viernes, 27 de mayo de 2011

DELINCUENTES INNECESARIAMENTE VIOLENTOS

Hay una especie de delincuente al que no le basta sólo con robarles a sus víctimas, tiene que golpearlas o torturarlas para sentirse plenamente satisfecho. Este simple acto demuestra que su estado de salud mental acarrea serios problemas y necesita urgentemente de ayuda profesional, además de purgar su condena, en caso de ser atrapado. Hasta hace 10 años, era improbable que esto sucediera. Hoy día, los casos como se ven diariamente, están aumentando debido a que nuestra sociedad está gravemente enferma y no reconoce que lo está.

Existe un gran incremento de la delincuencia juvenil. Pero este no es sólo un fenómeno local, producto del sumergido entorno de un país del tercer mundo. Esta calamidad se extiende a todos los países de este violento planeta llamado Tierra. Ninguno de las ocho naciones más poderosas, se escapa de este tremendo flagelo.

Asaltos a transeúntes se ha hecho una modalidad cotidiana, que de tan acostumbrados que nos tiene, ha pasado de las tapas a las páginas interiores de los diversos medios gráficos. Sin embargo de 2 ó 3 años a la fecha, estos atracos se han vuelto mucho más violentos que en otras épocas y tienden a ganar cada vez más espacio entre los encabezados y noticiarios de televisión.

Jóvenes frustrados, con síntomas de una esquizofrenia galopante, que quieren participar de las seudos ventajas del consumismo, una aflicción que los angustia al ver correr los años y seguir en la misma o peor posición. Por lo tanto se lanzan a la calle a obtener lo que por medios honestos, creen no poder conseguir.

Generalmente es gente de origen muy humilde, que no está capacitada, pero que sueña igualmente con otro nivel de vida. Sin embargo como se sienten impotentes para alcanzar lo que desean por medios lícitos, se frustran y tratan de obtener lo que creen son necesarios para su subsistencia, pero del modo más peligroso y arriesgado.

Al encontrarse con una victima, que posee algo que él o ellos desean, dejan escapar toda su rabia e impotencia contenida en forma de una abierta manifestación de violenta agresión a su ocasional “cliente”. Aflora todo ese complejo de inferioridad mantenido en secreto durante años y que en ese momento sale a la luz.

Era normal que hace pocos años atrás también existieran casos en donde además de robarle a la victima, se dedicaran a pegarle, amenazarlas de muerte, intentaran violar a las mujeres solo para ver sus caras de susto, como confesó el “cabezón” Núñez, conocido ratero, con más de 30 entradas a Tacumbú, que solía divertirse a costa de sus ocasionales víctimas.


Cuenta una de ellas, que además de robarles a parejas de ancianos, le encantaba asustarlos, gritando y amenazando a las mujeres con hacerles un corte con un afiladísimo cuchillo, de respetable dimensiones.

En Argentina existió otro loco por el estilo, llamado el “Sátiro de los pezones”, como su nombre lo indica, asaltaba mujeres solas, a las que seguía por un largo rato y cuando las encontraba desprevenidas, les arrebataba sus carteras y antes de marcharse, les pellizcaba dicha parte anatómica.

Quizás usaran un poco de alcohol para infundirse ánimo, pero nada más. Hoy en día, cada vez son mucho más innecesariamente violentos. Y en muchas oportunidades pareciera que esta sub-clase de malviviente, ingiere drogas de todo tipo. Potenciando así todo su rencor, de lo que equivocadamente creen tener una revancha.

Los casos van en paulatino aumento, comenzando a integrar a aquel cóctel antes relatado, un ingrediente nuevo como el sadismo o el goce de ver a su victima sufrir, de miedo o de dolor. El incremento se da a nivel mundial y las estadísticas que hace unos años casi no se las tenía en cuenta, hoy representan el 15 % de los asaltos a mano armada que se producen en el mundo, mientras que hace 10 años atrás, representaban sólo el 2,5 %.


No se conforman solo con robar y hacer sentir en los asaltados, esa sensación de indignación, impotencia y humillación, también tienen que hacerles daño para sentirse “realizados”, siempre defendidos con un arma contundente.

Otra de las tantas víctimas es Dora Alcaraz, que a la salida de las clases en la universidad, en el Km. 8 Acaray, fue interceptada por un individuo, que entre las sombras le exigió únicamente la entrega de su celular.

Ese equipo no tenía ni 48 horas en sus manos, pero igualmente se lo entregó sin oponer resistencia alguna. Sin embargo recibió un culatazo en su oído derecho, que después de decenas de consultas, no se pudo hacer nada por salvarla de la sordera de aquel lado. Mirta y Silvano Ojeda, una pareja de ancianos fue asaltada, no en el Chaco ni en un descampado, apenas a dos cuadras de la Plaza Uruguaya en Asunción.

Hace 3 años, en una noche calurosa, salieron a dar una vuelta y tomar un helado. Ambos fueron tirados al piso, pateados y golpeados sin misericordia por 3 adolescentes, a los que jamás pudieron reconocer. La mujer fue socorrida y llevada a Emergencias Médicas, por un taxista de buen corazón, mientras que el marido no alcanzó a llegar, dada la gran hemorragia interna que sufrió.

Otro caso trágico fue el de Emilio Aguirre Rojas (18) quien murió a consecuencia de varias heridas de arma blanca propinada por dos delincuentes de 16 años que solo pretendían robarle su teléfono celular. Este sería el valor de una vida humana en la actualidad. Un hecho también tristemente recordado fue aquel, en el cual un adolescente de apenas 15 años, fue asesinado por dos “peajeros” al no querer entregar su mochila.


Después de haber sido mortalmente herido, y ya ensangrentado en el suelo, los desalmados delincuentes no solo continuaron castigándolo, si no que le quitaron sus flamantes “championes”. También hay delincuentes de clases más pudientes, pero no son reflejadas en las estadísticas, por ser insignificante su incidencia.

Como aquella famosa pelea entre chicos de dos de los colegios privados más caros, por cuestiones de rivalidad, en donde uno de ellos quedó en coma. Hace pocas horas, Lilian Ávalos, de Hernandarias, murió estúpidamente, a manos de dos maleantes, al no querer entregar su celular. Al intentar resistirse, corrió, pero no pudo evitar ser baleada por la espalda.

La violencia innecesaria de los delincuentes juveniles crece a pasos agigantados y si nuestra sociedad estaba atrasada en este aspecto, parece que en los últimos tiempos se está poniendo al día en este aspecto.

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