Según algunos entendidos, en la misteriosa y sofisticada ciencia de la macroeconomía, el ex-presidente Nicanor Duarte Frutos, habría terminado su gestión, con unos números por demás excelentes, todos ellos registrando una altísima “performance”.
Con algunos récord absolutos en varios ítems, como la recaudación fiscal, exportación de granos, mayores envíos de productos no tradicionales al exterior, más hectáreas sembradas, récord histórico de compra de tractores y máquinas agrícolas, etc.
Sin embargo, las excelentes estadísticas oficiales, nada tenían que ver con la realidad tangible de ese momento coyuntural y que podía demostrarse fácilmente con la infelicidad del pueblo. No existía una ninguna coherencia que respaldase esos números con aquello llamado “distribución de la riqueza”.
Porque a cada estadística promisoria oficial, se oponía una que la contradecía como por ejemplo, el mayor éxodo de compatriotas al exterior, en época de paz, el mayor índice de pobreza extrema de toda la historia de esta nación, el mayor número de desocupados y sub-ocupados de Sudamérica, atendiendo a la relación de cantidad de gente sin trabajo con los de la población total.
Ese negro panorama, de los últimos seis meses del gobierno de Nicanor, se acentúo, aún más, y fue el que selló, en parte, el futuro del partido colorado. Eran momentos asfixiantes para la mayoría de la población de bajos recursos, tanto como para aquellos pequeños comerciantes, que debían hacer ingentes esfuerzos para seguir teniendo abiertas sus persianas.
Quedando la clase media, la que debía soportar sobre sus espaldas todo el peso que supone el SET (Subsecretaria de Estado de Tributación). Los grandes contribuyentes, con aliados influyentes, contadores tramposos y contactos al más alto nivel, lograban evadir todo lo que se le venía en ganas. La impunidad reinaba a sus anchas.
Es más, aún con las denuncias y sus correspondientes pruebas contundentes de los aviesos desvíos hacia los paraísos fiscales, la prensa se hizo oír, en innumerables denuncias. Sin embargo esta misma, por poner toda la suciedad al descubierto, era maltratada e injuriada por los más altos funcionarios del gobierno anterior.
Pero siempre se repetía la misma historia, la prensa daba a conocer cualquier manejo turbio y, tras hacer mucho ruido durante los primeros días, terminaba la causa por morir encajonada, en algún perdido escritorio de un oscuro juzgado, siempre tapado por las mismas tenebrosas manos de quienes condujeron los destinos de nuestro país, por mucho tiempo.
Pero esto es historia reciente y los nuevos gobernantes no tienen siquiera el menor derecho a quejarse por esto, ya que sabían muy bien con que se iban a encontrar, es más, hicieron todo lo posible por meterse dentro de “la boca del lobo”. Por lo tanto ha llegado el momento preciso de corregir todas aquella aberrantes prácticas, que estos mismos personajes, hoy trepados ocasionalmente en el poder, se cansaron de criticar una y mil veces.
Ya han pasado 118 días de la asunción de Fernando Lugo y sus numerosos equipos de trabajo y todavía no se sabe a ciencia cierta hacia adonde apuntan sus cañones. Todavía esos cientos de reproches que se hacían siendo oposición, ahora que son gobierno, no han contestado a ninguno.
La angustia en la población continúa del mismo modo que se enseñoreaba hace 4 meses atrás. Los problemas están ahí, en el “freezer”, pero potenciados por una crisis importada y que nos ha tomado muy mal parados y sin ningún tipo de reserva. Las soluciones no llegan y estamos todos con el agua al cuello.
Es difícil armarse de paciencia cuando se nota que nuestros dirigentes no tienen una hoja de ruta clara y precisa y caminamos a ciegas, con pasos muy lentos, quizás demasiado lentos. Y tiempo es lo que nos falta
Porque todas aquellas respuestas que tenían a nuestras preguntas, solo quedaron en la dialéctica, en la parte verbal de la cosa, porque en la práctica, todavía no saben como sacarnos de esta tormenta y el pueblo se está desmoralizando, justamente por eso mismo, porque ellos a las nubes negras aún no las han disipado.
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