estas anomalías, como se puede implementar una política monetaria común que es mucho más compleja, delicada y que quizás atente contra la soberanía individual de cada integrante de dicho bloque.
La idea es interesante como todo lo que significa trabajar en equipo. La época del Llanero Solitario se terminó hace mucho tiempo. La complementación entre países es la nueva onda mundial, pero una cosa es pensarla y otra implementarla, especialmente en esta parte del mundo, que tiene unas características individualistas demasiado acentuadas.
La idea de una moneda común es interesante y habrá que allanar el camino que se encuentra lleno de piedras y baches. Hugo Chávez propuso el nombre tentativo de “Sucre” al futuro símbolo monetario, sin embargo quedaría mejor el apelativo de “Sudaca”, que suena bien y es tan representativo para todos nosotros, como lo es el euro para los del viejo continente.
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