jueves, 5 de enero de 2012

La colombianización de Paraguay

La producción de marihuana en Paraguay, es un problema mucho más grave de lo que se cree y los números que se manejan no son  reales. Existe un supuesto combate a la marihuana, al menos como “marketing”, pero en realidad, lo único que se ha logrado, hasta ahora, fue justificar una impresionante cantidad de gastos y conservar ciertos puestos claves, en lugares de muy alto nivel.

Quienes se beneficiaron con los tibios intentos por contener el constante aumento de hectáreas sembradas, son todos los intermediarios que intervienen en este sucio negocio. Desde el proveedor de la semilla, hasta el más encumbrado de los parlamentarios, que sin su protección, las plantaciones y la cadena de distribución, no sería posible.

Los operativos que se realizan son más cinematográficos que efectivos, sin embargo la publicidad deja a todo el mundo  contento. En realidad no hay mucho dinero que venga del exterior, para combatir a este flagelo, ya que la marihuana no figura como prioridad de este o cualquier otro gobierno que hayamos nosotros tenido. Esa subestimación hacia esta creciente actividad delictiva ha permitido que ella creciera hasta dimensiones impensadas.

Y ha nacido como consecuencia de la desprotección que el campesino paraguayo sufrió a través de toda su historia. No se le ayudó jamás a estructurar una línea de distribución donde no hubiera terceros codiciosos. Nunca se propició desde el Estado, una política de desarrollo rural, o una mínima infraestructura, ni la  capacitación técnica al campesinado, para que este obtuviera su auto-abastecimiento. Es más, eso jamás se le dio importancia.

Hoy se sufre el empobrecimiento del pequeño productor, que nunca aceptó “cooperativizarse”, por lo que la necesidad, la desesperación y la miseria lo llevaron directo hacia las garras de los carteles de la marihuana paraguaya. Según las Naciones Unidas,  Paraguay es el segundo productor mundial con 6 mil toneladas al año, siguiéndole muy de cerca a México con 7 mil toneladas y media, habiendo desplazado al tercer lugar a Colombia.

Todos estos datos son muy relativos, ya que nunca se han hecho mediciones precisas y generalmente se tiran cifras al aire y manejado variables poco certeras, como que la marihuana se cultiva dos veces por año, y rinde de 3 toneladas por hectárea, que en Paraguay existen 30.000 hectáreas plantadas y que tiende a crecer el área cultivable.

Habiéndose iniciado los primeros cultivos con fines comerciales en San Pedro, fue expandiéndose luego por Canindeyú, Amambay y Concepción. Para su cuidado, se establecieron muchos asentamientos campesinos armados hasta los dientes.

Muy bien entrenados, con equipos de comunicación que hasta la misma policía los envidia. Se movilizan en camionetas 4 x 4 nuevas, sin mucha dificultad, ni ser detenidos por ninguna barrera.

Los mismos traficantes cuentan que de diez cargamentos, dos caen y ocho llegan. De esos dos, algo siempre se pierde por el camino,  como parte de ciertos favores recibidos, justamente por esa misma protección que las fuerzas del orden le dan al brillante negocio. En Colombia, se está erradicando los cultivos de marihuana con fumigaciones intensivas de glifosato, justamente el mismo agro-tóxico que en Paraguay se usa para la soja.

Actualmente en aquel país 16 de los 23 departamento están tomados por los traficantes disfrazados de guerrilleros. En Paraguay 4 departamentos es poco para la avidez de un comercio que crece a pasos agigantados. Brasil no puede abastecerse por lo que, los traficantes ya piensan incrementar su comercio.

De diez a doce mil guaraníes por kilo cosechado y óptima calidad es una cifra demasiado tentadora para comunidades aisladas y muy pobres. No existe un producto hortigranjero que pueda llegar a equipararse. Por lo tanto ya se tiene otro problema social en puerta. Estamos aún a tiempo de cortar de raíz todo el circuito, solo depende de los nuevos funcionarios que ya le otorguen el rótulo de máxima prioridad, pasando a segundo plano las continuas rencillas políticas de conventillo.

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