Mi abuelito decía que: “cuando una rama sale torcida, es muy difícil que se la pueda enderezar”. Esta frase que no era de su propiedad, pero que encierra en sí misma, esa rara sabiduría popular; me da pie para hablar de un tema demasiado delicado y controvertido. Las cientos de situaciones que si son legales desde el punto de vista jurídico, pero que distan mucho de ser éticos y morales.
Tenemos por ejemplo y para comenzar, al antiguo y tradicional nepotismo, del que tanto abusaron los gobernantes de turno, desde el mismo tiempo de la colonia, hasta el presente. Ni siquiera el gobierno de Lugo se ha salvado de poner a cientos de parientes en puestos claves. No importando que estos sean inútiles para el cargo al que se los ha designado. Eso es legal pero inmoral.
Está el caso del Ministro Lacognata, quien amparándose en dictámenes de Abogacía del Tesoro, Ministerio de Hacienda y Asesoría Jurídica de la Presidencia de la República y asesorado por profesionales del Derecho que le indicaron que podía percibir sin problemas, tanto los gastos de representación como canciller, y el salario de Itaipú, al mismo tiempo. Por lo que decidió cobrar ambos sueldos, sin llegar a ruborizarse.
Héctor Lacognata, quien fue diputado por Patria Querida y que como trapecista, columpió de una ideología de centro derecha a una izquierda medio difusa, como es el P-MAS, que no es ni chicha ni limonada, pero que con la práctica, ha demostrado que sus líderes hablan de justicia social y reforma agraria, pero viven deleitándose con las mismas prerrogativas que los oligarcas de la ultraderecha, que ellos tanto critican.
Tenemos a los presuntos 17 mil planilleros que andan dando vueltas por el Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) y en donde el fiscal anticorrupción Eduardo Cazenave asegura que existe un descontrol total. Dentro de esta abultada cifra que huele a trampa, hay unos 7000 funcionarios contratados por diputados y senadores, que no tienen una función específica y que es una forma de pagar facturas por votos cedidos en su momento.
Pero este asunto vidrioso y según se lo vea, puede tener aristas muy afiladas. Resulta que muchos de estos 7000 puestos, están ocupados por jovenzuelos que terminaron su cíclo secundarios y no consiguen empleo ni por casualidad, entonces sus contactos lo empotran en el primer agujero que encuentran vacante.
Esto que los medios de comunicación y los numerólogos del Ministerio de Hacienda hacen tanto escándalo y que hasta el mismo Dionisio Borda cacarea tan asustado, no ven que esto ha sido una consecuencia de su total ineficacia. En Paraguay, 80 mil jovenes se incorporan todos los años al mercado de trabajo. Solo el 15% de ellos lo consigue.
De esta cifra debe tenerse en cuenta que el 75% pasa a formar parte activa del negocio familiar. Es decir que empleo puro, es muy poco el que existe. Basta con dar una vuelta por cualquier cuidad de nuestro país y encontrará a cientos de jovenes convertidos en vendedores informales, apostados en alguna vereda céntrica o bien ofertando cualquier cosa, casa por casa.
Si el gobierno hubiera creado las condiciones para el aterrizaje de inversores extranjeros y/o alentado a los inversionistas locales para traer sus capitales que se encuentran en el exterior, ahora no estaríamos hablando de casi 2 millones de desocupados. Pero han sido tantas las marchas y contramarchas que los actuales dirigentes han dado; que esto es solo el triste corolario.
Por lo tanto esos 7000 empleos, que tanto se discuten, son de su hijo, su primo, su nieta, su sobrina, es decir, de nuestra gente, pagado con nuestro dinero. Quejarnos entonces es como abofetearnos nosotros mismos. Son legales, sí, pero inmorales porque con esos mismos fondos, se podría haber canalizado hacia proyectos sociales, que tanta falta hacen. Eso si los gobernantes hubieran hecho bien sus deberes. Todo está recubierto por un aire legal pero sigue siendo inmoral.
Que todo ciudadano tenga el derecho a tener su propia tierra, es algo que no tiene discusión. Porque es totalmente legal y está amparado por la misma Constitución Nacional. Sin embargo cuando a esta se la obtiene por medio de oscuras argucias legales y el tema es manipulado por pseudo dirigentes y funestos abogados, entre gallos y medianoches, entonces la cosa pasa a ser inmoral.
Es una verdadera cachetada en pleno rostro a todos aquellos que han sudado bajo el intenso calor, o bajo el intenso frío, o la lluvia o el granizo o contra miles de adversidades; teniendo siempre una hipoteca sobre sus cabezas. Pero gracias a su esfuerzo personal, obtuvieron su sueño dorado. Que tramposos haraganes consigan lo mismo, sin esfuerzo, es totalmente inmoral.
Que los miles de “mesiteros” que tenemos en Ciudad del Este, exhiban y vendan productos falsificados, roben la energía eléctrica, ensucien su espacio y le hagan una competencia desleal a los negocios debidamente establecidos, que tributan casi todos los impuestos, es injusto, pero como existe una gran necesidad de trabajo y el Estado no puede darles una pronta solución; transforma todo, como por arte de magia, en cierta turbia legalidad.
Pero que esta gente además de soportarle su estridente sonido, las groserías recitadas a cuanta mujer tenga el valor de pasar cerca de su puesto, ocupe también todo el ancho de la vereda y la haga como suya, obligando a los peatones a descender a la calzada, con el consiguiente peligro para quien lo haga, resulta asquerosamente obsceno e inmoral.
Que se culpe a los funcionarios del Ministerio de Salud y dependencia regionales, como a SENEPA, por las últimas muertes de dengue, es legal y coherente. Pero que la misma comunidad nacional no le haya dado la suficiente prioridad y ha optado por observar la peligrosa situación como si fuera una espectadora más, sin mover un solo dedo y esperar como siempre que otro le solucione el problema, es inmoral con todas las letras.
No me alcanzan los dedos de la mano para contar cuantos hechos de esta índole nos sucede a diario. Solo esperemos tener la fuerza necesaria, para que alguna vez, hagamos las cosas en serio. Sin raras y estrambóticas mezcolanzas. Donde lo legal sea legal y lo inmoral ídem. Revueltos sí, pero nunca mezclados.
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