En todas las ciudades del mundo, cuando se contrata personal para un área delicada, como la circulación vehicular, este debe ser altamente capacitado y tener como mínimo el ciclo medio terminado. Pero esto no ocurre en nuestra ciudad, ya que la Policía Municipal de Tránsito, más conocida vulgarmente como “zorros”, son groseros, prepotentes, desconocen la mayoría de las ordenanzas municipales y andan persiguiendo turistas extranjeros a la caza de “coimas”. Los casos abundan, pero este es uno que se animó a denunciarlos.
Era un hermoso día para el motociclista brasilero, que había venido a Ciudad del Este para hacer una simple diligencia. Sin embargo este buen hombre que había cruzado el octavo río más caudaloso del mundo, no sabía que le esperaba a la vuelta de la esquina.
Escuchó seguramente, a lo lejos, el estridente ulular de la sirena de los Bomberos que avanzaba con dificultad por la Avenida Pioneros del Este, con rumbo hacia la Avenida Bernardino Caballero, que se encontraba atestada de vehículos, por ser una hora pico. Sin embargo todos se encontraban detenidos ya que el semáforo se encontraba en rojo.
Delante de él, se encontraba una patrullera municipal, quien dio paso, cruzando abruptamente la Avenida Bernardino Caballero para estacionarse sobre la Avenida Adrián Jara. En ese momento, tanto peatones como automovilistas trataron de no entorpecer el paso, por lo que el primero de la fila pasó a ser el motociclista brasilero, quien siguiendo el ejemplo de la patrullera, hace un giro, pero esta vez a la izquierda, cosa esta que se encontraba totalmente prohibida. Gracias a esta acción, el auto bomba, pudo seguir su camino.
Varios agentes que se encontraban en las cercanías, lo advierten e inmediatamente lo detienen. Le piden sus documentos y los de la moto, pero de un modo prepotente y extemporáneo. Parecía que estos “zorros”, se encontraban en época de caza al pichón, ya que habiendo tantos vehículos que circulaban a esa hora, con la chapa vencida, o directamente sin ella, con las luces quemadas, sin colocarse el cinturón de seguridad o simplemente manteniendo una conversación, celular mediante, justo tenían que atrapar una moto con chapa de Brasil.
Viejas historias repetidas
Con el documento secuestrado, el pobre brasilero fue llevado junto con su motocicleta, al corralón municipal, y como lobos hambrientos, prestos a descargarle una soberana multa, no importando que no hubiera ninguna señal de tránsito que prohibiera el giro a la izquierda, ni que hubiera cedido el paso a los bomberos. Lo importante era facturar, aprovechando el susto del extranjero y su desconocimiento de nuestras ordenanzas.
Por desgracia son muchos los extranjeros y algunos visitantes de nuestro país que viene a conocer la ciudad y se lleva un grato recuerdo de nuestros policías de tránsito. Ese es el justificativo perfecto que tienen los verdaderos turistas argentinos de Puerto Iguazú y zonas aledañas, así como de los brasileros de Foz, que muchas veces no quieren venir solo por las trampas que estos traman solo con el fin de sacarles para “su cervecita” o contribución al “funcionario desamparado”.
Liborio Castronuovo, ciudadano italiano, que vino a estas tierras a visitar unos parientes, alquiló un vehículo en Foz, fue vilmente atrapado cuando descendió del vehiculo, con su sobrino, por unos instantes para cambiar su dinero por guaraníes en un banco de plaza. Cuando regresó 6 minutos después ya tenía colocado el otrora famoso cepo.
Es posible imaginar el infierno que el italiano habrá tenido que soportar y los maravillosos recuerdos que tendrá guardados de nuestro país. Estos son solo dos de los cientos de casos que suceden en el día a día, pero que jamás llega a los oídos ni de la gente ni los superiores parecen interiorizarse ni controlar a su propia gente.
Primero educar para luego multar
Jamás la comuna de Ciudad del Este le ha entregado al ciudadano, junto con el registro de conductor, algún manual con las ordenanzas en vigencia. Tampoco el señor capitán Florenciañez ha encarado una política integral de educación vial en las escuelas, colegios y universidades.
Cómo un ciudadano puede conocer las reglas de tránsito si a la misma municipalidad, pareciera no interesarle en educar, pero si en reprimir con jugosas multas, que no siempre van a parar a las arcas de la tesorería comunal. Si a esto se le suma que las rayas blancas, se encuentran borradas, especialmente frente al Supermercado Arco Iris y en otros puntos estratégicos de la ciudad. Faltan carteles indicadores de altura, para evitar su robo.
El 90 % de los conductores no conoce las señales de tránsito, ni los elementos indispensables que debe llevar en su vehículo para estar en regla. Lo que conoce es simplemente porque alguien se lo dijo o lo escuchó en alguna conversación.
Pero lo más importante de todo es capacitar al personal de la policía de tránsito. Si se pretende atraer turistas a nuestra ciudad, lo primero sería enseñarles modales y buenas costumbres. El trato prepotente y descomedido de algunos integrantes llega a ser bastante grosero. Evidentemente que es gente con poca o casi nula instrucción académica, con lo cual se complica la cosa.
Una vez que hubieran aprendido las mínimas normas de convivencia y urbanidad, así como se debe tratar a los turistas extranjeros, entonces se sigue con la fase segunda que es el aprendizaje de todas las ordenanzas vigentes, ya que las desconocen por completo. Quizás todo el problema radique en la capacitación que a ojos vista, es muy pobre. Es de esperarse que la nueva intendenta de Ciudad del Este se interese por el tema y tome intervención en el asunto.
La ordenanza que todos desconocen
En esta misma, la N° 23/2002 J.M. es que se exime del pago de multas u otras sanciones, a los vehículos particulares y de turismo extranjeros, conforme al Reglamento General de Tránsito de Ciudad del Este.
Esta ordenanza fue aprobada en la sesión ordinaria de fecha 10 de abril de 2002, que deroga y reemplaza a la antigua Ordenanza N° 59/1997. Dicha norma municipal lleva la firma del abogado Alcides Ramírez D. como Secretario de la Junta y la del Ingeniero Nelson Aguinagalde G. como presidente de la misma. Por lo tanto no existiría ninguna excusa coherente para desconocer los dictados comunales. Al final de cuenta la ignorancia no es excusa, según reza la conocida máxima.
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